EL VERDADERO CASO DEL MÉTODO DEL DOCTOR PLUMA Y DEL PROFESOR ALQUITRÁN

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Mi locura es sagrada, no la toquen (Salvador Dalí)

 

En  Enero de 1973, el psicólogo David Rosenhan desveló los resultados de un experimento que había estado llevando a cabo con el objeto de demostrar la validez del diagnóstico psiquiatrico y del resultante  ingreso en instituciones  psiquiátricas.  Con tal efecto, el profesor Rosenhan, consiguió introducir nueve pacientes falsos – voluntarios y compañeros suyos- en diferentes instituciones psiquiátricas estadounidenses argumentado  sufrir alucinaciones auditivas,  – decian escuchar el sonido “thud” -, una onomatopeya en lengua inglesa que representa el sonido que hace un objeto indeterminado al caer, logrando de esta manera el ingreso durante un promedio de diecinueve días:

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La única manera que estos voluntarios o falsos pacientes consiguieron ser dados de alta fue dándole la razón a los psiquiatras, admitiendo padecer la esquizofrenia que les fue dianosticada, fingiendo estar curados para poder conseguir finalmente ser dados de alta o puestos en libertad tras un tratamiento a base de drogas  antipsicoticas.

Este experimento fue un auténtico desastre para la psiquiatría que sufrió un duro revés. Hasta ese momento los profesionales de la psiquiatría gozaban de una reputación inquebrantable en el siglo dorado de la psiquiatría y del psicoanálisis que dominaban los campos no sólo de la sanidad sino también de la política y la economía.

La respuesta de muchas de estas instituciones fue retar a que Rosenhan repitiera el experimento y volviera a mandar a falsos pacientes a sus hospitales y que en esta ocasión  serían detectados. Rosenhan accedió y un par de meses después, los hospitales que habían pedido que se repitiera el experimento declararon triunfalmente haber detectado un total de 41 falsos pacientes a lo que Rosenhan contestó que no había enviado ni un solo falso paciente a ninguna de esas instituciones .

Por supuesto que la psiquiatría ha evolucionado mucho desde los años setenta del siglo pasado y, desde la perspectiva de los más cínicos del siglo XXI,  el experimento de Rosenhan no es importante porque puso en entredicho la metodología psiquiátrica de su momento. Quizás su relevancia estribe, en nuestro entendimiento actual, acerca de lo qué es la cordura.  Según la Organización Mundial de la Salud, una de cada ocho personas en el mundo sufren un desajuste mental, siendo la ansiedad y la depresión los estados más comunes, hasta el punto que los expertos hablan de una epidemia de problemas de salud mental que, según estudios, ha sido exacerbada por la pandemia del COVID.

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Para el hombre de a pie, como yo, que no posee conocimientos académicos sobre la mente humana, todo lo que quedan son las preguntas. Porque este es un tema clave e importantísimo para esclarecer los misterios de la condición humana. ¿Cómo podemos integrar nuestros instintos primarios con nuestra necesidad de vivir en sociedades civilizadas de derecho?, ¿Hasta que punto ese compromiso puede afectar de manera negativa a la salud mental?, ¿qué está ocurriendo en nuestra sociedad actual para que exista tanta incidencia de ansiedad y depresión?… Solo me quedan las preguntas.

O quizás, siempre ha sido así y es la existencia de una ciencia dedicada exclusivamente al estudio y sanación de estos problemas lo que ha creado la situación. Podría ser que la observación afecta el resultado. Esta sería una conclusión del experimento de Rosenhan. Pero la depresion y la ansiedad existen. No me cabe duda alguna.

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El dolor y el sufrimiento del que nos habla la Primera Noble Verdad del Budismo hace más referencia al dolor psicológico que experimenta el ser humano a lo largo de su vida que quizás el mero dolor físico. Los Budistas fueron los primeros en entender la importancia de la salud psicológica.

Otra conclusión es que la locura es el estado natural del ser humano. Ya decía Jung aquello de “Muéstrame alguien que esté cuerdo y yo me ocuparé de curarle.”

No hace falta ser un psicólogo para saber que es imposible sobrevivir a la vida sin perder la cordura. Aunque solo sea un poco.

Los que estén cuerdos, que tiren la primera piedra.

 

 

 

 

 

 

 

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