Pulsó “Enviar” y cerró el ordenador. Su postrera publicación, “Los sabores que no volverán”, su despedida de las redes sociales. Miró alrededor para saborear por última vez la magia de compartir una receta. Necesitaba destilar los miles de horas que había pasado en esa cocina, recuperando platos que estaban olvidados, inventando otros nuevos y contando cómo hacerlos para que otros millones se animaran a cocinarlos. Esos seguidores perdidos, engañados por la Inteligencia Artificial. Una lágrima densa como la miel se deslizó por su mejilla.
Recordó su mundo veinte años antes. Un lugar en el que cocineros con gran talento compartían conocimiento en redes sociales de forma libre, aceptando las críticas, comentando las recetas y entregándose a sus seguidores. Esforzándose en explicar las recetas de forma sencilla y original para que las personas disfrutaran al leerlas y se animaran a cocinarles. Viajando por el mundo para descubrir nuevos platos y formas de prepararlos. Invirtiendo diez veces más tiempo en la idea de lo que querían cocinar, la compra de ingredientes y la explicación de la receta que en lo que se tardaba en cocinar.
Evocó la aparición de la Inteligencia Artificial y la promesa de que iba a mejorar la vida de todos. Las personas ya no tendrían que buscar y comparar recetas, sería la Inteligencia Artificial las que propusiera a cada uno las que mejor se amoldaban a sus necesidades y limitaciones sin tener que perder el tiempo. Y, además, les iba a ayudar en todas las tareas: haciendo la compra necesaria, programando sus electrodomésticos para que cocinaran y buscando los maridajes perfectos.
Seguía llorando. Pensando en que eso no sólo pasó en el mundo de la cocina, fue algo global. La Inteligencia Artificial sedujo a la sociedad y las personas dejaron de ser críticas, de buscar noticias en diversos medios, de comentarlas, de protestar. Y también recordó que los generadores de opinión se fueron rindiendo y abandonando: cada vez les seguía menos gente e importaba menos lo que decían. No merecía la pena el esfuerzo.
Había muchos que habían pulsado el botón “Publicar” por última vez y lo habían dejado. A Paco le había llegado el momento de hacerlo. El último de los grandes cocineros de internet se rendía. La decisión había sido dura y difícil de aceptar. No por un tema de vanidad sino por la rabia profunda que sentía sobre lo que implicaba para el futuro: en unos años todo el mundo iba a cocinar lo mismo, lo que otros iban a decidir por ellos. Al igual que toda la sociedad iba a pensar lo que otros quisieran. La Inteligencia Artificial iba a devolver a la humanidad al tiempo de los manuscritos en los que unos poco decidían lo que era el conocimiento real.
Se sirvió una copa de Oporto para saborear la última receta, en lugar de un fado puso música de Antonio Vega y se dispuso a llorar en calma el resto del día. Muy despacio, como se debe hacer un cocido o un morteruelo, con cariño como el que se debe aplicar a los productos que compras, disfrutando en momento como el sentido del olfato te permite saborear la comida sin probarla, emocionado como cuando cocinaba una receta que le había enseñado su madre o su abuela.
Estuvo horas sentado en esa cocina, muchas, no sabía cuántas. Vio como el atardecer daba paso a la noche y recordó los cientos de cenas con familia y amigos en los que habían disfrutado de la comida. Rememoró las risas, las charlas, las confidencias y las discusiones. Se imaginaba un futuro en el que no sólo las comidas fueran iguales sino también las personas.
No le quedaban lágrimas. Se fue a dormir. Casi por costumbre cogió el teléfono que había dejado en silencio para ver las estadísticas de su publicación. Tenía más de cien llamadas y miles de mensajes en redes sociales. Pese al cansancio dedicó horas a leerlos. Comiendo chocolate y bebiendo café e infusiones para mantenerse despierto.
Amanecía cuando terminó de leerlos y de contestar. Estaba agotado pero feliz, quizás había una esperanza. Paso las siguientes horas en una especie de nerviosismo enfermizo, cocinando, haciendo fotos y escribiendo. Pulsó “Publicar” y cerró el ordenador. Su nueva publicación, “Los sabores que no nos van a robar”.
Me ha encantado.!!!
Deseando el próximo!