UTOPÍAS, DISTOPÍAS Y OTRAS TOPÍAS

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Una de las funciones básicas de la literatura es captar, retratar, exponer los mundos que, aunque están en este, somos incapaces de ver por nosotros mismos. Toda obra de ficción, sobre todo de ficción, nos está presentando, en forma de trama e historia, un mundo paralelo al que el autor ha tenido acceso, y que expone para nuestro placer, como no, pero también para nuestro conocimiento.

Casi toda la ficción literaria se mueve entre mundos cotidianos donde los acontecimientos retratan un tipo de sociedad que los habita, haciendo de esos retratos una percepción personal que el autor tiene de la sociedad global que lo rodea. Podríamos, por tanto, calificar a toda la ficción de utópica, al menos en el sentido de irrealidad de los acontecimientos que retrata.

Porque ese es el significado real de la palabra utopía. Todos los mundos que difieren del real, del cotidiano, del que vivimos día a día, son mundos utópicos, son mundos que no existen, son mundos inalcanzables, inaprensibles, ilocalizables; son mundos que no pueden visitarse, y solo la imaginación y la capacidad descriptiva de un autor los pone a nuestra disposición.

Del mismo modo, solemos hablar de las distopías como el reverso de la utopía, como su frustración, pero, en realidad, las distopías son una forma perversa de utopía, unas utopías que reflejan una sociedad imperfecta, frustrante, en un futuro imperfecto. Las distopías, esos futuros indeseables que de forma tan exhaustiva retratan algunos autores, se obtienen mediante  una proyección de las peores actitudes actuales hacia el futuro, intentando extrapolar las consecuencias de esos comportamientos erróneos del presente.

Así que no existen las utopías, las distopías y otras topías, como forma de contraponer los logros de la humanidad en un futuro, más o menos cercano, como parece habernos inducido a pensar cierta forma de leer ficción, sobre todo ciencia ficción, o anticipación, todo lo que no es real es utópico, sea bueno, malo, regular, presente, pasado o futuro, de izquierdas o de derechas.

Utópico es Macondo, utópica es la Estrella de la Muerte, como utópicos son Alicia, Pinocho, la madrastra de Blancanieves, Alonso de Quijano, o el ratoncito Pérez. Personajes y lugares que no existen, “fuera del lugar”, que es, etimológicamente, lo que significa utopía.

Pero si nos atenemos a la percepción habitual, no semántica, de los términos, y a nada que hayamos recorrido un poco la literatura anticipativa, observaremos que existe una tendencia clara, a lo largo de la historia, a describir distopías de todo tipo: de izquierdas, de derechas, sociales, tecnológicas, económicas, religiosas, incluso raciales. Cada autor de distopías proyecta sus peores temores hacia un futuro posible, en el que esos temores se han sublimado y convertido en la base ideológica de la sociedad. Con el hambre como protagonista (Soylent Green), la guerra (“Mad Max”, “El último hombre vivo”, “Terminator”), la cultura (“Fanrenheit 451”), la economía (“¿Sueñan los Andoides con Ovejas Eléctricas?”), la biología (“La Amenaza de Andromeda” , “El Último Hombre Vivo”),las ideologías (“Metrópolis”, “El cuento de la Criada”, “1984”), los avances científicos y tecnológicos (“Un Mundo Feliz”, “Robocop”, el universo de “Parque Jurásico”), sin olvidar la variable E.T. (“La Guerra de los Mundos”, “El Bosque Oscuro”), el futuro nos ha avisado de casi todas las aberraciones imaginables, y a las que parecemos fascinadamente abocados.

Y no se puede hablar de futuros, de utopías y de distopías, sin mencionar al hombre que puso en nuestras manos la Máquina del Tiempo, para poder visitar todos los futuros posibles de la humanidad hasta la muerte del planeta. H.G. Wells, el autor que se negó a a describir una sola utopía, y apuntó, acertadamente, una secuencia de distopías probables,  hasta el inevitable final.

