A vueltas con la prisión permanente revisable
No querría contradecirme con mis opiniones anteriores en contra de la prisión permanente revisable, aunque mi sentimiento de impotencia y repulsa a la violencia machista y al asesinato de la zamorana Laura Luelmo me hace pensar y replantearme de nuevo tal cuestión.
Lo cierto es que, en otros países donde subsiste la cadena perpetua, incluso la pena de muerte, me lleva a considerar la ineficacia de este tipo de condenas por delitos de sangre, pues no sólo no disminuyen sino que incluso aumentan, estando muy por encima de las tasas de mortalidad por homicidios y asesinatos en nuestro país, uno de los más seguros, colocándose en el décimo cuarto puesto con menos crímenes del mundo, teniendo menos delitos que la media europea pero más personas encarceladas.
Legislar en caliente, modificando el Código Penal a golpe de la casuística por los delitos de los que estamos hablando o de cualquier otros, nos lleva a una vía poco eficaz, además del peligro de no cumplir con el principal objetivo del Derecho Penal que es la rehabilitación del preso que, dicho sea de paso, en momentos como el acaecido en el que se sesga la vida a una joven como Laura me importa más bien poco, pues el sentimiento de frustración e incluso venganza hace que me pida el cuerpo el deseo que, quien lo hizo se pudra en la cárcel, quizá donde debería haber estado por su larga trayectoria delictiva, habiéndose así evitado esta muerte de una persona maravillosa y comprometida socialmente contra la violencia de género.
Así pues, ante una medida demostrada ineficaz como la prisión permanente revisable, hace que nos preguntemos cuál sería la vía adecuada para poder combatir la delincuencia en este tipo de delitos, sobre todo contra este tipo de delincuentes, depredadores sexuales, donde también se ha demostrado que cuando se les deja el libertad, por penas muy por debajo de las que merecen, vuelven a reincidir.
Permítaseme utilizar un tweet de nuestra querida Laura, que dice así: “te enseñan a no ir sola por sitios oscuros en vez de enseñar a los monstruos a no serlo, ese es el problema”. Efectivamente, ese es el camino, reeducar no sólo al delincuente sino también a aquel sector social con una educación patriarcal que les lleva a considerarse mejores o superiores a las mujeres, algo tremendamente complicado, cuando delito es fruto de una anormalidad patológica y, cuando las prisiones, al margen del esfuerzo en dicha reeducación a través de programas penitenciarios encaminados a dicho fin, especialmente el de la reinserción, son una escuela de delincuencia por la convivencia con otros presos, donde el más fuerte y agresivo es el más respetado e incluso admirado entre los reclusos, apreciando la vida delictiva de los demás como un poder de supervivencia por imitación que luego llevan a la vida en sociedad.
“Efectivamente, ese es el camino, reeducar no sólo al delincuente sino también a aquel sector social con una educación patriarcal que les lleva a considerarse mejor o superior a las mujeres, algo tremendamente complicado, cuando delito es fruto de una anormalidad patológica…”
“Efectivamente, ese es el camino, reeducar no sólo al delincuente sino también a aquel sector social con una educación patriarcal que les lleva a considerarse mejor o superior a las mujeres, algo tremendamente complicado, cuando delito es fruto de una anormalidad patológica…”
Todos los que estamos siguiendo las noticas sobre el caso del que estamos hablando, dicho sea de paso, morbosas en cierto modo por la reiteración y por lo explícito en la exposición de los hechos, incluso aveces no contrastados por los periodistas, haciéndose eco de ciertas fases de la investigación, aún sin concluir, o tergiversándolos; hemos oído como su autor confeso en las diligencias policiales, se negó a participar en los citados programas mientras estuvo en prisión, tratándose de una persona sumamente violenta que, incluso llegó a agredir a algún funcionario de prisiones y amenazando de muerte al guardia civil que lo detuvo en su anterior asesinato. Por lo tanto ¿sería la solución mantenerlo en prisión permanentemente evitando de esta manera que estos individuos constituyan un peligro social, como de hecho son?.
