COEXISTENCIA PACÍFICA Y AMOROSA

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De joven, se hablaba mucho a mi alrededor de los ‘partidos de masas’. Curiosamente, eran minoritarios y cerrados, desdeñosos con el resto de seres humanos; siempre reacios a la esencia liberal, lo que me alejaba radicalmente de ellos. Estas organizaciones fanáticas adquieren distintos colores, en el tiempo y en el espacio. Y aunque no sean ‘irresistibles’ pueden ser devastadoras. Así sucedió en 1534, cuando radicales religiosos enfrentados a católicos y luteranos, se adueñaron de la ciudad alemana de Münster e instauraron el terror: bajo fácil pena de muerte y tortura, se impusieron mil ordenanzas que había que cumplir al milímetro.

Photo by David Werbrouck on Unsplash

Friedrich Reck-Malleczewen (médico y escritor, muerto en Dachau con 60 años, en 1945) investigó sobre esta pesadilla que duró año y medio. El fruto de su trabajo fue el libro ‘Historia de una demencia colectiva’ que publicó en 1937 y que los editores de ‘Reino de Redonda’ (Carme López y Javier Marías) han puesto hace unos meses a nuestra disposición.

Casi cinco siglos atrás, Johann Bockelson (Jan van Leyden, en su nombre holandés) se proclamó rey de Münster. Su secta anabaptista se abrió paso en la ciudad insultando y amenazando, con histeria y ferocidad. El Concejo reclamó en un edicto una “coexistencia pacífica y amorosa” (una forma constante del caro ‘buenismo’).

Sin contención, los rebeldes lograron que el veneno de su localismo exacerbado se instalase en el ánimo de sus vecinos; el escritor alemán se refería abiertamente a una psicosis de masas. Leyendo entre líneas a Reck, es manifiesto su rotundo y demoledor repudio al nazismo: “la hora en que triunfa quien está hecho de basura e inmundicia y quien tiene escoria en las venas”.

Reck-Malleczewen proseguía su actualización señalando que cuando la moral de las masas comienza a desmoronarse, llega un momento en que el terror no se puede sostener. Había, así, esperanza para que la infección de aquel absceso purulento se detuviera y llegara la curación: cuando entre las alucinaciones volvieran a surgir atisbos de lucidez y volviera a “centellear algo así como el sentido de la medida y de las cosas humanas”. Así, es posible acceder al mundo sano de la realidad (por defectuosa que esta sea). Concluía Reck que “cuando se confunde con la multitud, el hombre es un ser ilógico y en los períodos de pánico sumamente irracional y hasta infantil”.

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