LOS AMIGOS DELIBES y UMBRAL

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Al comienzo de 1975, cuando no hacía dos meses que se había quedado viudo, se le pidió a Miguel Delibes que fuera el primer director del diario El País. Le hizo saber a Paco Umbral esa propuesta y le pidió su parecer.

Miguel Delibes y Francisco Umbral, paseando por Valladolid – ABC

Éste le contestó diciéndole que opinaba desde la enfermedadanímica (pues sólo hacía medio año que había muerto también su único hijo, con seis años de edad) y concretaba: “puede ser una hermosa aventura histórica, pero en la cual perderás paz, pureza y fe”. En aquella misma carta, y tal vez con otro propósito, se interrogaba: “¿Qué quiso decir Cervantes con el Quijote? Mil cosas y ninguna. Quiso decirlo todo y no dijo nada en concreto. Iluminó la vida, y de esa iluminación puede sacar cada cual su luz”. Subrayo la última frase: Iluminó la vida, y de esa iluminación puede sacar cada cual su luz. Creo que sería un objetivo maravilloso para que lo intentáramos cada uno de nosotros. Volviendo al principio, señalaré que Delibes prefirió quedarse en su ciudad de provincias y no ir a la capital a dirigir el gran diario nacional.

Ambos escritores estuvieron carteándose entre 1960 y 2007, año en que falleció el segundo. ‘La amistad de dos gigantes’ (Destino) recoge un epistolario de tres centenares de cartas que se cruzaron ambos escritores amigos. Se daban ánimos recíprocos e intercambiaban diferentes consejos. Cartas de lluvia y sensatez, haciéndose cargo de cuestiones prosaicas y monetarias. Umbral, famoso por la frase televisiva: aquí he venido a hablar de mi libro, decía que no le gustaba hablar de literatura en las cartas.

Doce años menor, reconocía a Delibes como su hermano mayor y su vida era para él un modelo de vida equilibrada. Delibes, generoso y bueno, le quería desde la franqueza, el cariño respetuoso y la sencillez: “Soy cualquier cosa menos un intelectual y tu estupendo libro lo es, es rigurosamente intelectual y, sin sombra de duda, inteligente. Te felicito de corazón”. O le decía, pidiéndole que no fuera suspicaz: “Tu opinión y la mía sobre lo que la novela debe ser no coinciden. Creo que no importa en absoluto para que te diga una vez más que en estilo y calidad has alcanzado una maestría insuperable”; esto fue dicho el primer día del año 1967. Por su parte, Paco Umbral le diría: “Gracias por tu honrada opinión. Eres de los pocos amigos que me quedan”; de hecho, le decía en broma que era el ligue que más años le había durado. A propósito de su mala caligrafía, le soltó: “No puedes imaginarte la cantidad de traumas psicológicos que yo he tenido en mi vida, de niño y grande, por no saber hacer una hermosa redondilla, como el resto de la gente”. Sí, un hombre difícil de quien Delibes extraía lo mejor de él.

Al valorar Umbral Parábola del náufrago, le dice a Delibes que lo más importante para él era que su amigo descubría la posibilidad de un camino nuevo en su propia literatura: “la novela de tensión, de acción violenta, de situación límite, de crescendo, que no habías hecho nunca”. A su vez, Delibes veía a su amigo como “un escritor sin género o que deja la marca de su talento en todos los géneros”.

Por aquí se menciona que La hoja roja (libro de Delibes incluido en la mítica colección de RTVE de finales de los años 60) vendió más de un millón de ejemplares. A pesar de sus resentimientos, Umbral sentía verdadera felicidad por el éxito de su ‘hermano mayor’. Éste le animó a trabajar para su ingreso en la Real Academia Española, fue un intento fallido. Aquí no se reproduce ningún texto acerca de ese doloroso ‘fracaso’.

En 1975, Paco Umbral publicó la novela Mortal y rosa, un duelo por la muerte de su hijo; adoptó como título tres palabras tomadas del poemario de Pedro Salinas La voz a ti debida, que concluye con estos versos: “Y su afanoso sueño de sombras, otra vez, será el retorno a esta corporeidad mortal y rosa donde el amor inventa su infinito”.

Miguel Delibes se confesaba con su amigo como alguien que desde niño había sido insociable y con tendencia a ser huraño. En un párrafo entrañable, le aconsejaba en 1987 de este modo: “Vive hacia fuera (esposa, flores, amigos, artículos) y cuando te canses vete a dormir. La reflexión en las depresiones es muy nociva y únicamente conduce a mas depresión. Hazme caso. Abrazos para los dos y levanta el ánimo”. Meses después dice encontrarle “más maduro, piadoso y equilibrado que nunca”, quizá gracias a un breve retiro en el campo que permite observar la vida en torno desde fuera, en fría perspectiva.

No he buscado nada de particular en esta correspondencia, tenía la certeza de encontrar algo que no es frecuente a nuestro alrededor: cariño, generosidad, empatía, apoyo, confianza; esto es, verdadera y desinteresada amistad mientras transcurren los días y los años.

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