Las cloacas no generan mierda la limpian, proclama Villarejo recién salido de la prisión de Estremera, con las sabanas de la litera de su celda aún calientes. Lo tremendo de esa afirmación es que es cierta, aunque no es menos cierto que las cloacas también han producido mierdas a la carta. Ha habido mierdas institucionales, incluidas las mierdas reales, mierdas financieras, mierdas públicas y mierdas privadas, incluso ha habido mierdas episcopales.
Esto debe ser como las cornamentas, ya Ana María Drack cantó “que el campo inmenso de la cornúpetez habría que estudiarse y clasificarse con toda sensatez”, y es que por más que se intenten disimular antes o después terminan reluciendo y haberlas haylas en todos los ámbitos de las esferas antes citadas. Villarejo ha sido el alquimista de la mierda nacional y en su marmita ha cocinado entre otros ingredientes cuernos, debilidades, intrigas, ambiciones y mezquindades. Claro que para ser engullido por la mierda de la cloaca hay que valer y como con los cuernos, cito ahora a Sabina, “lo mejor es conseguir un marido que valga para cornudo” pues Villarejo estudiaba y clasificaba a los que valían para corruptos que, aunque crean lo contrario, no todo el mundo vale.
Sí, Villarejo ha generado más mierda de la que ha limpiado, la cuestión es que esa patente de corso de limpieza ha sido también aprovechada para utilizar en beneficio propio la insalubre tarea, por el bien de España, de la extorsión, el chantaje y la amenaza.
Amantes despechadas, empresarios sin escrúpulos, políticos espiados, banqueros, abogados, entidades…todos pretendiendo un cuenco de la poción mágica que se cocinaba en Torre Picasso por uno de los mayores conseguidores de la historia reciente de este País. No eran conscientes de la dádiva que contraían y que lo único que conseguían era alimentar la cocción con sus propias mezquindades. Como Caronte el barquero de Hades, encargado de guiar las sombras errantes de los difuntos de un lado a otro del río Aqueronte si tenían un óbolo, Villarejo los guiaba por un laberinto de influencias, corrupción y filtraciones, siempre que pagaran un óbolo o los que fueren necesarios, la diferencia de los cadáveres que ha paseado Villarejo es que, a pesar de haber pagado, seguirán vagando por el infierno judicial eternamente.
El muérdago cortado por la hoz de oro de Villarejo ha transmutado, en la mayoría de los casos, en cicuta para estos hambrientos de gloria y fortuna, mientras el comisario jubilado sigue teniendo el control del ventilador con el que seguir esparciendo la mierda que limpió; lo tremendo del caso es que para esparcir esta mierda se valdrá, paradójicamente, del sistema judicial, aprovechando las múltiples piezas judiciales en las que tendrá que declarar. Tendremos Villarejo para rato y mierda para mucho más, como en las películas de ficción, después de aparecer la palabra fin, cuando ya creíamos que el monstruo había muerto aparece un primer plano de unos de sus tentáculos regenerándose.