De las innumerables cosas que puede ser la cultura debemos excluir (por mucho que nos pese) la inocencia.
Hace algunos años, para ilustrar un comentario propio de lo que me parecía una situación enormemente injusta -respecto al cese y substitución de un profesional del ámbito de la música en nuestro país-, utilicé esta obra de Mark Tansey.[1] Decía así:
¡SEGUIMOS VIVIENDO EN UNA SOCIEDAD DONDE (AL PARECER) PARA “ESTO DE LA CULTURA” VALE CUALQUIERA!
Supongo que esta frase la habéis oído un millón de veces. Las más, para justificar que no se invierta en esas “cositas de entretenimiento y ocio” y sí en cuestiones fundamentales para la supervivencia de nuestros semejantes. ¿Os suena?.
A continuación empezaron a llegar mensajes (correos, etc. –todo muy privado-) plagados de insultos y descalificaciones. ¿El motivo? Dado que poco después de aparecer la publicación se produjeron unas elecciones dedujeron que me estaba refiriendo a un “personaje” que acababa de aterrizar en el mundo de la política para mejorar el mundo… Y lo hizo… ¡El suyo!
Entre los acólitos del figura –le denominaban así en su partido- algunos me hicieron observaciones como que pensaban que la relación que me unía con el caballero en cuestión era win-win. Reconozco públicamente que pocas veces he sentido tanto asco. A una amistad no se llega para ganar-ganar (¡pero si es un término que se aplica en las negociaciones, en el ámbito de la empresa!).
En realidad me adjudicaron una capacidad profética (de la cual carezco por completo) pues, por lo visto y leído, anticipaba el cuadro, la escena, de lo que estaba por llegar (y llegó porque están ahí desde siempre). El mérito es, naturalmente, del extraordinario artista, Mark Tansey, que había sido capaz de configurar un excelente retablo aplicable –con una precisión desesperante- a este mundo que conformamos todos los que trabajamos en cultura. ¡Una representación con muy malos actores!
The Innocent Eye Test supone uno de los ejercicios críticos más inteligentes efectuados en las últimas décadas. En una primera lectura tenemos la pintura dentro de la pintura: una muestra del conocimiento de la historia del arte que todo profesional de este medio de pensamiento y expresión debería tener (¡me temo que ni mucho menos es así!). The Young Bull, de Paulus Potter, aparece junto a unos de los pajares de Claude Monet. Los historiadores y expertos supervisan el experimento analizando (y tomando notas) de la más mínima reacción… de la vaca.
También alude al famoso reto entre pintores atenienses para ver quién era más hábil: Parrasio o Zeuxis. Este último pintó unas uvas tan excelsas que los pájaros descendieron para picotearlas. Luego pidió a Parrasio que retirase la cortina para mostrar la imagen que éste había creado. Fue entonces cuando se observó que la colgadura era la pintura misma ¡Cuánto pretendemos saber con un simple golpe de vista!. Reconoció por tanto que había sido largamente superado pues si bien él había engañado a las aves, también había sido burlado por el pintor.
Podemos elegir personaje entre la vaca (público), los expertos y cargos con capacidad de decisión (talentos iluminados que han llevado al bóvido) o los afanosos empleados que sustentan el sistema con su ímproba labor: ¡Hay que prestar especial atención y otorgar todo nuestro agradecimiento al héroe anónimo que, fregona en mano, limpiará cualquier desaguisado! ¿Voluntarios?
A la hora de apreciar, de estimar, de juzgar y evaluar el arte, la cultura y el pensamiento no hay «ojo inocente». Tal y como dice Fernando Castro Flores: “Uno de los males del arte es la suma de mediocridad, amiguismo y falta de perspectivas».[2]
Purity Test realiza un despliegue de enorme ironía. Ante una obra de Tansey, en una primera lectura, creemos tener muy claro lo que estamos viendo. En este caso, apoyándonos en el título, nativos norteamericanos ponen a prueba la pureza de Spiral Jetty, de Robert Smithson.[3] Queramos o no, esta escultura -como toda construcción física realizada por el ser humano- supone una intrusión en un paisaje virgen. A la vez, en esta obra se pone a prueba nuestra concepción de los nativos americanos ya que están representados según una suma tradicional de estereotipos realmente problemáticos.
