A riesgo de pisarle el terreno a mi querido amigo Luis Algorri, hoy quería comentar sobre un tipo de ser humano, una especie de homínido, que recibe su nombre de un animal, cuyas características imita: el buitre
Las características similares entre el homínido y el ave que le da nombre son: que son carroñeros, y que no cazan directamente, sino que se ciernen en un vuelo acechante hasta que comprueban la debilidad, o la claudicación de la presa. Hasta ahí las semejanzas, porque las diferencias empiezan en que el buitre, ave, es un animal necesario para limpiar la naturaleza, mientras que el buitre, homínido, es una lacra social que puede llegar a causar la muerte de su presa, si pertenece a la subespecie de los amorosos, o estafadores del amor.
Es verdad, me había saltado este apartado fundamental; el buitre, homínido, tiene tres subespecies, cuya influencia dañina varía según el tipo de presa que trabajan, a saber, de menos a más maligno: el homo-buitre visitante, el homo-buitre parejero, y el homo-buitre amoroso, o reticular. Cada una de estas especies tiene un ámbito diferente de caza, y cada uno tiene sus propias características de interactuación con la presa, interactuación que podríamos llamar, sin temor a resultar chocantes, galanteo. Concretamente la subespecie amorosa, que ha actuado desde tiempos inmemoriales con técnicas menos sofisticadas que en la actualidad, ha logrado, gracias a la tecnología y a las redes sociales, una mejora en su acecho y un aumento de recursos una vez que la presa ha sido fijada. Pero, vayamos por partes.
La principal variación entre una subespecie y otra es el tipo de presa que acecha, el ecosistema social en el que la busca y que condiciona su sistema de caza. Y lo más llamativo es la incapacidad de la presa para identificarlo como al depredador que acaba resultando, y cuyo camuflaje le permite presentarse como ligue, como amigo incondicional y como amor irrenunciable, posición desde la que plácidamente acaban logrando su objetivo.
Tal vez el homo-buitre visitante sea el más conocido, habitual y tolerado, y el menos dañino de toda la especie, y, según su zona habitual de caza, se conocen como ligón de playa, festero y turistero. No creo que haya nadie que no haya visto a alguno de estos depredadores evolucionar y cernerse sobre la presa con lentos y medidos merodeos que suelen terminar en encuentros fragorosos y temporales.
El más dañino, dados los resultados finales de sus galanteos, y sus dramáticas consecuencias finales, la ruina de la víctima y, o, su muerte, es el amoroso. Este amoral homo-buitre, trabaja camuflado como amante entregado y fiel, con graves dificultades de cualquier tipo que permita el acceso a los recursos de la presa, hasta su agotamiento, momento en el que vuelve a alzar el vuelo y deja a la víctima exangüe, cuando no sumida en una desesperación que la avoca al suicidio.
Y queda para el final el homo-buitre parejero. Trabaja solo sobre víctimas con pareja. Se le supone una motivación de reafirmación social de su dominio de la caza, ya que no obtiene de la presa, ni pretende obtener, más que su rendición, su entrega. Su principal trofeo es la exhibición social de la presa obtenida, presa que, una vez lograda, desprecia. Este rapaz de vuelo pausado, medido, de una perfección hipnótica, para la presa, que le impide reaccionar y ponerse a salvo de la caza, trabaja la amistad entregada, la cercanía inocente y aparentemente casual de un afecto sin pretensiones, que no tiene otro objetivo que colocarse en una situación de proximidad preferente ante cualquier situación de debilidad que la víctima tenga en su emparejamiento, y que le permita realizar el acto final del acecho, la conversión de amigo en amante. Dentro de sus habilidades está la de ir socavando de forma aparentemente casual la estabilidad de la presa, bien fomentando un descontento larvado e interesado, bien aconsejando en favor de sus intereses.
Llama la atención la facilidad con la que se introduce en los grupo de posibles víctimas, y en la inocente complicidad que consigue en los mismos una vez que, identificada la, o las, potenciales víctimas, estos comprueban que su pareja no está entre las seleccionadas.
Hay cientos de películas de serie B, de esas llamadas telefilmes, que versan sobre la caza de este depredador y los estragos que producen entre las parejas que tienen la desgracia de que alguno de sus miembros sea marcado como presa, y tenga la debilidad de no identificar al homo-buitre, permitiéndole iniciar su hipnótico, y fatal, galanteo.
A mí, personalmente, los homo-buitres parejeros, y los homo-buitres amorosos, me parecen socialmente intolerables, su amoralidad, su capacidad de hacer daño y luego desaparecer, para buscar nuevas presas, debería de exigir por parte de la sociedad, y en defensa propia, que fueran, una vez identificados, anillados y equipados con una suerte de emblema, alarma, o identificación insoslayable, estruendosa, que permitiera a las víctimas serlo solo de forma incuestionablemente voluntaria.
Seguro que leídas estas líneas, usted acaba de identificar en su entorno uno, o más, de estos especímenes. Yo también.
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Es sencillamente genial, mi adorado Rafael López Villar y Rodríguez de la Fuente. Genial. Gracias por la mención.
Viniendo del gran maestro de la ecosfera, un honor.