Solo los médicos saben lo que los demás quisiéramos entender. Solo los virólogos, los epidemiólogos, tienen capacidad de entender lo que todos quisiéramos saber. Y la ignorancia y la ansiedad son magníficos abonos para que crezca el miedo. Un miedo con un alto componente de irracionalidad, con un toque de desconfianza y algo de desinformación.
Es habitual en España copiar las medidas de otros países, que no siempre tienen que ser eficaces en el nuestro. Sucede con leyes que aprobamos porque han dado resultado en Francia, en Alemania, o en la Conchinchina, famoso territorio que está más allá de cualquier otro territorio que se nos pueda ocurrir, y que una vez promulgadas se muestran ineficaces o incluso contraproducentes.
Tampoco el Coronavirus de nuestras entretelas y contagios ha cambiado esta forma de actuar, pero no reparamos, quienes deben no reparan, en que los españoles tenemos nuestra propia idiosincrasia, y que ciertas medidas tomadas en otros lugares no tienen por qué funcionar en nuestro país aplicadas de la misma forma y en los mismos tiempos. Y estoy pensando en la inconveniencia de anunciar medidas restrictivas con antelación que producen pánico e invitan, inadecuadamente, a las medidas defensivas.
Yo entiendo perfectamente, aunque no comparta totalmente, la actuación de las personas que le anuncian que viene un tsunami a la zona en la que vive y lo primero que hace es coger un medio de transporte y alejarse de la “zona de riesgo”. Normal. Tal vez lo que ha pasado es que la medida, sin duda necesaria, debería de haberse tomado sin aviso previo y con una desdramatización mayor. Con una información más detallada y comprensible.
Porque todo lo que puede costar la vida a alguien es dramático, pero según como se comunique, según como se divulgue, ese dramatismo se convierte en el indeseado pánico histérico que obstaculiza las posibles medidas necesarias. O, lo que es peor, la asunción de la población de esas medidas como necesarias. Y esa falta de asunción lleva a los comportamientos inadecuados que todos vemos.
Intentemos analizar las informaciones que pueden dar lugar a equívocos entre una parte de la población y a las consideraciones que suponen:
- El coronavirus es un virus mortal. Claro. Todos hemos visto las estadísticas y los muertos producidos. Pero nadie consigue que la gente entienda, aunque se ha dicho, que no es más mortal que la gripe, o el sarampión, o la mayoría de los otros virus con los que compartimos nuestra vida diaria. Pero difiere de ellas en los recursos inmunológicos de los que disponemos y en el tiempo de expansión.
- El año pasado la gripe causó en España 525.300 casos y 6.300 muertos, cosa que, salvo catástrofe, no producirá el coronavirus.
- Entonces no hay de qué preocuparse. Sí, sí que hay de qué preocuparse. Los humanos necesitamos desarrollar defensas colectivas que nos inmunicen contra los ataques externos que podamos sufrir, lo que los médicos conocen como inmunidad de grupo, y que necesitan de un tiempo para desarrollarse.
- Hay que intentar, por todos los medios, que el contagio no sea incontrolado porque necesitamos tiempo y espacio para evitar muertes innecesarias. Tiempo para desarrollar, tanto naturalmente como mediante la investigación, la inmunidad necesaria que haga al coronavirus otro virus más, y no uno especial, y espacio en los recursos sanitarios de emergencia para que puedan atender a la población de riesgo que resulte contagiada.
- El objetivo es no contagiarse. Es cierto, pero no totalmente cierto. Como en toda enfermedad el objetivo primario es no tener esa enfermedad, pero en el caso de las infecciones víricas esa pretensión es casi una ficción, casi todos pasamos por el trance de alojar a los bichitos en nuestro cuerpo, a veces sin siquiera desarrollar síntomas, por lo que el objetivo real en este momento es no contagiarse ahora y no contagiar a otros.
- Si desarrollas la enfermedad y la superas, todo se ha acabado. No está claro, porque hay informes de China en los que se habla de recaídas en pacientes ya dados de alta. Pero no sabemos cuál es la fiabilidad de esos informes.
