VIAJES INICIÁTICOS

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Hace casi ocho años que decidí iniciar un viaje, sin saber cuál era el destino, sólo conocía el punto de partida, y como toda decisión tiene un porqué, el mío fue encontrarme con un viajero que mucho antes que yo lo había iniciado. Un encuentro providencial, muy oportuno y beneficioso, tanto en aquel momento, como a lo largo de todo el tiempo transcurrido, pues una nueva vida se abrió ante mis ojos, como una respuesta a las múltiples preguntas sin resolver a lo largo de más de medio siglo de existencia, una nueva luz de consciencia, sin fin, más que la experiencia valiosa que me aporta y me sigue aportando cada paso dado.

Foto de Chris Buckwald en Unsplash

Sí, a medida que he ido avanzando en el camino, no sin encontrar múltiples obstáculos, el principal de ellos el darme cuenta que mi impefección es tan larga como mi vida y así será hasta el final de mi existencia en este mundo; he sido capaz de percibir y captar aspectos sutiles de la realidad en la que estoy inmerso que de otro modo hubiera pasado por alto, adquiriendo consciencia que estoy ante un largo camino donde la muerte física no es el final.

Sólo quienes hayan emprendido un viaje similar se habrán dado cuenta que no estoy hablando de un viaje físico, sino de un viaje al interior de nosotros mismos, conocido con el nombre de viaje iniciático,  cuyos antecedentes provienen de culturas y civilizaciones ancestrales y que persisten hasta nuestros días en muy variadas manifestaciones. Un viaje donde el medio de transporte es la propia conciencia para llegar a la supraconciencia, porque en la medida que seamos más conscientes de nuestra realidad individual y colectiva, iremos descubriendo parámetros que, al reconocer su valor, los interiorizamos y se hacen parte de nuestros esquemas mentales o protocolos de conducta.

De manera que, estamos hablando de un viaje transaccional, de una transmutación interior que en la filosofía alquímica se conoce con el acrónico: “visita Interiora Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem” o lo que es lo mismo: “Visita el interior de la Tierra, rectificando encontrarás la piedra oculta”, como forma de describir un proceso de búsqueda interior que debemos emprender para descubrir la verdad y alcanzar la autorrealización. En otras palabras, un viaje en el que iremos descubriendo que la verdadera sabiduría y conocimiento se encuentran en nuestro interior, sólo se trata de saber cómo encontrarlas.

Quienes realmente inician un viaje iniciático empiezan por descubrir que sólo en valores humanos, como la educación, el respeto, la honestidad,  el amor fraternal a nuestros semejantes, el perdón, la compasión y, un largo etcétera, que definen la moral, debe ser el punto de partida, moldeando nuestras acciones  a nivel individual y colectivo partiendo del  discernimiento entre el bien y el mal, no como una imposición dogmática, aunque allá cada uno con lo que cree, sino como una delimitación entre el caos y el orden. Un viaje donde el único premio es el propio progreso moral del individuo, sin medallas y reconocimientos exteriores. Siendo así, que de  manera progresiva nos daremos cuenta que se trata de una actitud ante la vida, descubriendo que tan importante es formarse, estudiar e investigar como hacer un ejercicio introspectivo y analizar cuáles son los valores y principios que estamos dejando a las generaciones futuras. Por lo tanto, se trata de una introspección dirigida por el bien como significado de vida t encaminada hacia el bien como finalidad de nuestra existencia, que supone un paso a un nivel mayor de madurez o de responsabilidad con nostros mismos y con el mundo con el que coexistimos.

Cualquier forma de introspección en el sentido expuesto constituye un viaje iniciático y muchas son las formas de recorrerlos, pero cuidado con ciertos guías espirituales, mediadores entre el mundo de los seres humanos y el otro mundo invisible o el de los espíritus, chamanes y charlatanes que a través de una magia negra basada en ritos supersticiosos, incluso satánicos, tratan de dirigir la vida interior de las personas.

Así pues, se puede afirmar que existen muchos caminos de transformación interior, incluso algunos cuyo punto de partida coincide con el recorrido de un camino físico, como el camino de Santiago que abarca varias rutas de peregrinaje que los católicos toman para visitar la tumba del Apóstol Santiago el Mayor en la ciudad de Santiago de Compostela, sembrado de numerosas manifestaciones de fervor, de consciencia, de hospitalidad, de arte y de cultura, que nos habla de manera elocuente de las raíces espirituales del Viejo Continente; el peregrinaje a la Meca para los musulmanes que, al igual que el anterior, no son más que una manifestación de la fuerza, la fez y la devoción de millones de personas; o el viaje iniciativo por el Tíbet, Nepal e India como soporte de las enseñanzas y la energía del canal búdico.

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Foto de Charlie Wollborg en Unsplash

Pero no siempre ha de vincularse con prácticas espirituales de una determinada  religión o a enseñanzas de canalización de energías o práctica de la meditación, es más, el auténtico camino iniciático debe ser libre, basado en la razón y en el conocimiento de uno mismo y del soporte vital de nuestra existencia con o sin creencias dogmáticas. Eso sí, precisan de una guía espiritual que tenga como metáfora el intinerario que hay que seguir para alcanzar la meta de una progresión interior mediante alegorías y símbolos que contribuyan a iluminar el trayecto, porque como digo Jiduu Krishnamurti hablando del «Templo Interno» : «Hemos hablado de la Verdad y de cómo lograr esta Verdad que es Felicidad. Os diré ahora que la Verdad, aunque abstracta, es para mí la encarnación de mi particular Instructor, la personificación de mi Amador. Si entrarais en un templo y vierais las paredes y columnas desnudas y nada sino la cáscara externa, os parecería frío y sin vida, pues aunque en un Templo haya cierto sentido de belleza estética y magnificencia, también necesitáis la imagen de vuestra creación. Todos tenemos un templo, pero cada cual ha de crear la Imagen el ídolo, la Belleza en cuyo torno podamos manifestar nuestro amor y devoción; porque si mantenemos el Templo vacío, como la mayoría de nosotros hacemos, no podremos crear.»

En esto consiste mi camino iniciático, en ser el constructor de mi Templo Interno dotándolo de la sabiduría, fuerza y belleza de la que soy capaz, hasta que la muerte me permita iniciar el camino hacia una nueva vida.

 

 

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3 COMENTARIOS

  1. «Todos tenemos un templo, pero cada cual ha de crear la Imagen el ídolo».
    Me quedo con esa frase, Feliciano.

    Gracias.

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  2. Como compañero de tu viaje, puedo confirmar que eres uno de los viajeros, con los que he coincidido, que más seriamnte, con más rigor y entusiasmo, enfrenta el camino y maneja las herramientas necesarias para construir su templo. Felicidades hermano del alma.

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  3. Hay que ser muy valiente para emprender ese viaje. Sólo los verdaderos hombres se atreven a poner un pie en ese camino.

    Magnifica muestra de pulido interior.

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