“Well, she was just seventeen
And you know what
I mean.
And the way she looked Was way beyond compare.
So how could I dance with another?
When I saw her standin’ there.”
No dejaba de oír esa jodida canción de los Beatles una y otra vez, mientras tú, con una guitarra eléctrica colgada del hombro, no dejabas de comer una extraña fruta muy parecida a las cerezas. Estabas muy sexy, de eso no había ninguna duda.
Un chaval muy parecido a James Blunt se acercó a mí y me preguntó algo acerca de mis gustos musicales. No le respondí. Seguía con mis ojos dibujados en esa foto que formabas tú, una Fender Estratocaster y aquellas extrañas frutas.
De alguna manera conseguí levantarme del desconocido lugar en el que me encontraba y, con un swing al más puro estilo de Louis Prima, le supliqué a Paul McCartney que se fueran él y sus otros tres escarabajos al lugar donde amargan los pepinos. No se lo tomó muy bien, pero con un poco de ayuda de Eduardo Mendoza que casualmente pasaba por allí y la promesa de que algún día los fish and chips conseguirían igualarse a un espeto malagueño, aquellos cuatro guiris salieron de mi campo visual en un abrir y cerrar de ojos.
– ¡Joder! ¿Pero no decías que el paciente pesaba ciento quince Kilos? ¡Pero si no llega a los setenta y cinco! ¡Le hemos enchufado más propofol que a Michael Jackson el día que la palmó! ¿Ha venido con alguien?
– Si, doctor. Con ese chaval. Creo que es su hijo ¿Le llamo?
– Hazme el favor…
En aquel ínterin y con el hermético silencio de tenerte frente a mí como si fueras un miembro de The Bangles, me dio por llorar; no por nada en especial, sino por esa razón por la cual los japoneses siguen cazando ballenas; o sea, por gusto.
– Entonces ¿Eres tú el hijo del paciente?
– Sí, sí doctor ¿Pasa algo? Desde que ha salido de la colonoscopia le veo, no sé, extraño. No deja de mirar hacia aquella pared y de insultar a los Beatles ¿Entra dentro de una recuperación normal?
– No, no es lo habitual. Nos hemos pasado con la sedación y tu padre, cómo lo diría ¿Lo está flipando? Pero se le pasará, no te preocupes. En una hora o así estará como nuevo.
– No, si no me preocupo. Para una vez que estábamos de acuerdo en algo… Yo tampoco soporto a los cuatro de Liverpool ¿Y usted?
– ¡Joder, no los aguanto!
Sé que nunca dejé de ser yo mismo. Una enfermera de pupilas dilatadas me metía cogido de la mano. De nuevo la jodida realidad: La Jiménez Díaz, el calor, rostros de hormiga. Un presente lleno de nudos gordianos regresaba.
– ¿Estás bien, papá?
Asentí tartamudeando tres veces con la cabeza.
– No, no me encuentro bien, tío. Estaba mucho mejor hace diez minutos Por favor, llévame a casa.
En ese momento, a uno de los figurantes que pasaba por allí le sonó el móvil:
“Well, she was just seventeen
And you know what
I mean.
And the way she looked Was way beyond compare.
So how could I dance with another?
When I saw her standin’ there.”
– Joder, los putos Beatles otra vez… No los aguanto.
– ¿En serio papá? ¡Si antes te encantaban!
– Pues ahora, no. Me caen gordos. Sobre todo el McCartney ese.. es un pedorro.
– Creo que esto va a ser el comienzo de una hermosa amistad, padre…
– No me seas cinéfilo, Boy.
– Sabes que no puedo evitarlo.
– Lo sé ¿Conocés a alguien que venda Fender Estratocaster?
– Pudiera ser…
– ¡Ése es mi niño!