Por tanto la pureza del arte no es tal, sigue siendo tan alterador y a la vez limitado como el efectuado en el mundillo neoyorquino de la época (contra el cual pretendía enfrentarse). La pintura misma, a su vez, dado su carácter representativo, está violando las convenciones del arte moderno de la época… Y, ¿nativos americanos a caballo en 1970? Más bien es una recreación descarada de estos espectadores con disfraces y poses tomadas de fotos e imágenes de un pasado heroico estadounidense. Para un nativo norteamericano este trabajo no es natural… pero él mismo, de esta manera, nunca existió sino en las mentes de los occidentales nostálgicos. Los personajes que vemos están –literalmente- ¡haciendo el indio! ¿Qué pureza hay que probar?
Robbe Grillet Cleansing Every Objet in sight presenta al escritor y cineasta francés en un desesperado intento de limpiar, de eliminar cualquier significado oculto de cada uno de los miles de objetos que se muestran hasta un horizonte inabarcable. Un mundo desolado cuyas ruinas han quedado reducidas a miniaturas, a juguetes rotos, empequeñecidas, fragmentadas… El ser humano es un gigante primigenio empeñado en fregar, baldear, enjuagar su responsabilidad y su culpa.
La labor es ingente, ardua, insatisfactoria, tediosa… y en última instancia totalmente inútil… como la mayoría de nuestros ridículos empeños. ¿En esto hemos convertido la cultura, en la grotesca tarea de higienizar los desmanes cometidos por individuos con nombres y apellidos? Algún día deberemos dejar de escondernos detrás de la masa, del número, del género, del colectivo.
Estas miniaturas fueron monumentales en relación a nuestro tamaño: Stonehenge, la Esfinge, un Buda, el caballo de Troya… También hay elementos más ‘prosaicos’: un tanque alemán, un edificio medio derruido, un tren. ¿Podemos ver eventos históricos separados de sus pasados? ¿en que se convierten? ¿No están los museos llenos de ellos? No importa, hay que acabar a toda costa con la memoria de lo sucedido,… no hay que dejar huellas.
Mientras Tansey asistía a la escuela de arte en el Hunter College of the Arts en Nueva York en los años setenta, concibió lo que seria su proyecto vital, su trayectoria personal, con un claro objetivo:[4]
“Evitar la muerte de la pintura”
Triumph Over Mastery es ya cinismo desenfrenado. Un pintor ¡pintor! (uno de esos superhombres la pintura de acción norteamericana) está cubriendo el Juicio Final de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Toda relación con la profundidad pictórica, con la perspectiva, la profundidad, todo relato… será tapado con una capa uniforme de pintura blanca.
Todo arte ligado a cualquier etapa anterior es sometido a un rígido proceso y considerado ¡CULPABLE! por el tribunal de unos pocos. Tabula rasa… la sentencia paradójica de una pared en blanco. Una pared blanca es la dura sentencia. Sarcasmo, sátira, parodia…
En su diligencia, su entusiasmo, su pasión, el pintor moderno (¡un atleta también!) no se da cuenta de que ha pintado –tapándola- su propia sombra y la de la escalera que le sostiene. El final de esta historia conduce a la catástrofe, autoprovocada, buscada,… Eso sí, al menos queda la satisfacción última: ¡Pintar sobre el rostro de Dios!.
La alegoría resulta de lo más evidente. El resultado de ese enorme despliegue de energía y determinación obcecada es… ¡La nada!
