Le deja sobre la almohada un haiku del maestro Matsuo Basho. No encuentra mejor forma de despedirse.
Le recorre con una caricia que no le roza, para no turbarle, aprehendiendo en las yemas de sus dedos el rastro de la noche. La última.
Él abre los ojos cuando escucha la puerta cerrarse y lee:
«Se va la primavera,
quejas de pájaros, lágrimas
en los ojos de los peces».
Llega a la puerta y chilla, la llama, pero ningún sonido sale de su boca, ha olvidado cómo se hace eso de hablar.
La descubre a lo lejos en la orilla del mar, desnuda, deshaciendo las olas con su cola de sirena. Él no la ve, pero ella llora, le ha entregado su canto, ha perdido su esencia; ya no hay más hogar en el agua que su muerte.
Las lágrimas se desbocan por la cara del hombre al que el miedo robó las palabras. El pánico a volverse loco, el terror a perderla, a no poder escucharla… Le dejaron sin ellas.
Corre a buscarla con la garganta llena de heridas, pero ella desaparece entre la espuma, en el mismo instante que un grito desgarra su nombre.
PARA ADQUIRIR LIBROS DE LA AUTORA HAZ CLIC AQUÍ
SUSCRÍBETE GRATIS
La suscripción es cancelable en cualquier momento en el mismo correo al que te enviaremos nuestras publicaciones