Entre la provocación y el descaro, pero más sobre el descaro que sobre la provocación como actitud de la que suelen adolecer muchos de aquellos de la alta alcurnia, será por eso de que están por encima de los simples mortales;
hace unos días una de esas personas que te sueles encontrar en el bar a la hora del café, es decir, que confianza la mínima, me espetó “estarás contento con el nuevo filón de corruptos y sinvergüenzas que se ha abierto en el PP tras la operación Lezo”. Él conoce de mis tertulias que con cada sorbo de café suelo tener con el regente del bar y de mi cojera hacia la izquierda, la cual no disimulo en absoluto, es más, a veces me gusta mostrarla provocativamente; por lo que posiblemente su comentario pudo estar a la altura de las circunstancia ya que el aforo, precisamente, no estaba lleno de politólogos, sociólogos y demás logos que se nos ocurran, aunque en mi condición de comentarista-escribidor sobre política, conseguí refrenarme y no entrar al fragor de la batalla provocado por los posicionamientos de algunos, y entre las voces, no haciendo ningún esfuerzo porque la mía sobresaliera del resto, conteste “no me alegro”, respuesta que provocó un silencio que por inesperado parecía inquisitorio, por lo que provocó en mí una segunda respuesta a modo aclaratorio: “no me alegro, me indigna”. Y, como ahora tengo más tiempo para poder expresarme mejor, concluiría dando por zanjado el tema “me producen una sensación nauseabunda”.
No me puedo alegrar porque el “sistema” haya ganado otra batalla contra la corrupción -aún con el interés de algunos fiscales de tapar bocas-, porque eso es lo normal; es decir, que el sistema actúe castigando a los malos. A tal caso felicitar a quienes en ella han participado, me imagino que con grandes presiones, como honorables servidores de los ciudadanos. Y tampoco me puedo alegrar porque en este caso los malos estén dentro del PP, porque no es del todo cierto, también los hay en otros partidos; pero es más, me entristece que haya personas que utilicen en primera persona el nombre de patriota, esgrimiendo la bandera española como símbolo de provocación y no de unión, o simplemente como un trapo para tapar bocas, que hacen de los pobres ciudadanos simple peones de un tablero de ajedrez, a los que no dudan en utilizar y sacrificar cuando entra en juego su propio beneficio.
“No me puedo alegrar porque el “sistema” haya ganado otra batalla contra la corrupción -aún con el interés de algunos fiscales de tapar bocas-, porque eso es lo normal; es decir, que el sistema actúe castigando a los malos”
No puedo alegrarme de algo que se ha convertido en sistémico dentro del algunos partidos considerados democráticos, principalmente el que gobierna, y mucho menos me puedo sentir feliz que sigan ganando a pesar de tanto mangoneo, gracias a los votos de otros infelices patriotas que los votan. O no tan infelices, porque en esta vida de todo se saca provecho.
Nunca he visto la política como como un reality show o una liga de fútbol, donde tienen que ganar los míos, aunque sean los peores. Siempre he visto, o mejor dicho, he querido ver los partidos políticos, con la utilidad que les da el texto Constitucional, como instrumentos de participación política que expresan el pluralismo político.
Pluralismo, ¿algunos sabrán lo que es esto?. Pues ni más ni menos que el hecho de coexistir una pluralidad de tendencias políticas, económicas o de otro tipo en el marco de una sociedad, en nuestro caso.
Indudablemente hay a muchos que les molestas esa coexistencia, su pensamiento tan obtuso, posiblemente por falta de masa gris en el cerebro o por alguna enfermedad mental, no admite un posicionamiento contrario, viendo al disidente como un enemigo o contrincante al que hay que vencer, eliminar y machacar. Y, como además, suelen ser maquiavélicos a la vez que violentos, cualquier método es bueno para destruirlo.
¿Os acordáis de aquello que dijo públicamente hace unos días el Secretario General del PSOE en Málaga: “nuestro enemigo es PODEMOS” ?. Que pena. El problema es que este sentimiento no es un sentimiento aislado, seguro que en todos los partidos alguien ha pronunciado una frase igual o parecida para referirse a su rival político.
Pero, volviendo al tema inicial aunque prometí darlo por zanjado, todavía me queda por decir que mi enemigo político será únicamente el que robe al pueblo, llámese como se llame el Partido, esté a la izquierda o a la derecha de no se qué o de quién; pero eso sí, ladrones políticos que se apropian de lo ajeno valiéndose de su condición, con prevaricación y cohecho.