Forward Retreat cuestiona nuestra capacidad de percepción,… y además la sacrosanta cruzada de la innovación en el arte que no deja de ser nada más que un adjetivo publicitario en esta sociedad del espectáculo que se fagocita y esclaviza sí misma en una interminable producción de mercancías.[5]
En un principio se aprecian restos de piezas que –intuimos- en algún momento, para alguien, tuvieron un valor religioso, estético. Abandonadas en la orilla de un rio, o un lago de aguas tranquilas, calmadas. Pero los restos arqueológicos no es lo único que hay… nuestros sentidos encorsetan y predeterminan nuestro conocimiento. Agua, espejo, reflejos que nos hablan de la existencia de otras cosas. Mark Tansey dispone los marcos geográficos a capricho. Nuestro arriba o abajo, izquierda y derecha no son los suyos. Nos propone una ampliación o más bien una anulación de todo lo que damos por hecho. Un pensamiento alerta en lugar de los embotados y alelados vistazos. ¿No?
Cuántas veces habéis presenciado la escena del simulador, del odioso chivato que vigila tu vida porque no tiene una propia, tras un libro o un diario al revés y… os han dado ganas de gritar ¡Dale la vuelta, idiota –susurra con los dientes apretados, Tansey, en nuestros oídos-!
Ahora tenemos cuatro centauros cabalgando. Todos llevan uniformes de las potencias occidentales que se lanzaron a tumba abierta el siglo pasado para destruir un mundo. Estadounidenses, británicos, franceses, alemanes. Estos cuatro jinetes del apocalipsis representan, también, las nacionalidades de los artistas que dominaron la historia del arte del s. XX.
Sentados al revés, se concentran en un horizonte alejado, muy retirado, y no son conscientes de que sus corceles destrozan, pisotean, maltratan, humillan y menosprecian las ruinas destrozadas, aniquiladas y hundidas de innumerables piezas de cerámica, de objetos de arte. Nos recuerdan el reverso del Ángelus novus de Paul Klee, al «Ángel de la historia» de Walter Benjamin.[6] Ya no hay risas para Tansey, solo dos duras conclusiones: el arte ha progresado, y lo sigue haciendo, sobre las demoliciones de su pasado y,… la creación es impulsada por fuerzas salvajes e inconscientes. Y no olvidemos que destruir el arte puede suponer eliminar la verdad acontecida, o su testimonio.
Mont Sainte Victoire, al parecer este era el destino buscado fervientemente por esos militantes desbocados de la cultura. Aquí, con la silueta del famoso monte retratado hasta el hastío por Cézanne (paradigma y semilla de la modernidad) –fetiche y altar- al fondo, el guerrero masculino parece pode relajarse, debatir tranquilamente, aliviarse, refrescarse y beberde las aguas que parecen ser el pozo de sabiduría que buscaban. Pero nada está claro. ¿es de día o de noche?. Abandonan la batalla o se preparan para un nuevo alarde de belicismo. ¿Es un santuario de la modernidad, libre de los restos de lo antiguo?
De izquierda a derecha hay una progresión hacia el desnudo… ese clásico –tópico- de la historia del arte. ¿Dejará la vanguardia, por fin, las armas?
Cuando todo parece decidido, aparece lo insólito, lo imprevisible, lo insospechado… pero que ya estaba ahí.
Lo que una vez fue montaña… ahora es cueva. Los uniformes se transforman en telas ligeras. Ya no hay cascos, ni gorras. Melenas rubias, senos y cuerpos femeninos se multiplican bajo lo que parece ser una formación rocosa. Es un nuevo universo,… Esta vez femenino. El cielo abierto, aunque marcado por las nubes se torna útero protector, aunque expectante. Algunas de estas mujeres intentan (cubriéndose la vista con las manos, o utilizando prismáticos) atisbar más allá del techo, de esta especie de cueva, de caverna platónica… más allá de las sombras. ¿Es el anunciamiento de una, por fin, nueva manera de entender el mundo, de comprender las cosas? No lo podemos saber.
