TE PREGUNTO LECTOR

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Te pregunto a ti, lector, que cuándo vas a mover el pandero, que cuándo vas a agitarlo al viento y a disfrutar del fresco gustirrinín que se siente al evaporarse el sudor que abundantemente te lo recubre.

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Te pregunto que cómo vas a atravesar tu siguiente noche oscura del alma.

Te pregunto que qué invisible gesto promete tu rostro, escondido bajo esa porquería que te has aficionado a llevar a todas partes cual manojo de llaves, bien ostentándola con forzado orgullo a la vista de todos como roñoso estandarte de solidaridad, bien resignándote a usarla normativamente según los caprichos ajenos a tus necesidades biológicas reales, lz cual te has habituado a consumir de continuo, cuya presunta utilidad das por sentada y cuya verdadera inutilidad muy probablemente intuyes pero a la cual haces ojos ciegos, por aquello de que quieres creerte que debes hacer lo que debe hacerse.

Te pregunto que por qué has defendido y/o permitido el hecho de que los críos que te rodean fueran invitados, que quiere decir obligados, a obstruir sus inocentes boquitas y dulces naricitas con un bozal del color de turno.

Te pregunto que cómo te has informado para llegar a alimentar tan obvia aberración.

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Te pregunto, lector, cuándo fue la última vez en la que actuaste por amor, a ti mismo y al prójimo, y no por puro miedo, triste desconfianza, apática inercia, falso sentido del deber, malsana costumbre, negligente desidia, recalcitrante buenismo.

Te pregunto cómo te va, cuáles son tus sueños y metas, para qué haces lo que haces, qué buscas y qué vas aprendiendo por el camino.

Te pregunto que de qué color serán los quarks, que de qué te acomplejas, que si te gustaría conocer África, que si echas de menos a tu abuelo o abuela, que si soportas la estupidez humana, que cómo ríes y cuánto.

Te pregunto de qué crees que va todo esto: que si tienes fe en el inescrutable sentido de la existencia y la vida o que si confías en las posibilidades del azar infinito.

Te pregunto, estimado lector, si te esfuerzas por respetar la dignidad humana.

Te pregunto también sobre tu ángulo político, tu activismo mundano, tu cotidiana nobleza.

Te pregunto si realmente disfrutas del ron-cola, del gintonic, o del vodka-limón.

Te pregunto que qué te transmite escuchar trap a diario, por qué no te desinstalas Twitter, qué museos o galerías de arte has frecuentado, si cocinas o friegas, si escuchas a las personas cuando te hablan, si las ves cuando te miran, si este verano has podido y te has atrevido a juguetear con las olas marinas.

Te pregunto cuánto te mide y a qué te sabe.

Te pregunto si lees o escribes.

Te pregunto a ti, lector, que por qué agachas la cabeza, por qué te has acostumbrado a no alzar jamás la voz, a consentir los abusos sistemáticos, a menospreciar las alegrías ajenas, a regodearte en tu miseria, a no oxigenar tu organismo.

Te pregunto si sientes que tu vida vale la pena que comporta.

Te pregunto si has tenido la suerte de saborear el aroma de una longaniza seca especiada, de nutrirte de la buena vibra del buen tecno, de palpar el intrínseco afecto en la voz de tus seres queridos, de devolverle la sonrisa a un perro alegre, de batir tu corazón al son de un ronroneo felino.

Te pregunto muy seriamente si no te importa tirarte pedos en algunos contextos, si meas en el mar con el bañador o el bikini puestos, si agradeces la lluvia, si aborreces la televisión, si bailas a solas, si has perdonado a tus padres, si te has perdonado a ti.

Te pregunto además que cuál es tu color favorito, que de qué huyes, que en consecuencia de qué te alejas, que si las tormentas eléctricas te hacen vibrar de miedo o de excitación, que si has intentado alguna vez entender de vinos, que si tienes amigos que te aprecian, que se alegran de verte una vez más y que disfrutan de regalarte un abrazo sincero.

Te pregunto sobre tu libro de fantasía o de aventuras preferido.

Te pregunto si sueles llevar un reloj en cualquiera de tus muñecas.

Te pregunto que si comprendes en qué mundo van a vivir tus hijos cuando tú seas pasto de gusanos. Te pregunto que si sueles razonar tus elecciones a priori o que si las racionalizas a posteriori; vamos, que si primero preguntas y luego disparas, o viceversa.

Te pregunto cuál es tu plato favorito, tu salsa favorita, tu persona favorita, tu espacio favorito, tu ambiente favorito.

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Te pregunto, por último, qué estabas haciendo antes de leer esto, o qué estás haciendo al mismo tiempo, y qué vas a hacer luego; te pregunto a qué te sabe el agua y si te gusta fría o natural; te pregunto si encuentras sentido a tu última discusión; te pregunto si eres más de animales o de plantas; te pregunto si conoces la diferencia entre los conceptos de cambio climático, calentamiento global y toxificación ambiental, y si reconoces la tergiversación a la que los medios de comunicación te han sometido al respecto; te pregunto que para qué diantres te dejas hipnotizar por los noticiarios, que para qué prostituyes tu sentido crítico, que para qué contaminas tu capacidad de razonamiento, que para qué exterminas tu sentido de la intuición; te pregunto si esperas algo de la vida; te pregunto si crees en la contribución y la colaboración; te pregunto también si tratas de integrar las lecciones que la vida siempre te ofrece; te pregunto si te gusta caminar descalzo.

Te pregunto, enigmático escritor: ¿qué contestas?

 

 

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