Esta pregunta hace que vuelva al inicio de esta exposición en cuanto al planteamiento de la pena de prisión permanente revisable para que no constituyan una amenaza social. Y, por lo tanto, la respuesta debería ser afirmativa, a pesar de la ineficacia en cuanto a la reinserción social del penado. Pero éste no es el objetivo de dicho tipo de condena, sino la protección de un valor superior cual es la vida o la integridad física de las víctimas, potencialmente todas las mujeres que viven pacíficamente en sociedad en el caso de las agresiones machistas y sexuales; pero también de toda población en general que gozamos de nuestra libertad con respeto a los derechos y libertades del restos de personas que nos rodean.
No debemos de olvidar que quienes son responsables de este tipo de delitos son los que los perpetran, como el indeseable y mal nacido que ha causado la muerte de Laura. Son ellos realmente los responsables y nadie más, aunque los poderes públicos tienen el deber de poner todos los medios necesarios para proteger a las ciudadanas y ciudadanos de este tipo de personas; por ello, quizá mantenerlos entre rejas permanentemente sea la solución pues su hábitat no puede ser la calle por el peligro que representan, esto acompañado de otras medidas que lleven a la revisión de sus condenas cuando se tenga la total seguridad de que no volverán a reincidir, como los programa penitenciarios de reeducación y reinserción aludidos, tratamientos psicológicos o psiquiátricos, aparte de otras medidas cuando quedan en libertad tras el cumplimiento de sus penas, como es el seguimiento vigilado por las fuerzas y cuerpos de seguridad, y la información a la comunidad en que se integran del peligro potencial que pueden suponer.
Quizá algunos juristas, los más puristas, cuestionen mi formación jurídica al respecto, pero no puede hablarse de reinserción ante personas patológicamente peligrosas, salvo que irrefutablemente quede demostrado que han dejado de serlo, porque en casos como el que nos ocupa debe primar un bienes o valores jurídicos superiores como son el de la paz social e integridad física de las personas, desgraciadamente en la mayoría de los casos mujeres, pero también hombres y niños. Planteamiento, este último, que no debe hacerse desde el posicionamiento del deseo de venganza, que también, pues el delincuente debe pagar por el mal causado a la víctima, pero también por la deuda contraída con la sociedad en general por sus actos delictivos. En definitiva se trataría de proteger valores jurídicos superiores al de la reinserción, que ya se encuentra implícita en la condena, o al menos así debería ser, haciendo obligatorios la participación en los mencionados programas.
No existe justicia sino se equilibran o miden las penas en atención a los tipos de delitos y menos aún si las ciudadanas y ciudadanos de este país, de los cuales emana aquella según el artículo 117 de nuestra Constitución, no nos sentimos protegidos y seguros frente a los delincuentes más peligros y tampoco compensados por el daño social causado por ellos, no imponiendo los derechos del delincuente a los del resto de la sociedad, habida cuenta que las víctimas ya no puede ser compensadas desgraciadamente, pero sí sus familiares y el resto de la sociedad, aunque el coste penitenciario, otro de los aspectos sometido debate, aumente. Coste que tampoco debe ser excesivo si tenemos en cuenta que los encarcelados por delitos de sangre constituyen una minoría entre la población recursa cuya condena es por otros delitos menores o patrimoniales.
En conclusión, y echando mano de los Derechos Humanos, no se pueden negar los derechos del recluso, ni eliminarlos, ya que eso nos convertiría en una sociedad despiadada e injusta, pero, tampoco, podemos anteponerlos a los de las víctimas que son las que realmente pierden el valor más preciado que es el de la vida.
Finalmente, sólo me cabe un deseo, que en el próximo años llueva sobre este mundo un poco más de humanidad y justicia, y que no se produzca una víctima más, ni por violencia de género ni por cualquier otro tipo de motivación perversa y anormal.