Tansey plantea preguntas, muchas, pero apenas da respuestas. Es tanta la información, a veces contradictoria, que encontramos en sus obras que nos resulta imposible resolver los enigmas planteados. Nada está cerrado en su sugerente planteamiento para la representación.[7]
Doubting Thomas es un peligroso juego con la obra de Caravaggio La incredulidad de Santo Tomás.
La oposición entre el mundo y la tierra es un leitmotiv en el pensamiento de Heidegger. Aquí el mundo se manifiesta en esa construcción cultural que supone la tecnología (coches, carreteras, ropas, etc.). El hombre duda, recela, desconfía y siente la necesidad de insertar sus dedos en la grieta del camino. Debe pensar que esa fisura, esa hendidura, no puede existir. No en la realidad del mundo ‘seguro’ y ‘perfecto’ al que pertenece. Tampoco Tomás creía en la existencia de Cristo y fue éste el que condujo su mano hasta la herida para que pudiera convencerse, para cerciorarse de su existencia.
El tiempo geológico escapa, con mucho, a nuestra capacidad de comprensión. Se nos antoja como algo ‘divino’, eterno a nuestros ojos.
La duda de Tomás (para los conocedores de la cultura occidental) nos puede parecer absurda… Ya hemos visto la películay conocemos el final. ¿Qué necesidad tiene de cerciorarse?
Para cualquiera que haya estudiado ciencias en el colegio la duda del personaje de Tansey también es absurda.
Pero vivir en el mundo y en la tierra son dos cosas distintas. Ya lo hemos comentado antes. Lo artificial (lo cultural, la tecnología y las costumbres, también la cultura) nos parece más real que la propia Tierra, con sus fallas, su actividad geológica.
White on White. Monocromo, una de las revoluciones en la práxis artística. Uno de los enigmas que más fascina a críticos y teóricos, decantándose entre polos de aceptación, justificación y rechazo. La negación más radical de la historia de la pintura es abrazada por Tansey en su propuesta figurativa.
No cabe duda de que uno de los valores destacables en este artista es la ejecución real del mismo proceso pictórico. Aplica, normalmente, un solo color sobre una capa de yeso. La complejidad de sus imágenes son obtenidas a partir, no de la adición, sino de la sustracción de pigmento. Esto significa que el blanco que está en sus obras no es pintado. Significa, precisamente, la ausencia de pintura que una vez estuvo allí. Este proceso requiere celeridad de ejecución (normalmente tiene unas seis horas) antes de que la pintura se seque. Así que lograr la cantidad de detalles que podemos observar en sus piezas requiere trabajar por pequeñas secciones.
Blanco sobre blanco es un catálogo de opuestos: razas (inuits y árabes), climas (frío y calor extremos), geografias (norte y sur, nieve y arena). El cielo y la tierra en un indistinguible remolino que envuelve a los presentes. Un inacabable combate de aceptación (de los imponderables) y mediación, apaciguamiento, entendimiento.
Los habitantes del ártico han utilizado trineos y perros como transporte. Los árabes han atravesado las arenas con sus camellos. De frente, se observan de espaldas (los dos grupos) a unos crueles y atroces (también imposibles) vientos. Las respectivas indumentarias dan testimonio de la oposición de los aires que luchan por imponerse. Son las corrientes de la historia -las culturales y de pensamiento- que parecen establecer una grieta diagonal entre ellos. Toca decidir si eliminan o aumentan la fisura. Es la disyuntiva más vieja del mundo.
A partir de una enorme cantidad de archivos de todo tipo de elementos (paisajes, personajes,etc.) procedentes de cualquier publicación que caía en sus manos y de una ingente y prolífica lectura ha sido capaz de combinar elementos, imágenes y temas imposibles. Y es que el paisaje (y los acontecimientos) parece un juego en sus manos. Tanto que es capaz de colapsar el tiempo histórico y las diferencias culturales. Puede que parezca inverosimil… pero es tremendamente convincente… y una mentira convincente repetida miles de veces…
Y más problemáticos aún son sus personajes. Muchas veces son figuras históricas reconocibles que en su rol estereotipado (indios, soldados, amas de casa) son de fácil lectura. Pero la ambigüedad de su combinación produce una enorme sensación de drama en un mundo cada vez más oscuro. Puede que a algunos os parezca divertido (a la manera de René Magritte, al que sin duda ha explorado), pero estamos ante unas durísimas historias morales sobre el mundo y la forma en que nos lo representamos para justificar nuestro comportamiento.
