Que la democracia es un mal menor, es cierto si lo comparamos con la otra opción, la dictadura, pero no deja de ser un mal y como tal habrá que tratarlo… digo yo. Sin embargo la mayoría la defiende como un dogma, hasta el punto que quienes sacamos al aire sus tramos sucios y, por ello entiéndase, aquellos fallos que la convierten en una la lacra, somos fusilados por el pelotón como reos de muerte sólo por pensar.
Entre las diferentes formas de mantener unido a un grupo, en democracia suelen destacar dos formando parte del marketing político: infundiendo miedo o temor, o generando expectativas que nunca llegan a cumplirse. Todo ello, claro está, frente a una masa de seres alineados por ideologías que no son más que un mendrugo de pan para mantener ocupado a los ciudadanos mientras degustan de él con la esperanza que al día siguiente se les vuelva a dar la misma ración y, quien sabe, si teniendo suerte, acompañada de un vaso de agua para poder tragar ese bocado seco que rumiamos dando vueltas en nuestra boca hasta formar un bolo que cuesta tragar.
Hace unos días, ante la ineficacia de una izquierda -lo de izquierda con matices- de llegar a un acuerdo para gobernar ésta muestra maltratada España, y de una derecha cada vez más radicalizada, publicaba en las redes sociales mi intención de no ir a votar en caso de convocarse nuevamente elecciones -para posiblemente en el mejor de los casos, obtener un resultado parecido al actual-, fui vilipendiado por un centenar de personas, no por dos o tres, colgándome el “San Benito” de irresponsable por unos, porque actitudes como la mía facilitarían el gobierno a una derecha muy a la derecha con el consiguiente abuso de poder y limitación de derechos fundamentales que siempre han manifestado, motivo por el cual me convertiría en un “facha” como ellos; y otros, calificándome de irracional, todo ello adornado de una serie de insultos y descalificaciones y, como no, de argumentos tan manidos como falaces buscando la confrontación entre ellos mismos dependiendo del partido al que votaban -PSOE o UNIDAD PODEMOS-.
Partiendo del hecho que un demócrata, independientemente del partido a que vote, se le presume o debería presumir como un libre-pensador, respetando las opiniones contrarias, no predicable obviamente a aquellos que me pusieron de vuelta y media; la evidencia de su comportamiento demuestra que no son dignos de ser considerados como tales y, consiguientemente, ni siquiera tener en valor unas opiniones que responden a proclamas de sus líderes infundiendo expectativas conforme a un modelo social y económico, al que ellos mismos, y me refiero tanto a los votantes como a los votados, no son fieles.
Bajo estas premisas, ¿es irresponsable no votar?.
Entiendo que, cuando los destinatarios de nuestro voto no son lo suficientemente aptos para llevar a cabo las políticas que ellos mismos proponen, la irresponsabilidad no es de quien no ejerce el derecho al sufragio activo, sino de quienes se presentan o los proponen como candidatos. La irresponsabilidad, por tanto, no es del votante que no vota con arreglo a un juicio interno que le lleva a convencimiento de que nadie es merecedor de algo tan importante como es su voto.
Tampoco me resulta válido un comentario de un amigo mío que decía: “hay que ir a votar aunque duela”, porque con ello estamos reconociendo de una manera implícita que estamos votando a una opción que consideramos mejor al resto, pero nunca lo suficiente como para que el voto nos produzca satisfacción.
Entonces, ¿cuál es la solución?.
Además del respeto a quienes decidan o no ejercer un derecho como es ir a votar, evidentemente no puede ser otra que cambiar a los candidatos, a personas capaces y dignas de la representación que les otorgamos con nuestro voto que, para mi y, pienso que también para la gran mayoría de los ciudadanos, son aquellos que sin demagogia y con un compromiso lo suficientemente claro hasta el punto de dimitir si no son capaces de gestionar lo público, no para beneficio de unos pocos, sino de todos, sobre todo protegiendo a los más vulnerables y débiles dentro del sistema.
Que el absentismos electoral no es la solución para cambiar el sistema, no deja de ser una opinión cuestionable y contestable, como todas, la mía es que puede ser una llamada de atención, incluso una exigencia, a un sistema democrático y a los políticos que engordan dentro de él, que no lo es aunque se nos intente vender como tal, máxime cuando todos los partidos políticos, y digo todos y no unos cuantos, ni siquiera su estructura interna lo es, sólo un juego de expectativas y miedo frente al contrario.
No quiero políticos charlatanes, sino válidos, responsables, aptos, capaces, que me demuestren que la democracia realmente es el mal menor y no una tapadera para seguir vulnerando los derechos, manipulando con informaciones sesgadas y demagógicas a un pueblo deseoso de una democracia real y ética, pero sobre todo frustrando expectativas y generando miedo, o lo que es lo mismo, transformando la democracia en una “dictablanda”.
Y, para los que dicen que si no voto no tengo derecho a protestar, sólo decirles que mi crítica es al sistema partidista en el que, quienes les siguen el juego, son tan responsables como sus elegidos y, no van a ser ellos, quienes me callen la boca. No quiero ser cómplice de tanto desatino.