Allende los años, se me cayeron los “ismos”. Me quedé sin paradigmas, sin héroes, sin camaradas o compañeros. Desear “Salud” en un saludo se quedó en lo literal, ya no fue nunca más una contraseña identitaria…ya nunca más pude identificarme plenamente con ningún grupo, facción o individuo que pensase como yo, genuinamente como yo…ahora sólo quedaba decir: Tengo una vida, una individualidad, una familia y por ellas lucharé…
Sí, esa fue mi reflexión allende mis años jóvenes; ahora en mi madurez, ya no me gusta recordar, porque me duele no levantar el puño y no entonar el canto con furor, con ardor, con ilusión. Me duele saber que todo era mentira, que todo fue por lo de siempre…: que el sillón cambiase de posaderas, nada más que eso. Eso que en todas las épocas se ha repetido.
¿Pero el progreso…? Sí, se ha progresado. Claro, ahora somos seres conectados los unos con los otros por medio de artilugios tecnológicos maravillosos…Nos acercan a todo tipo de conocimientos, de imágenes, de noticias, de anécdotas, de relaciones virtuales sin la virtud del frente a frente…Un mundo de mentira que busca la verdad con la venda en los ojos. Un mundo conectado con la más burda falacia y desconectado de la más cruda verdad.
Todas las utopías se me cayeron, devinieron inconsistentes, traidoras y contrarias a lo que parecían pretender. Es muy triste no tener idearios absolutos de los que colgar el resto de las ideas, es muy desesperanzador sabernos solos cuando nos damos cuenta de que poco o nada se puede hacer por lo colectivo, salvo no perjudicarlo en aras de lo individual; del ego-ísmo, en resumen, del mayor de todos los “ismos”…Deduje en aquellos años, tan alejados de estos años, que sólo podía aspirar a un solo (adj.), por solitario, paradigma; tan solo como la mismísima soledad absoluta. Ese paradigma solitario es: “No hagas a otros lo que no quieras que a ti-te hagan”.
Desde esos años, de allende mi juventud de ingenuidad herida, no he cambiado de ideas, aunque no tenga idearios y sigo igual de desencantada; políticamente desencantada. No me salva lo colectivo, porque todos mis verbos se conjugan en la primera persona del singular de cualquier tiempo, cuando de política se trata. Ahora tengo un montón de preguntas y ninguna respuesta. Estoy peor que al principio. Ya no existen soluciones por las que luchar, sólo incertidumbres que encajar.
Aun lo anterior, sigo siendo una idealista empedernida, que sueña con un mundo mágico, libre y libertario, tanto para el colectivo como para el individuo; un mundo donde todos seamos células de un mismo órgano a la hora de luchar por lo conveniente al Todo sin perjudicar a la Parte. Sí, mi mundo ideal no contempla un ideario, ni tampoco liderazgo sobre el que se sostenga. Mi mundo ideal tiene una sola idea, la ya mencionada…esa donde yo soy sin que otro tenga que dejar de ser para que yo sea.
Sé que voy a morirme sin verlo, sé que, quizás,…aunque existan para mí muchas otras vidas en esta tierra o para esta especie en otros planetas, no viviré según mi mundo ideal, no conoceré ese equilibrio en el que lo mío se confunda con lo ajeno y viceversa, sin sentirme desposeída ni desposeer a los demás, compartiendo lo colectivo y teniendo asegurado lo individual aunque también, si es necesario, se comparta.
Sí, después de muchos años al menos tengo una respuesta, aunque esa respuesta sea aparentemente contradictoria.
No hace falta diluirse en la masa, no necesitamos ser “mezcla-pegamento”, donde ninguna de las partes se diferencia de la otra. No debemos ser ese “Hombre Masa” del Maestro Ortega: “Hecho de prisa, montado sobre unas cuantas abstracciones e idéntico de un cabo a otro de Europa”…por encima de todo a la vez que prevalece el Todo, debemos salvarnos como Parte, como célula individual que podría volverse maligna, porque tiene el poder de serlo, y aún así elige colaborar y salvar el órgano; salvar la especie, pero sin acabar en la disolución de la mezcla, en el engranaje que mueve la masa.
Sí, Maestro Ortega: “yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Si no me salvo como individuo, si todos y cada y cada uno de nosotros no lo hacemos. La especie acabará siendo una cutre mezcla de un único color, tan descolorido que no agrade mirarlo. La belleza radica en el contraste, en la combinación, en la unión de lo heterogéneo que armónicamente danza libre, al compás de una sinfonía compuesta por lo justo que equilibra a lo diferente.
Ideales…quizás inalcanzables pero luchables. Son mis ideales, desvestidos de todo “ismo” desasidos de todo poder. Una bandera blanca como símbolo de paz individual que busca la colectiva. Sólo el justo equilibrio se opone a la distensión de los contrarios y produce la paz. Sólo en la paz individual puede construirse la colectiva.
Que la paz sea con nosotros y con nuestro espíritu, es una bella petición que no debe provenir sólo de los pulpitos o de las comunas jipis, sino instalarse en nuestra consciencia y nuestra conciencia, poco a poco y para siempre.
Toda guerra es una distensión entre contrarios; una renuncia a la inteligencia, a la armonía; una traición a lo humano; una demostración de barbarie y animalidad (con perdón de otras especies) de las más viles. En toda guerra muchísimos se perjudican para que muy pocos se beneficien. Toda guerra debería hacernos gritar por la paz hasta quedar afónicos.
Que ese grito sea de nosotros y de nuestro espíritu, amen.
Para los libertarios, corren tiempos oscuros. El predominio de las estructuras frentistas y absolutistas generadas en la era industrial, los sindicatos, las ideologías, la lucha de clases, todas ellas anquilosadas y sin sustancia racional en el presente, están marcando una deriva distópica de consecuencias imprevisibles, pero claramente catastróficas. Solo queda la lucha desesperada por un futuro ajeno, y hay que darla hasta las últimas consecuencias. Siempre es un placer leerte.
Sí, aunque el futuro nos sea ajeno, la lucha debe seguir siendo propia. La conciencia lo dicta.
Para mí también es un placer leerte.
Muchas gracias.