- Hay remedios caseros que inmunizan contra la enfermedad. Falso. Solo podemos confiar en el uso sistematizado de productos que los médicos consideren fiables, el resto es una suerte de mancia médica que solo puede conducir al tratamiento inadecuado de la enfermedad, tratamiento inadecuado que el mejor de los casos será simplemente inútil.
- Los de fuera traen la enfermedad. Cierto y falso. La xenofobia es una enfermedad mental que solo puede ampararse en la ignorancia y en la irracionalidad. Los contagios no son lineales, ni radiales, ni de ninguna otra figura geométrica reconocible. El virus ya puede estar en ciertos ámbitos sin haberse todavía manifestado. Otra cosa es que el movimiento incontrolado de personas aumenta el riesgo de expansión, si no se respetan el aislamiento y cuidados aconsejados.
Pero, tal como apuntaba al principio de estas letras, estamos tan obsesionados mirando lo que hacen los demás, que medidas toman, con qué tiempos, que nos olvidamos de mirar hacia nosotros mismos y evaluar con que armas contamos y que debilidades tenemos
Estas son las características peculiares con las que la crisis se afronta en España, y no todas son malas:
- El gobierno no ha cultivado la confianza de todos los ciudadanos con lo que su veracidad en cualquier tema está mermada, sin olvidar su debilidad y tendencia al fraccionamiento en las decisiones importantes. La última torpeza de la manifestación del 8 de marzo no ha contribuido, precisamente, a mejorar esta situación.
- Los medios de comunicación hacen la guerra por su cuenta y con el sesgo de algunas de sus informaciones están haciendo un llamamiento a la población más cerril para que puedan surgir brotes de xenofobia.
- A algunos, que vienen de un largo periplo de visión ideológica y frentista, en los dos lados, les cuesta desprenderse de esa perversa visión a la hora de enfrentarse a un problema sin ideología, y no contribuyen precisamente a crear el clima necesario de solidaridad
- El virus se enfrenta en este país a uno de los sistemas sanitarios más fuertes y preparados del mundo, y eso, que hemos construido entre todos a lo largo de los últimos años, tiene que ser nuestra fortaleza y nuestra confianza.
- Si bien los españoles somos bastante indisciplinados, la historia nos demuestra que, cuando llaman a rebato, pocos pueblos hay más solidarios, más creativos y más colaboradores que el pueblo español. La sanidad privada ya se ha puesto a disposición de la pública y la industria hotelera ha ofrecido su infraestructura para complementar la necesidad de camas e instalaciones. Y estamos hablando de la confluencia de tres sectores que se encuentran entre los mejores del mundo en su ámbito.
Habrá quienes quieran aprovechar estos momentos, no hay más que asomarse a las redes sociales, para intentar rentabilizar las posturas a favor o en contra del gobierno, de la oposición, o del sistema político, me parece una actitud torpe, miope, casi rayana en lo miserable. Ahora mismo, en la situación actual, el gobierno es mi gobierno y nos caiga más simpático o más antipático, nos parezca más o menos eficaz, es el único órgano con potestad suficiente para coordinar las acciones a tomar, y ojalá esté inspirado y bien asesorado para dirigirnos a todos con el menor coste en vidas y bienestar posibles. No hay otra. La oposición ya se ha puesto a su lado y es lo que toca.
Tampoco debemos de olvidar, sin dejar de alabar la función de los sanitarios de primera fila, el tremendo trabajo que están realizando esa segunda fila poco conocida de operadores de servicios de emergencia, de médicos de apoyo en despachos y teléfonos de consulta que no por no estar de cara al público son menos importantes para garantizar nuestra salud, los conductores de ambulancias, los farmacéuticos, los operarios de servicios urgentes e imprescindibles, los empleados de alimentación… todos aquellos que sin que se aprecie su trabajo evitan que nuestro mundo, la calidad de nuestra vida, entre en colapso.
Estoy convencido, absolutamente convencido, y la historia lo refrenda, que saldremos de esta crisis con mejores números de los previstos, con la satisfacción de haber actuado por encima de las expectativas, y la absoluta predisposición a volver a ser un pueblo alegre, festivo e indisciplinado, o sea, españoles.
Desde mi casa, a 14 de marzo del 2020