VACUNAS Y CONTROVERSIA

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Hemos estado meses y meses ansiando una vacuna contra el coronavirus, como un maná que nos permitiera dejar atrás el mal sueño de la pandemia. Ahora se han conseguido varias, consideradas de alta eficacia, el problema es su distribución y que todos nos podamos vacunar. Se pone a prueba la capacidad de hacerlo pronto y bien. No pocos dijeron, en público o en privado, que no tenían intención de ser los primeros en vacunarse -escépticos y temerosos de ser conejillos de Indias- y que esperarían a ver cómo evolucionaba la salud de los primeros en hacerlo.

De pronto, cuando fue anunciada la obtención de distintas vacunas -casi al alimón-, se generalizó la idea de que iban a funcionar y que nos iban a salvar de la pesadilla. Algunos cargos públicos se apresuraron a vacunarse, y lo hicieron de forma disimulada o a escondidas. La perspectiva social había cambiado ya de forma radical y fueron censurados por su prepotencia e incluso forzados a cesar. Ya no eran héroes altruistas de la humanidad o ingenuos inconscientes, sino vivales. Vaivenes que da la vida.

En cualquier caso, hay que saber que los expertos también se equivocan y que ninguna vacuna es del todo inofensiva. A mediados del siglo XX, un error en la fabricación de vacunas contra la polio produjo serias desgracias. Pero hoy día la regulación de los fármacos es incomparablemente superior, no tiene nada que ver. Es cierto que con frecuencia se abusa de los medicamentos, pero también que las redes sociales están plagadas de desinformación y de errores de bulto sobre la realidad de las vacunas en general. Leo que hace diez años (no tengo a mano datos más recientes) el 20 por ciento de los padres estadounidenses creía que las vacunas causaban autismo. El asunto es meter miedo sobre la ignorancia y traficar con la salud pública. No sólo hay intereses económicos nada sanos en la industria de los antidepresivos, también los hay entre quienes de forma sistemática desacreditan las vacunas.

El médico danés Peter C. Gotzsche señala en su libro ‘Vacunas’ (Capitán Swing) que los grupos negacionistas (o antivacunas) tienen tanto poder en los Estados Unidos que “los científicos han optado por autocensurarse en lugar de buscar la verdad”; denuncia, pues, que cedan ante timadores y charlatanes. Gotsche afirma que todo el mundo debería vacunarse contra el sarampión (modelo de vacuna beneficiosa) y que la vacuna contra la polio es uno de los mayores hitos de la investigación sanitaria (“es necesaria y punto”). Y qué decir de la vacuna contra la viruela, ya erradicada, pero que “provocó la muerte de quinientos millones de personas en los últimos cien años de su existencia”. Sin embargo, es taxativo al remarcar que nadie tiene por qué vacunarse contra la gripe; advierte que son productos biológicos con un riesgo de contaminación muy superior al de otros medicamentos. Insiste en que las vacunas contra la gripe están mucho menos extendidas de lo que se podría creer. Se muestra particularmente crítico con la ocultación de datos y plantea un análisis comparativo entre beneficios y daños: “En el ámbito sanitario, casi nunca se utiliza el término daños. Se habla de efectos secundarios, lo que es un eufemismo”.

Ciertamente, Gotzsche se muestra muy belicoso. Como profano que soy en la materia, he leído su libro y con tiento escribo sobre lo que a todos nos afecta. Él denuncia el conflicto de intereses que hay entre las agencias de medicamentos, la OMS y otras instituciones: “Las cuotas de los Estados miembros de la OMS –dice- sólo cubren cerca del 10% de su presupuesto; el resto lo aportan socios públicos y privados. Ese 90% donado por los socios influye en las políticas de la OMS”. La sombra de la duda está ahí, lo que nos faltaba en tiempos calamitosos. Me quedo con que no hay recomendaciones válidas a escala mundial, por ejemplo: el riesgo de contraer hepatitis varía de gran manera de un país a otro.

Con respecto a los casos de la Covid 19, este médico apunta lo que muchos legos ya han comentado: resulta imposible saber si una persona murió a causa del virus o teniendo el virus. Y compara el promedio anual de muertes en Estados Unidos por ictus o cardiopatías (unas ochocientas mil) con el total de muertes relacionadas con el coronavirus en ese país (a fecha de 12 de abril de 2020, unas veinte mil).

Sea como sea, intentaré vacunarme; cuando me toque.

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