YA NO ME REDUZCAS MÁS

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No equivoques la humildad de mi modestia
con tu afrenta de humillar
ni me digas cuando me hagas daño
que no quieres verme llorar.

Ya no quiero custodiar este secreto amargo
que me hace encoger de tamaño
cuando me vienes a amar.

Renuncio a tus menosprecios y a tus miradas punzantes
y al desdén de tu autoestima
que necesita anularme para usarme de peldaño
y así poder aumentar.

Quédate con tus reproches, con tu victimismo y tu toxicidad
y no me viertas tu ponzoña revestida
de buenas costumbres y beneficio moral.

Abandono tus agravios.
Arraigo en mi dignidad.

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