“Ella nunca pensó en la posibilidad de lo imposible; sin embargo, en la duda, se sentó con las piernas temblando frente al espejo y con los ojos fijos en el azogue, pronunció la palabra que abre todas las puertas: “Sucederá”.
Aquella noche, la prisa era una lenta anciana rebosante de niñas.
Y escaleras abajo, huyendo de ascensores de boca abierta, descendió coqueta las teclas de escalera que caían hasta la calle; y al fondo nervios; y al fondo un beso de abrazo.
Nunca podré jurar si aquella ajena aventura, acabó oscura, amaneciendo aguas cuando el sol vomitaba sus primeros rayos; mi seguridad reside horas antes, cuando el farolero, apagó el gas que me daba la vida…”