PASANDO LA VIDA SIN SABER VIVIR

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Según dijo Aristóteles: “La felicidad es el significado y el propósito de la vida, todo el objetivo y el fin de la existencia humana”.

 

Muchas personas vivimos la vida sumidos en el trabajo, sometidos a la servidumbre de las cosas cotidianas, que no nos damos cuenta de lo rápido que pasa la vida.

Quizá esta reflexión no interese a mucha gente, sobre todo a los jóvenes que ven por delante una larga vida sin darse cuenta que ésta no es eterna y que nuestro transitar por este mundo es de paso. En definitiva, vivimos sometidos a una inercia que a veces nos lleva por unos derroteros que no contribuyen para nada a que alcancemos esa felicidad tan deseada por todos. Así, nos prestamos a un materialismo exacerbado bajo la idea que cuanto más cosas poseamos más feliz seremos.

Entonces, ¿en qué consiste la felicidad?. Volviendo a las frases filosóficas, como dijo Albert Camus:Tú nunca serás feliz si continúas buscando en qué consiste la felicidad. Nunca vas a vivir si estás buscando el sentido de la vida”. Cada uno vemos la felicidad de manera diferente, de manera que lo que a unos hace feliz a otros puede que no, además son muchos los factores que convierte la felicidad en un estado efímero que según viene se va.

Indudablemente que el disfrutar de la vida y de las cosas materiales también contribuye a ser feliz, pero esta felicidad no deja de ser pasajera, lo que nos lleva a que cuando llegamos a ese punto en el que aquello que poseemos ya no nos hace felices, casi siempre por la rutina, buscamos más cosas externas a nosotros que nos devuelvan a ese estado que hemos perdido, y así una y otra vez como un círculo vicioso que no tiene fin.

También los hay que esperan que la felicidad caiga del cielo, y se mantenga a lo largo del tiempo sin que tengamos que esforzarnos para que se mantenga, e indudable y desgraciadamente para nosotros, las cosas no son así. Por eso es necesario que hagamos un alto en el camino y nos planteemos el porqué de nuestra infelicidad.

Esta terapia, que no solamente consiste en reflexionar sobre nuestro estado sino en esforzarnos en  cambiarlo nos llevará a una conclusión, cual es que parte de nuestra infelicidad se basa en la falta de aceptación de nosotros mismos o de las circunstancias que nos rodean. Así, una persona puede sentirse desgraciada porque no ha alcanzado las metas que un día se marco o porque padecer algún tipo de dolencia o enfermedad, así como por la perdida de algún ser querido, un fracaso, el desamor, el quedarse sin trabajo, etc. En definitiva un sin fin de circunstancias externas pueden condicionar a que nos sintamos tristes.

 

“Esta terapia, que no solamente consiste en reflexionar sobre nuestro estado, sino en esforzarnos en mantenerlo nos llevará a una  conclusión, cual es que parte de nuestra infelicidad se basa en la falta de aceptación de nosotros mismos o de las circunstancias que nos rodean.”

Por lo tanto, son dos factores que pueden influir en nuestra felicidad, unos de tipo endógeno, como es a modo de ejemplo no habernos preparado lo suficiente para lograr ese ascenso laboral que deseamos, y otros exógenos basados en circunstancias de difícil o imposible control por depender de elementos externos, como, continuando con el ejemplo, no conseguir el citado ascenso a pesar de que seamos los mejores preparados para ello, ya que indudablemente, la decisión final la debe tomar una tercera persona, de manera que nosotros no podemos controlarla.

Así pues, esa falta de aceptación que no resignación, nos hace que continuamente nos fijemos en el futuro como una forma de enmendar lo que hemos hecho mal en el pasado -en cuanto a esas circunstancias que podemos controlar-, manteniendo de esta forma un continuo transitar entre el pasado y el futuro, olvidándonos de vivir el presente.

Es por ello, que la reflexión sobre nuestra felicidad debemos encauzarla en buscar soluciones, bien de carácter puntual o bien con una perspectiva de futuro, sin generalizar situaciones que no son más que uno de los muchos elementos que contribuyen a nuestro estado de insatisfacción, como puede ser el hecho de sentirnos unos auténticos fracasados sólo por no haber alcanzado una determinada meta, sumiéndonos de esta manera en un estado de tristeza destructivo de nosotros mismos en vez de convertirse en un acicate para cambiar, o simplemente para plantearnos en que hemos fallado para no volver a caer en los mismo errores. Dicho de otra manera, el pasado forma parte del pasado y no podemos vivir sumidos en los errores cometidos, sino en tal caso, plantearnos como enmendarlos o pasar de ellos porque en el momento presente no podemos hacer otra cosa o no nos apetece.

Sin embargo, hay un error en el que caemos el común de los mortales, que no es otra que el olvido o dejadez de nuestra espiritualidad, no entendida como un concepto religioso que, para quien le valga también le puede ser útil, sino la espiritualidad entendida como un camino que refuerce nuestro propio “yo” como individuo y como ser social, en este último caso porque inevitablemente somos seres que vivimos en comunidad con nuestros semejantes y nuestra respuesta a las relaciones con los demás van a depender de nuestra fortaleza interior. En definitiva se trata de ser mejores y para ello son necesarios una serie de principios éticos, morales y de respeto hacia los demás, de tolerancia y de bondad.

Quizá, a muchos les suene esto a moralina, y están en su derecho de pensar lo que quieran, pero lo que es cierto es que esa espiritualidad, el labrar nuestro propio “yo”, no sólo con conocimientos sino con virtudes y comportamientos nobles, inevitablemente también hará más felices a los demás. Porque nuestra aceptación también está en aceptar a quienes nos rodean tal  y como son, con sus virtudes y sus defectors, llevándonos a un estado de satisfacción que indudablemente va a influir en nuestro  propio bienestar y, por consiguiente, en nuestra felicidad.

Debemos aprender a ser mejores nosotros en vez de decir a los demás como tienen que ser,  y de estar siempre apuntando con un dedo acusador a todo cuanto nos rodea, así evitaremos vivir en continúa crispación con nostros mismos y con el mundo exterior. Debemos hacer un alto en el camino creando sinergias entre todos y no  destrucción, nuestra y de los demás.

 
 
 

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