ASTURIAS Y MIS HIJAS TENDRÁN QUE ESPERAR AL EJERCICIO DE UNA ACUSACIÓN FORMAL

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El primer día de agosto es hábil para mí y mañana también lo será por consecutivo a varios presuntos días en que he de agradecer que un presunto maltratador haya provocado esta deceleración de mi descanso vacacional, que emprendería sin embargo sin remilgos, animado y sin ningún complejo de culpabilidad, de no ser porque él, presuntamente, ha podido delinquir mientras para mí rige ciertamente la presunción irrefutable de que me tengo que quedar en Castellón retrasando mi viaje a Asturias, algo que ha de suponerse que es la consecuencia lógica de ser abogado contrario  y el otro un delincuente de violencia contra la mujer, esa violencia que creo que va unida al complejo de inferioridad, por cuanto implica una intolerancia del otro género que, paradójicamente y por otro lado, complementa a la especie y la reproduce en propia carne, luego, por tanto, también un delito de lesa ignorancia y de supino desagradecimiento a un género que nos nace y cuida desde la infancia.

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Yo estaba escribiendo poesía, iba a la playa en las tardes de este solaz julio de canícula insoslayable y bendecía estar vivo y soltero, libre al fin, pues no hay mayor ni más efectiva oposición de género ni mayor afirmación de lo masculino, percíbase esto con humor y por contraste cariñoso, que mantenerse a distancia de las féminas  siendo conscientes ellas, y más nosotros, de algo tan elemental y empoderado  como lo es, sin duda, establecerte en el imperio de un apartamento inexpugnable tú sólo/o sola, al abrigo de esa muralla invisible de la soledad elegida. Ellas también lo prefieren si no te muestras sumiso. Las relaciones humanas entre hombres y mujeres cambiarán, estoy convencido, para mayor distancia del hombre con respecto a sus complementarias y viceversa y esto debido a que, pasada la fiebre del matrimonio primero, el de toda la vida, y las mieles primeras, la libertad sólo es, un poco, patrimonio de los séniors cansados de las guerras, esa religión doméstica  que hace del encuentro corporal algo sagrado pero desde donde luego se profana, por los unos y las otras, el espíritu místico del romanticismo. El solo de la mismidad elegida con aproximación romántica a la complementaria que te gusta, será moda en breve mientras los bestias, esas alimañas, se cargan cualquier esperanza de que cualquier tiempo de convivencia pasada fuese mejor, y los que no lo somos, es decir los sensibles, preferimos amar con controlador remoto y con esa distancia del aire fresco que, por lo demás, nos hace más interesantes y menos vulnerables a las heridas trascendentes de amor . Ni el hombre ni la mujer consentirán ser sagrados bajo el mismo techo, las unas por miedo a los bestias, y los otros porque tampoco van a tolerar el matriarcado que se avecina y que ya es una medio realidad en la que no me van a pillar. Yo ya no aspiro a ser  alfa y prefiero ser omega. Los omega vivimos solos como los leones del Serengeti. Una felicidad suma, una elección libre previa denigración y condena, eso sí, pues esa procesión no va con nosotros, de los hombres que hacen la vida imposible a las mujeres. Es un atavismo del agresivo Homo sapiens que llevamos dentro, si bien han pasado setenta mil años desde entonces.

La imperfección elegante de un león senior es establecer un reino sin leonas, aquella poligamia de la sabana ya desfasada. No obstante, odio lo que hacen determinados hombres con las mujeres y por eso salgo de mi guarida a defenderlas —este que acuso ahora, y ha detenido mis vacaciones, es un sutil acosador, de una finura que mete miedo y que es capaz de enjaular a su ex en una prisión invisible y sin barrotes manteniéndola paralizada de miedo sin que aparentemente pase mucho o incluso pareciendo que no pasa nada, lo cual aleja a otros operadores jurídicos de mi posición procesal—. Los séniors no dejamos de amar a la mujeres por el hecho de vivir solos. Solo sucede que, después de tu primera familia, las demás que aparentemente te acogen son reinos donde un león se convierte en un convidado de piedra y eso no está bien aunque sea propio y patrimonio de un país donde la familia asfixia la vida libre y adulta desde el chantaje emocional. Ya me he quitado esas cadenas, por Dios, si bien mi mundo más cercano es femenino, mis hijas y mi madre, y tampoco descarto enamorarme de otra leona.

A lo nuestro. Me he quedado sin vacaciones por un cavernícola. No identifico a estos monstruos como miembros de mi género ni los reconozco, pues la criminalidad no es propia de lo masculino, como no lo es de ninguna etnia o grupo social y como no lo es de nadie que pueda ser estigmatizado previamente por pertenencia a, sino que sólo es atributo, pero un atributo digno de demérito además, del machismo más exacerbado y repugnante. Basta ver temblar trémula a una mujer indefensa durante horas, basta ver la piel de gallina a una mujer joven cuando una mujer policía comprometida con su causa la interroga, para sentir asco por estos cabrones de turno que a los ojos de la sociedad llegan a confundir con su encanto personal. Las depredadoras femeninas, ojo, son iguales, aunque pasan más desapercibidas y no sé en qué número se contabilizan pero puedo jurar que existir, existen.

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Soledad de letrado poeta sin vacación. El dos de agosto tiene en mi calendario un tinte interesante porque suelo sacar buenas instantánea fotográficas, a mis hijas en la infancia, a los petroleros o a las islas Columbretes en este Castellon que es un regalo en mi existencia. A cambio intentaré implementar una acusación formal contra un presunto inocente procurando demostrar su culpabilidad sin fisuras y sin un asomo de duda. Después, sólo después, pensaré en Asturias como tierra de promisión y sólo después podré disfrutar plenamente de la compañía de mis hijas, a quienes, de alguna manera, también defenderé.

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