“Contigo,
Curiosamente,
No pienso al instante
En quemar tus ropas
Y devorar el alma que arde de tu carne;
Dejarme llevar por seis segundos de empujones y después
Sentir el deforme hastio de una cama desecha que ni siquiera es nuestra.
Contigo,
Cuando te acercas
Sobrevolando la acera,
Se me muestra
Una imagen de diosa antigua;
De bronce,
De entropía,
De ciudad sumergida bajo las aguas.
Entonces, el milagro del otro se produce;
Entonces encoges todas las metáforas;
Entonces alimentas a los jilgueros con el serrín de versos que me ha sobrado de sacar punta a un soneto.
Me ofreces tu mano.
Era todo lo que necesitaba para alcanzar el universo paralelo de los largos paseos y las alamedas.”