LA LLUVIA AMARILLA

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Autor: Julio Llamazares.

Original de 1988.

Pág. 160

Valoración: ⭐️ ⭐️ ⭐️ ⭐️ ⭐️

 

 

SINOPSIS:

En un momento indeterminado entre la década de los 70-80, Andrés es el último poblador de Ainielle, localidad situada en la comarca tradicional de Sobrepuerto, en el Pirineo oscense, muy cerca de la localidad de Biescas. Es la historia del final de una época, de un mundo y de quien lo vive en la más absoluta de las soledades tras la muerte de Sabina, la mujer de Andrés.

 

 

 

 

VALORACIÓN:

Ya conocía la existencia de este libro, pero hasta ahora no había tenido la oportunidad de tenerlo en mis manos y con toda probabilidad estará entre las mejores lecturas del presente año, tanto por la temática que trata como por la forma en la que está escrito. Para que sirva de contexto, más del 80% de la población de España es urbana, pero más del 90% del territorio es rural. La progresiva desafección entre lo urbano y lo rural no es nueva, pero sí que se acelera desde la década de los 50 del S. XX y se convierte en un fenómeno en muchos lugares ya irreversible desde los años 70. Este libro homenajea precisamente a aquellos sitios que yacen en el pozo del olvido.

Lo primero que quiero resaltar es la prosa que a modo de poema con tintes del realismo mágico latinoamericano: La influencia que tienen los seres del más allá y que siempre están presentes de una o de otra manera en la soledad de Andrés es notable. Simbolizan el pasado que nunca se acaba de ir y que siempre acaba surgiendo del fondo de nuestra mente.

La narración en primera persona confiere un carácter íntimo a modo de diario hablado del protagonista, de una manera parecida a como Daniel el Mochuelo nos es presentado en El camino, de Miguel Delibes con esa mirada profunda de los tiempos pasados. Andrés no es sólo el último habitante de Ainielle, sino que es consciente que la ruina que le rodea, que es su propio vacío interior, implica la desaparición de un lugar que una vez tuvo vida, pero que progresivamente ha sido abandonado por todos. Ya nadie se acuerda de él. Sólo el protagonista resiste porque es consciente de ser el último legatario de una estirpe que con la muerte de Andrés desaparecerá. Esta muerte es un viaje de nuevo al silencio, el consuelo al olvido y a la ausencia de un pueblo que como él mismo Andrés dice “estaba muerto muchos años antes de estar solo”.

La soledad, el vacío y la ruina que se hace patente desde la primera página va creciendo a medida que el tiempo transcurre y Ainielle se llena de zarzas mientras las casas se hunden. Se trata de reflejar la muerte como agonía de la vida, de algo que tiene un fin inexorable e irreversible. Esta soledad te va envolviendo como la bruma y sólo está mitigada por la fiel compañía de la perra. La transformación que se produce en la persona deriva en el que al final no quieras establecer relación con nadie.

Es interesante la fortaleza humana que surge en un mundo inhóspito, dominado por la nieve en invierno que hace que el tiempo se detenga. El progresivo abandono de uno mismo el exactamente el mismo proceso que contemplamos en Ainielleen en verano: desde las casas cerradas a la ruina total por parte de una naturaleza salvaje que avanza impenitentemente entre las calles y las antiguas casas.

El papel de la familia siempre está presente mediante los hijos, que son los herederos de la sabiduría y las tradiciones del pasado para que permanezcan, y porque estar en la memoria de los hijos es una forma de sobrevivir a la propia muerte. Cuando este vínculo se interrumpe, uno ya está muerto. Aunque su cuerpo siga con vida, su descendencia está muerta. Esto ocurre cuando los hijos huyen, no solo se van del lugar que los vio nacer, sino en cierta manera rompen el vínculo con sus ancestros y raíces.

Cuando hablamos de despoblación no hay que olvidar que las gentes se van por falta de expectativas. Eso es lo que ocurre en Ainielle. Poco a poco, sólo permanecen los viejos, cuya vida está limitada por la naturaleza humana, por su soledad y por los recuerdos del pasado.

 

En este contexto, una lluvia amarilla va inundando todo y da forma a esta maravillosa novela que refleja la crónica de una muerte anunciada de miles de lugares que han desaparecido de la geografía española en los últimos 60 años. Se estima que unos 3.000 están abandonados y que otros tantos están a punto de desaparecer. Sirva este libro como un pequeño homenaje a ellos, a quienes los habitaron y a quienes huyeron y nunca regresaron.

Otros libros sobre despoblación o un mundo rural a punto de desaparecer muy recomendables son:

  • Los asquerosos. Lorenzo, Santiago; Editorial Blackie Books, 2018.
  • El disputado voto del señor Cayo. Delibes, Miguel; Editorial Austral, 2015.
  • Donde viven los caracoles. Barco Royo, Emilio; Editorial Pepitas de Calabaza, 2019

2 COMENTARIOS

  1. Lo leí hará veinte años, y se me viene muchas veces a la cabeza por su actualidad y por la poesía demoledora que contiene.

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