Noruega y su negocio petrolero han estado estrechamente entrelazados durante varias décadas. El descubrimiento de vastas reservas de petróleo en el Mar del Norte a fines de la década de 1960 transformó a Noruega en uno de los mayores productores y exportadores de petróleo del mundo. Esta industria sin duda ha traído inmensa riqueza y prosperidad económica al país.
Los Noruegos han sabido explotar sus fuentes de gas y petróleo sin contaminar su propio país donde la fuente principal de energía es hidroeléctrica. Noruega ha sabido convertir su petroleo y gas natural, que vende al resto del mundo, en una fuente de inversión financiera perpetua de la que cada ciudadano se beneficia directamente a través de unos fondos de inversión públicos creados hace veinticinco años resultando en aproximadamente unos 185.000 euros de pensión por ciudadano Noruego. De manera que, uno no puede hacer otra cosa que aplaudir ante todo esto y desear con cierta envidia que nuestros gobiernos hicieran algo similar. Sin embargo, al examinar el negocio petrolero de Noruega desde una perspectiva ecológica, se hace evidente que hay aspectos tanto positivos como negativos a considerar.
En el lado positivo, Noruega ha sido reconocida por sus esfuerzos en la gestión ambiental y la sostenibilidad. El país ha invertido mucho en fuentes de energía renovables como la energía hidroeléctrica, la energía eólica y la energía solar. De hecho, Noruega genera casi el 98 % de su electricidad a partir de fuentes renovables, lo que la convierte en uno de los productores de energía más ecológicos del mundo. Este compromiso con la energía renovable demuestra la comprensión de Noruega de la importancia de dejar atrás los combustibles fósiles y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Noruega ha sabido usar sus reservas de petróleo y gas para hasta cierto punto desarrollar por lo tanto otras fuentes renovables de energía.
Además, Noruega se ha establecido como líder mundial en tecnología de captura y almacenamiento de carbono (CCS), consistente en capturar las emisiones de dióxido de carbono de los procesos industriales y almacenarlas bajo tierra para evitar su liberación a la atmósfera. Los proyectos Sleipner y Snøhvit de Noruega han implementado con éxito los CCS, reduciendo significativamente las emisiones de carbono. Iniciativas destacan la dedicación de este país nórdico para encontrar soluciones innovadoras para mitigar el impacto ambiental de su industria petrolera.
Pero todo esto sigue basado en la explotación del petróleo y del gas. Así, la extracción y producción de petróleo traen como resultado la emisión de gases de efecto invernadero, contribuyendo al cambio climático global. Las reservas de petróleo de Noruega están ubicadas en áreas ambientalmente sensibles, como el Ártico, donde los derrames de petróleo podrían tener consecuencias catastróficas para los frágiles ecosistemas, como sucede con su transporte mediante con buques tanque que en caso de accidente pondría en algo riesgo aún más la vida marina y las comunidades costeras.
Otra preocupación es la relación paradójica entre la riqueza petrolera de Noruega y su compromiso con la sostenibilidad. Los ingresos generados por las exportaciones de petróleo han permitido a Noruega construir un estado de bienestar sólido, financiar programas sociales e invertir en educación y atención médica. Sin embargo, esta dependencia económica del petróleo crea un posible conflicto de intereses cuando se trata de hacer la transición a una economía más verde. El gobierno enfrenta el desafío de equilibrar el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental, ya que una disminución repentina de los ingresos petroleros podría tener efectos adversos en el sistema de bienestar social del país.
No obstante, Noruega ha tomado medidas para abordar estos desafíos y promover un futuro más verde. El gobierno ha implementado regulaciones y estándares estrictos para las compañías petroleras que operan en aguas noruegas, asegurando que se implementen medidas de protección ambiental; además del establecimiento de un impuesto al carbono sobre el petróleo y el gas.
A pesar de cierta ambigüedad ética (la manutención de un sistema ecológico a nivel nacional conseguida a base de la venta de petróleo a otras naciones) genera mi admiración por el hecho de que Noruega no quema su gas y su petroleo para generar electricidad: lo vende para generar riqueza que distribuye a todos sus ciudadanos desde la base social demócrata que características al llamado “Modelo Escandinavo.”
El problema es que estamos ante un modelo que no es aplicable al resto del mundo ya que responde a una serie de circunstancias particulares que no pueden ser replicadas en países donde la energía hidroeléctrica y eólica no son posibles a tal escala.
Bien es cierto que para resolver el problema del calentamiento global necesitamos un modelo, unas pautas a seguir que no existen porque para la humanidad este es un problema completamente nuevo.