Cuando hablamos de la belleza, es decir, cuando calificamos “algo” como bello, en realidad, ¿a qué nos referimos?
Tal vez, podíamos responder que lo “bello” tiene cuatro grandes atributos: armonía, proporción, simetría y perfección.
Desde un punto de vista puramente subjetivo, la belleza es algo que es capaz de cautivar el espíritu, un bienestar emocional.
Según la RAE, armonía es la proporción y correspondencia de unas cosas con otras en el conjunto que la componen. Esto se puede aplicar a todas las artes en general aunque muchas veces lo relacionamos solo con el arte musical.
Si hablamos de belleza, armonía y proporción y queremos objetivarla lo más posible, intentando eliminar el componente puramente subjetivo, tenemos que conocer el concepto y desarrollo de la llamada “proporción aurea”
Esta proporción tiene un origen puramente matemático y su descubrimiento se debe al matemático Leonardo Pisano (1170-1240), también conocido como Fibonacci. Este autor estableció la llamada “sucesión de Fibonacci” que comienza con el 0 y el 1 y a partir de ahí, cada número siguiente es la suma de los dos anteriores. Si dividimos cada número por su anterior, el resultado se aproxima al número áureo. (1,61803398874…).
Vamos a trasladar la sucesión numérica a un rectángulo.
Siguiendo la sucesión de Fibonacci, la partición sería de la siguiente manera:
Al unir los vértices con una línea curva nos aparece la “Espiral de Oro”
Marcus Vitruvius Pollio (25 AD) comparaba la forma y estructura del cuerpo humano con la de un edificio perfecto y colocó el cuerpo entre dos estructuras geométricas perfectas como son, el círculo y el cuadrado. Aún sin conocer la proporción áurea, definió el cuerpo humano dentro de esa misma proporción.
Adolf Zeising en 1824 diseñó la figura siguiente para explicar la proporción áurea constante en el cuerpo humano. Para ello divide el cuerpo en cuatro zonas. La primera va desde la borde superior de la cabeza al hombro. La segunda, del hombro al ombligo. La tercera del ombligo a la rodilla y la cuarta de la rodilla a la planta del pie. Cada una de estas zonas se subdivide en cinco segmentos.
Los ejemplos de la proporción áurea son casi infinitos, no solo en la propia naturaleza sino en otras construcciones que nos sorprenderían.
Cómo hemos visto, en el cuerpo humano, la proporción áurea es una constante. Por ejemplo, el cociente entre la altura del cuerpo y la distancia del ombligo a la mano nos proporciona el número áureo. Las falanges de la mano están sucesión 6. A nivel facial, la distancia desde la glabela al punto subnasal guarda proporción áurea con la distancia interpupilar.
Otro ejemplo muy demostrativo lo observamos en el pabellón auditivo y cómo este representa de una manera sorprendente por su fidelidad a la “Espiral de Oro”.
En la arquitectura, la proporción áurea la podemos observar casi de forma constante.
Resulta sorprendente en la cantidad de objetos que utilizamos diariamente y que guarda esta divina proporción. Por ejemplo, el ratón de nuestro ordenador.
El huevo que tomamos en nuestra dieta:
En fin…muchos elementos que vemos y utilizamos todos los días.
Excelente articulo Alió.