EL UNIVERSO: ¿DE LA NADA AL TODO?…O VICEVERSA (II)

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Imaginemos dos caminos: el de la izquierda concibe un universo finito y el de la derecha, el infinito.

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Si decidimos ir por el camino pedregoso y difícil de la derecha, nos damos de bruces con el INFINITO. Aristóteles definía el infinito como aquello más allá del cual hay algo.

Para Descartes equivale a Dios, pero además Dios no sólo es infinito sino que es intercambiable por el infinito.

Podemos definir el infinito como una multitud mayor que todo número (Kant. Dissertatio, 5. AA II, 388). No identificamos el infinito como un número sumamente grande si no como aquello que puede llegar a excederlo. De cualquier manera, la idea del infinito nos abruma, ya que nuestra mente esta limitada para comprender los conceptos eternos. Por esa razón, la idea del infinito se asume con la idea de eternidad y todo se sublima en la representación de un Dios, que será diferente según las distintas culturas y religiones.

Volviendo a Kant, el modo en que este autor presenta la noción de infinito en la “Primera Antinomia” es bastante similar al modo en que lo hizo en la “Dissertatio”. Aquí también parte enunciando el “falso” concepto de infinito: “Infinita es una magnitud (Größe) [tal], que no es posible otra mayor que ella” (A431/B459)”. E inmediatamente agrega: “Ese concepto no concuerda con lo que se entiende por un todo infinito” (Ibíd.). En el párrafo siguiente, Kant ofrece la noción correcta: “El concepto verdadero (trascendental) de la infinitud es: que es la síntesis sucesiva de la unidad en la medición de un quantum que nunca puede ser acabada”. Si prestamos atención, esta definición general parte enunciando aquello que concierne a la síntesis: ésta se ejecuta infinitamente. Este infinito mayor que todo número es el único que se acepta como legítimo en el marco de la filosofía trascendental kantiana. Es, pues, sobre el otro concepto de infinito –un concepto de infinito determinado, numerado, cuantificado– que giran todas las críticas de la filosofía kantiana, y el que ha generado algunos malentendidos. En este sentido, se puede revisar con sumo provecho los argumentos que la tesis ejerce en contra de la antítesis en la primera antinomia (la antítesis sostiene precisamente la infinitud del mundo).

(c) Effbalazs – Foto del Consejo internacional de telecomunicaciones de prensa (CITP).

Es decir, tenemos el infinito en nuestras propias narices y no somos capaces de asimilarlo. Los números son infinitos, podemos estar contando para adelante o hacia atrás toda una vida y no acabaríamos nunca. ¿Cuál es entonces la cuestión? Sencillamente, que entendemos los números como una realidad lineal y artificial y nuestra mente lo asimila como un sistema que ha sido creado por nuestra propia mente. Si pensamos en el universo como infinito, aquí no hay una realidad lineal, sino mucho más compleja, en la cual, la relación tiempo-espacio es difusa.

Entonces…volvamos al principio. ¿Podemos admitir que el universo es infinito? ¿Cómo encaja esto con el Big Bang?

Giordano Bruno en el siglo XVI, ya habló de lo infinito del universo, aplicando al sol el valor de una de las muchas estrellas que lo forman: “Porque Dios es infinito, el universo podría reflejar este hecho. El universo es uno, infinito, inmóvil… No es capaz de comprensión y por lo tanto es interminable y sin límites y a ese grado infinito e indeterminable y por consecuencia inmóvil.(“Teófilo en De la causa, principio, et Uno2 de Giordano Bruno.18).

Los científicos afirman que el modelo de universo finito o infinito depende la curvatura del mismo:

Si el espacio no tiene curvatura (que, de momento, parece ser el caso), el universo podría ser infinito tanto en su extensión como en la cantidad de materia que contiene.

Si el espacio tiene una curvatura positiva, tan leve que no la podemos detectar, entonces viviríamos en un universo inmenso, pero finito, cerrado sobre sí mismo.

Tanto si el universo es finito como si es infinito, permaneceremos siempre atrapados en el interior de nuestro universo observable. Es decir, el universo que podemos captar con nuestros medios.

