Atraviesa el tiempo,
y no lo dormita.
Ni con nanas puedo ahuyentarla.
Esa voz obscena y nocturna,
como agujas que exhuman
las aristas descosidas
del alma.
Ansia de hacerme con el caos,
en ese túbulo laberinto de cristales,
donde los espejos todavía no ven
en la cerrada mañana de la noche.
Por mi pasan
en caravana silenciosa,
y me asaltan,
haciendo el eco de una tormenta de vidrios.
Con nada puedo ahuyentarla,
mientras despunta
obstinada y sin sosiego,
otra hora que no es.
Me encierras en tu ser,
en una nube espesa
y me lanzas,
DEVORADA,
AL MARTIRIO
del dulce piano del insomnio.
Precioso