Tansey es complejo. Utiliza el estructuralismo y el pensamiento postestructuralista… la teoría de la catástrofe, el caos… para crear unas pinturas excepcionalmente agradables a la vista y enormemente provocativas para nuestro pensamiento. En su trabajo encontramos a Platón, a Kant, Hegel, Merleau-Ponty, Derrida y de Man… En su obra nos enfrentamos a la posibilidad del bien… y a la certeza del mal.
La estupidez mezclada con la mediocridad convierten a la cultura en un anestésico que posibilita y justifica la celebración del naufragio, del hundimiento, en un remolino humorístico, en un vórtice de festividades que conmemoran los logros. Como diría Tansey…¡Dale la vuelta. No es lo que has hecho, es TODO LO QUE NO HAS HECHO, idiota! Pero mientras queden unas gotas para llenar las copas tendremos técnicos y expertos que barrerán lo que pueda caer… aunque sea una enorme boñiga mientras nos vamos todos por el desagüe.
Por favor ¿Algún ojo inocente en la sala?
«La idea de que todos los pueblos del mundo forman una humanidad única no es, ciertamente, consustancial al género humano. Es mas, lo que ha distinguido durante mucho tiempo a los hombres de las demás especies animales es precisamente que ‘no se reconocían unos a otros’».
La humanidad perdida – Alain Finkielkraut
Quería hablar de arte. Quizás lo he hecho. No mucho. Hoy tocaba hablar de la falsa inocencia de la cultura. “Es una cuestión de calidad,… o una formalidad, ya no recuerdo,… una formalidad.”
* Mientras escribía sonaba una y otra vez, desesperada y obsesivamente, Io sto bene, CCCP Fedeli alla linea, 1986.(Podéis hacer lo mismo… o no)
[1] Mark Tansey, pintor estadounidense nacido en San José, California, en 1949. Procede de una familia de historiadores del arte.
[3] Spiral Jetty es una de las obras canónicas del ‘Land Art’. Esta gigantesca escultura está emplazada en el desierto de Utah. El material empleado para realizarla fueron unas 5.000 toneladas de bloques de basalto negro. Fue construida en 1970, empleando potentes máquinas para el movimiento de las piedras.
[4] Sweet, Christopher, Arthur C. Danto, Mark Tansey: Visions and Revisions. New York: Abrams, 1992.
[5] Guy Debord, La sociedad del espectáculo, Ed. Pre-Textos, 2005[6] “Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se muestra a un ángel que parece a punto de alejarse de algo que le tiene paralizado. Sus ojos miran fijamente, tiene la boca abierta y las alas extendidas; así es como uno se imagina al Ángel de la Historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas, y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso”. Walter Benjamin (1940). «Tesis sobre la filosofía de la historia. Tesis IX»
[7] “… los soldados del postestructuralismo y la deconstrucción Jean Baudrillard (sentado, el segundo por la derecha), Barthes (reclinado, encendiendo un cigarrillo) y Derrida (de pie, quitándose el abrigo), se desvisten a la sombra de una montaña de Cézanne. Mudando sus uniformes, sus reflejos se transforman en mujeres bajo la sucia caverna de Platón. Con la ayuda del libro de Derrida ‘Espuelas: Los estilos de Nietzsche‘, de 1987, Tansey explora la naturaleza de la representación a través del estudio de la transformación.” Judi Freeman, Alain Robbe-Grillet, and Tansey, Mark Tansey (Los Angeles: Los Angeles County Museum of Art, and San Francisco: Chronicle Books, 1993), pp. 69–70.