Jean Paul Sartre: “Nuestra única forma de escapar del autoengaño es la autenticidad”.
El uso del término “autenticidad” nos acerca a los conceptos “real”, “genuino” o “verdadero”; e “inauténtico” a los conceptos de “falso”, “fraude” o “impostor”.
Pero no son más que juicios de valor, ideas de deseos de liberar a los individuos de las limitaciones de sus propias limitaciones socio históricas, para establecer el ser como un potencial ilimitado: libres de ser lo que queramos, libres de los valores del pensamiento instrumental o calculador de las exigencias e ideologías sociales.
Significa que tenemos que usar nuestras potencialidades como seres libres para superar circunstancias desfavorables, luchar o protestar contra situaciones desagradables o injustas. Pero como “seres auténticos”, al mismo tiempo “heredamos y elegimos” nuestras propias posibilidades.
Entonces, al trascender nuestra condición socio-histórica, nuestro objetivo debería ser estar libres de restricciones, libres de “esos otros” y ser fieles a quienes somos.
La elección individual es importante. Pero vivimos en comunidad y esto nos define y moldea como individuos a la luz de una colectividad.
Con la noción de libertad como elección espontánea, Sartre define qué es ser un auténtico ser humano. Consistiría en elegir de una manera en la que se refleje la naturaleza del “para sí” como trascendencia y facticidad. Parece estar estrechamente relacionado con Heidegger, ya que involucra un modo de ser que exhibe un reconocimiento de que uno es un Dasein. Sin embargo, la concepción de Sartre tiene claras consecuencias prácticas.
Lo que requiere una elección auténtica es que implique una adecuada coordinación de trascendencia y facticidad (carácter de lo que existe de hecho y está desprovisto de necesidad), evitando los escollos de una expresión descoordinada del deseo de ser.
Esto equivale a no aferrarse a “sí mismo” como libertad y facticidad, porque la falta de una coordinación adecuada entre trascendencia y facticidad constituye mala fe, ya sea a nivel individual o interpersonal.
Esta noción de autenticidad es diferente a la que, a menudo, se tergiversa popularmente como una actitud típicamente existencialista, es decir, una priorización absoluta de la espontaneidad individual.
Por el contrario, el reconocimiento de cómo nuestra libertad interactúa con nuestra facticidad exhibe la responsabilidad que tenemos de tomar las decisiones adecuadas. Son elecciones que no están atrapadas en la mala fe.
El pensamiento de Heidegger ha aportado muchas ideas frescas y penetrantes sobre nuestra propia existencia humana. Nos acerca al dicho socrático “conócete a ti mismo”. Pero, actualmente vivimos en un entorno que está profundamente conectado: la globalización marca nuestro mundo contemporáneo.
Heidegger insiste en la elección individual de nuestra existencia en línea con el liberalismo. Sin embargo, a pesar de haber ganado autonomía individual, permanecemos conectados con todos y con todo lo que nos rodea.
El reconocimiento del otro y el peso de todo a lo que estamos conectados, nos destina a entrar en el mundo de la preocupación diaria, y es dentro de este mundo de preocupación donde construimos nuestras vidas, a partir de las decisiones que tomamos y de lo que hacemos a diario.
La noción de “otro” y de “otredad” (o alteridad), son muy importantes. Todos compartimos una humanidad común, pero cada uno tenemos una cierta singularidad y una perspectiva única del mundo.
La experiencia individual es valorada, pero cada individuo siempre está involucrado con los demás. Nos encontramos en los demás y los demás en nosotros mismos. Por lo tanto, la teoría de Heidegger de la existencia auténtica e inauténtica no puede estar en el ideario dentro de la actual situación mundial, globalizada.
La pregunta importante es, ¿qué autonomía nos queda en esta sociedad de masas?