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En realidad, para definir el tipo de universo tenemos que aceptar que todo va a depender de la densidad materia-energía. Si esta es muy alta se producirá en “Big Crunch” con un universo en forma de esfera, finito y que tenderá a colapsarse. Si la densidad materia-energía es baja, el universo será infinito en infinita expansión, con forma de silla de montar. Pero en este caso, la gravedad es tan débil que no se formarán ni estrellas ni planetas, tan solo, partículas elementales. El universo entonces se enfriara y acabará muriendo (Big Chill). Puede ocurrir que la densidad materia-energía sea la adecuada (densidad crítica). Entonces, el universo será plano y la gravedad y la expansión estarán en equilibrio. En este caso, el universo se expandirá pero cada vez más despacio. En el fondo no sabemos la forma ni el fondo del universo. Es posible, que el universo ni tan siquiera exista y que todo sea una ilusión. Algunos científicos afirman que el universo se colapsó inmediatamente después del Big Bang y que lo que vemos es exclusivamente el pasado de los astros. En este caso ¿Dónde estamos nosotros?

La paradoja de Olbers

Olbers, en el siglo XIX estableció la paradoja que lleva su nombre según la cual, si el universo fuera infinito e infinitas sus estrellas, el cielo nocturno tendría que ser siempre brillante sin zonas oscuras. Es decir, que si el cosmos fuera realmente infinito, entonces cualquier línea trazada desde los ojos de un terrestre hacia el firmamento debería al menos pasar por una estrella, con lo cual se apreciaría un brillo constante.

Para que exista una paradoja, en primer lugar debe haber un mínimo de dos razonamientos aparentemente válidos que, al aplicarlos a un mismo tema, devuelvan resultados opuestos. En este caso, si se considera aceptable la teoría de un cielo siempre brillante entonces se trata del razonamiento que se opone al utilizado por los astrónomos que aceptan un espacio negro entre las estrellas.

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El universo observable

Durante el tiempo de existencia del Universo, las estrellas no han emitido energía suficiente para hacer que el cielo nocturno brille. El efecto del desplazamiento hacia el rojo, por el que la energía de las estrellas más lejanas disminuye, es un efecto menor en este modelo.

No vemos todas las estrellas porque no ha dado tiempo a que la luz se refleje en nosotros. Es el Universo observable. (radio 45.700 millones de años luz). El universo que podemos ver porque ha dado tiempo a que la luz llegue a la Tierra. ¿Qué pasa con el universo que no podemos ver? Parece ser que esta parte del universo se rige por las mismas leyes físicas que el universo observable.

CONCLUSIÓN

Imagen de Andrey Kryuchkov

Retomamos la imagen del final del artículo anterior. El camino de la izquierda supone el universo finito, con un comienzo determinado (Big Bang) hace unos 13.500 millones de años luz. En este sentido, nos obligamos a pensar que antes de ese comienzo solo existía la nada, concebida esta como la ausencia de todo. En este sentido tenemos que admitir la existencia de un ente creador  (¿partícula de Dios?), voluntario o involuntario. Sabemos que de una partícula simple inundada por una fuente importante de energía puede transformarse en partículas complejas, pero no se ha llegado nunca a demostrar que a partir de moléculas complejas podamos obtener organismos celulares. La cuestión en este momento sería plantearnos como aparece ese ente creador, ya sea voluntario o involuntario. ¿Se crea a sí mismo?

Si nos adentramos en el camino de la derecha y suponemos que el universo es infinito en tiempo y espacio, tendremos que asumir la idea de la eternidad, concepto este que asume la esencia de Dios (Descartes). En este sentido, el propio universo, en su dimensión infinita, significaría la esencia del todo. Más allá del universo está la nada, pero esta no existiría ya que el propio es infinito en tiempo y espacio. Digamos que este camino nos conduce a rechazar la idea de la nada como esencia de pensamiento.

Dejo para ti, querido lector, que elijas que camino quieres recorrer, ya que nada nos obliga actualmente y con los conocimiento científicos que poseemos, a ir por uno u otro.

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