En la compleja tela de la sociedad contemporánea, un fenómeno persistente e insidioso ha surgido: los cretinos ideológicos. Seres cegados por sus propias convicciones políticas y sociales que constituyen un verdadero problema para el diálogo constructivo y la coexistencia pacífica. Son incapaces de comprometerse con la discusión racional y el intercambio de ideas, aferrados como una garrapata a sus propias creencias, sordos al razonamiento contrario.
Una de las características más preocupantes de los cretinos ideológicos es su propensión a la polarización extrema. Ven el mundo en términos absolutos, dividiendo a la sociedad en “nosotros” contra “ellos”, sin espacio para los matices o la comprensión mutua, con una mentalidad binaria que alimenta la hostilidad y el antagonismo, debilitando el tejido propio de la comunidad para finalmente, convertirse en sus salvadores bajo ideales políticos disfrazados de un patriotismo rancio o progresista, extremos que, finalmente terminan dándose la mano.
Este tipo de persona, me llevan a un artículo publicado en este medio por mi amigo Rafa sobre el talante, del que me interesa destacar el siguiente párrafo: « No, no hay tolerancia si un solo hombre queda excluido de ella, porque es el que declara esa exclusión el verdadero intolerante, la piedra en el camino, la arista mal trabajada, la preponderancia de la frase sobre el fondo, y de la pulsión sobre los valores.».
Además, los cretinos ideológicos tienden a rechazar activamente cualquier información que contradiga sus puntos de vista, creando una cápsula de eco donde solo se refuerzan mutuamente en sus creencias preexistentes, dentro de una burbuja ideológica que, no sólo limita su crecimiento intelectual, sino que obstaculiza cualquier posibilidad de compromiso y cooperación con los que piensan diferente.
Son especialmente dañinos en su tendencia a demonizar a sus oponentes, con una inflexibilidad tal que impiden o dificultan la búsqueda de soluciones pragmáticas a los problemas complejos que enfrenta la sociedad. Sus políticas populistas que venden bajo un discurso de búsqueda del bien común sólo persiguen priorizar la victoria partidista a cualquier costo, prostituyendo ad nausean la democracia misma, con mentiras que, repetidas una y otra vez en mítines y medios de comunicación pretenden convertir en verdades.
Son tan osados que carecen de escrúpulos para acusar a sus oponentes de las mismas conductas antisociales, incluso ilícitas, que ellos mismos cometen con el manido discurso del “tú más”. Patéticos vendedores de humo, de un humo teñido de diferentes colores dependiendo del contesto ideológico que tratan de imponer como verdades absolutas.
Son un cáncer que destruye las células del individualismo racional, coherente, libre y divergente, por lo que necesitan de una respuesta social capaz de abordar esta lacra social cada vez más acuciante, de responder al desafío de tanto cretinismo ideológico. No desde la misma postura de confrontación que ellos utilizan para jalear y confrontar a las masas, sino fomentado la cultura del diálogo abierto y respetuoso, donde se valore la escucha activa y se busque entender las perspectivas diferentes; así como mediante la educación en pensamiento crítico y alfabetización, todo ello con el único fin de ayudar a contrarrestar la propagación de la desinformación y el dogmatismo.
Por desgracia, sólo tenemos que mirar a nuestro alrededor, para comrpobar que estamos rodeados de líderes políticos infectados de un cretinismo cada vez más agudo, incapaces, al igual que ciertos medios de comunicación de promover un discurso público que enfatice la colaboración y el compromiso sobre la confrontación y la división; dando ejemplo de respeto mutuo y búsqueda de consenso.
En última instancia, superar el desafío de los cretinos ideológicos requiere un esfuerzo colectivo de toda la sociedad que quizá deberíamos empezar a combatir desde la urnas, pero también desde un comportamiento individual de compromiso social, como esporas que limpien la contaminada atmosfera de esas tendencia perniciosas del dogmatismo y la intolerancia de tanto “ideolisto” vociferante, embusteros y cuatreros de reses sociales excitadas en su comportamiento callejero y narcotizadas en su capacidad de raciocinio. Siempre desde el respeto muto y la diversidad de opiniones, y sin pretender vender un consenso desde una aparante superioridad moral o democrática.
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Qué gran lección de racionalidad política la de este artículo!!!
Desde luego, como sueles hacer, has dado en el centro de la diana: el no admitir matices en las ideas, carecer de autocrítica y no escuchar atentamente otras opiniones, nos lleva, como bien dices, a ser “unos cretinos ideológicos”.