Extraño loco y amigo de la igualdad y de la libertad, Don Quijote manifestaba franqueza, decoro y fidelidad. Todo esto parece muy anticuado, pero… “caminemos todos con pie llano y con intención sana”. ¿No es imperecedero el lema de Libertad, Igualdad y Fraternidad, los tres afanes juntos?
A su escudero Sancho le podía llamar hijo, bueno, amigo, hermano, pero también mentecato. Y, cuando se terciaba, le podía soltar una frase como esta: “Ahora te digo, Sanchuelo, que eres el mayor bellacuelo que hay en España. Dime, ladrón vagabundo”.
Ambos acabarían compartiendo el propósito de dejarse de fantasmas y volver a buscar mejores y más calificadas aventuras para hacerse “ánimo de los desmayados, arrimo de los que van a caer, brazo de los caídos, báculo y consuelo de todos los desdichados”.
No tengamos recelo de la palabra ‘amorosa’, se puede decir de forma auténtica y sin ninguna clase de empalago. No estaría de más que nos atreviésemos a incorporarla a nuestro léxico. En este libro se enseña de pasada a poner el corazón amoroso en la palma de la mano y expresar palabras hermosas, sentidas y sonoras. Así se lee que un enamorado de Zoraida “en quien tenía siempre puestos los ojos y traía colgada el alma”. O podemos escuchar a Don Quijote decir de su querida Dulcinea “que en doce años que ha que la quiero, más que a la lumbre destos ojos que ha de comer la tierra, no la he visto cuatro veces”.
Si todavía no os habéis dormido por aburrimiento o cerrado los ojos, oíd esto; es grandilocuente pero hemos de saber trasportarnos a la época: “Tu vasalla soy, pero no tu esclava; ni tiene ni debe tener imperio la nobleza de tu sangre para deshonrar y tener en poco la humildad de la mía; y en tanto me estimo yo, villana y labradora, como tú, señor y caballero”. Ojalá muchas personas que tenemos alrededor fueran capaces de asimilarlo y decirlo en su momento. Demasiada gente traga humillaciones prepotentes. ¿Las vemos, las miramos, las sentimos? ¿No es esto actual, no nos ofrece ideas y estímulos para vivir mejor?
Os suelto otro párrafo y acabamos por hoy:
“Como el amor en los mozos, por la mayor parte, no lo es, sino apetito, el cual, como tiene por último fin el deleite, en llegando a alcanzarle se acaba y ha de volver atrás aquello que parecía amor, porque no puede pasar adelante del término que le puso naturaleza, el cual término no le puso a lo que es el verdadero amor”. Esto lo dejo para que lo habléis entre vosotros al terminar la clase, si os parece, claro. Sí, Ruth, lo leo de nuevo, más despacio.
Aquí se sabe y se da por sentado que “pocas veces, o nunca, viene el bien puro y sencillo, sin ser acompañado o seguido de algún mal que le turbe o sobresalte”. Por esto creo que no hay que abandonarse nunca ni cejar de esforzarse.
Ánimos. Hay que buscar nuevas esperanzas que nos sustenten, y proseguir. ¿Se entiende, estamos de acuerdo?