Claro que también existen los futuros utópicos en el sentido en el que Tomás Moro ideó y titulo su obra, ese mundo futuro en el que la humanidad consigue sus ideales de libertad, equidad y justicia, basta con leer a autores como Úrsula K. Leguin o al propio Tomás Moro, para entender que la humanidad también podría encaminarse a un futuro más benigno que el presente, y más esperanzador, pero no parece que el discurrir social y político actuales den para mucha esperanza.

Tal vez nos falta un ejercicio imprescindible, un punto de reflexión que conecte nuestro presente más rabioso con esos futuros posibles. Con esos futuros distópicos que, cada día que pasa, cada decisión que nos es escamoteada, cada ley de educación, ideológica o recaudatoria que permitimos, cada votación en la que seguimos consintiendo el poder de los mediocres, el gobierno de las minorías, la destrucción de la clase media y el abismamiento de la clase más necesitada, cada día en el que el poder sigue en manos de élites autoproclamadas en función de la sangre, de las siglas, de la economía o de las armas, se hacen más cercanamente amenazadores; es hora de poner nombre a los miedos, es hora de decir claramente a donde nos lleva cualquiera de las opciones que se nos permite elegir, en detrimento de nuestro propio criterio, es hora de proyectar los futuros que elegimos y saber si la proyección es reflejo de nuestras esperanzas.

Yo voy a hacerlo, y, con todos los matices que el tema admite, voy a nombrar la distopía a la que cada uno de los partidos mayoritarios nos llevaría en caso de gobernar sin oposición, sin límite de poder y de tiempo. Elimino en este ejercicio a los partidos nacionalistas, porque su simple existencia ya es una distopía en el presente, y localistas, porque su futuro coincide con el de la problemática de la que han nacido, y confío en la inteligencia de la mayoría de los lectores para que donde pongo unas siglas, sean capaces de asimilar todas las siglas semejantes. Veamos, de izquierda radical a derecha radical, unas siglas, una distopía, y, si cuadra, una breve explicación.

 

  • Podemos. ”1984”. Orwell hizo un perfecto análisis de la permanente manipulación del lenguaje, de la post-verdad, de la autojustificación de la élite para manipular, de la apropiación de la voluntad ajena mediante el sometimiento, al precio que sea. Carentes de libertad, de equidad y de justicia
  • PSOE. El actual  “Un Mundo Feliz”, el PSOE tradicional, posiblemente “Blade Runner”. En “Un Mundo Feliz”, la élite vive de espaldas a los salvajes (los ciudadanos), pero decidiendo y legislando para ellos, desde un mundo irreal del que no se sienten responsables, solo propietarios y usuarios. El pueblo es la excusa, la satisfacción de la élite ideológica el fin, el absoluto desprecio hacia cualquier valor que se interponga, el medio.
  • PP. Dependiendo del grado de liberalismo de la cúpula dirigente, nos moveríamos entre “Soylent Green” y “Blade Runner”. Las élites económicas, representadas por el poder de las grandes corporaciones, supranacionales, intocables y omniscientes, decidirán el acceso del resto de la población mundial a los recursos básicos, a la tecnología, a la salud, a la educación, y a las oportunidades.
  • Vox. El Cuento de la Criada. La otra cara, el mismo horror, de 1984. Una sociedad tóxica, una élite cerrada, y una absoluta falta de libertad, de equidad y de justicia.

Y ahora sí, en la próxima oportunidad que nos den, vayamos a votar con la papeleta en la mano, con la distopía en la cabeza, y depositemos nuestro voto con la misma resignación de que ninguno va a hacer lo que el mundo necesita, si no lo que sus intereses les aconsejen en cada momento.

Paso a paso, sin desmayo, hacia la distopía final. O, tal vez, hacia otras topías que ahora ni somos capaces de imaginar.

P.D.: Mi agradecimiento a Miguel Escudero, colaborador de esta publicación, cuyo último, y magnífico artículo, ha despertado este.

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