LA LLAVE DE LA SABIDURÍA

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Suele ser muy frecuente en un camino iniciático que cuando llevamos apenas recorridos unos pocos metros nos creemos maestros y, sino, al menos, unos aventajados aprendices capaces de hacer frente a ancianos y sabios maestros. También hay maestros, ancianos y no ancianos que, ante la ciencia adquirida se convierten en impertinentes sabios y soberbios doctores.  

 

Todos ellos han adquirido ciencia, pero no La Ciencia. Todos ellos han adquirido conocimientos, pero no El Conocimiento, porque una y otro no existen como un todo. El Conocimiento y La Ciencia no son finitos, por eso no podemos abarcarlos, salvo pequeñas parcelas del saber. 

Así pues, el buen maestro es el que siempre se comporta como un aprendiz, con la humildad de quien sabe que nunca dejará de aprender y, el buen aprendiz el que sin prejuicios abre su mente a la luz de la Ciencia y del Conocimiento, no ello sin el juicio crítico que nuestra libertad y conocimiento nos otorga. Libertad sujeta a la responsabilidad de que somos esclavos de nuestras propias palabras.

Conocí a una persona que terminó siendo para mi más que un amigo que, un día en un debate terminó su reflexión con un “he dicho”, que interpreté como una manifestación de soberbia propia de aquellos que van de sobrados, lo cual deje claro en mi réplica, a lo que ese amigo me contestó que su conclusión en el debate lo hizo reafirmando todas y cada una de sus palabras, haciéndose responsable de que lo dicho ha sido lo suficientemente razonado como para no retractarse, salvo un mejor criterio, de su interlocutor, porque sabe que rectificar es de sabios.

Hablamos, y no paramos de hablar… Hablamos como cotorras, como pavos reales que despliegan sus alas para que los demás se den cuenta de la hermosura de la sapiencia  que poseemos, y no escuchamos. Los hay incluso que crean o utilizan auditorios para pavonearse de su gran ego de sabio frustrado… ¿Por qué, quién es más sabio, el que enseña con la humildad de quien sabe que no sabe nada o consciente, al menos, que le queda mucho por aprender, o el que actúa con la soberbia de quien lo sabe todo?.

El verdadero sabio es paciente y humilde, porque sabe que el tiempo y el espacio es infinito, como lo es La Verdad, como lo es La Sabiduría, y pone su saber al servicio de los demás, sin grandes aspavientos, sólo con el sentimiento de saber que está cumpliendo con un deber universal que es el de “enseñar al que no sabe o al que menos sabe”. Sin embargo, el ignorante, tanto el falso sabio en piel de un aprendiz como el maestro que cree saber todo, no son más que arrogantes e impacientes, que necesitan el aplauso de los demás para reafirmar y crecerse en su pequeño mundo de frustrada sabiduría.

Los verdaderos sabios son los que peldaño a peldaño suben hacia la luz de La Sabiduría y El Conocimiento, absolviéndolos en pequeñas dosis bajan para transmitirlos  a quienes tienen abierta su mente a ese mundo infinito del Saber. Pero, ¿donde están esos sabios?. 

Quizá si escucharas más, te darías cuenta que hay muchos a tu alrededor. Todos pueden enseñarte algo, hasta el más ignorante. Abre tu mente y escucha y, empeceras a crecer como persona y como ser social.

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