Después de cuarenta años intentando hacer de España un país moderno, democrático y autosuficiente, los españoles nos encontramos con todo lo contrario, tal vez porque las bases instauradas en aquel 1978 en que se aprobó la Constitución no fueron las acertadas, tal vez porque quienes han sido nuestros representantes, elegidos democráticamente en las urnas no hayan sido lo suficientemente dignos para el cargo, o tal vez porque los ciudadanos de Norte a Sur, de Este a Oeste, no hemos sido ni somos lo suficientemente democráticos como para aceptar las reglas del juego y estar a la altura de lo que se exige para una convivencia pacífica y de compromiso de unidad dentro de la pluralidad y multiculturalismo que forman los diferentes territorios que integran el país. Eso, sin olvidar, la continua contienda que en el intento democrático de la Segunda República dio paso a una guerra civil con sustento en un patriotismo de imposición y no de decisión.
Así es España, un país que, a pesar de un Texto Constitucional que proclama la unidad y la solidaridad entre todos los territorios o Comunidades Autónomas, sigue dividido e incapaz de ponerse de acuerdo, posiblemente por establecer en su origen un marco competencial diferente para las denominadas Comunidades históricas y el resto; con una mayor transferencia de competencias a las primeras, lo que posiblemente las haya llevado a considerarse diferentes, que lo son, sobre todo en cuanto a la pervivencia de sus derechos forales y/o de identidad territorial; y por ello la consecuencia del deseo de algunas de ser más fuertes e independientes que el resto.
Cierto es, que el camino de imposición de algunos de los territorios históricos basado en el concepto de autodeterminación, no ha sido el mismo, pues mientras en el País Vasco la violencia fue el camino seguido por los desalmados terroristas de la izquierda abertzale, secundado por parte de la sociedad civil, fruto de un nacionalismo radical; sin embargo, aunque en la contienda abierta por el pueblo catalán no ha existido una violencia tan extrema y mortal, se sigue el mismo criterio de imposición, lo que también se traduce en el mismo secesionismo a la fuerza y sin respetar las reglas básicas de convivencia que todos nos hemos impuesto, no ya con la promulgación de la Constitución Española, no aceptada por algunos y por otros considerada como obsoleta, pero sí mediante normas menores que amparadas en aquella, todos absolutamente todos, hemos discutido, votado y aceptado a través de nuestros representantes en el parlamento español, donde los nacionalistas no sólo han tenido representación, sino que además, han dado su apoyo para conseguir mayorías parlamentarias a gobiernos estatales elegidos en las urnas utilizando la contraprestación como pago a sus favores, obteniendo prebendas inalcanzables para otros, sobre todo en el tema de la financiación y en el ámbito competencial al que se ha hecho mención anteriormente.
En definitiva, el chantaje siempre ha sido el arma utilizada por los nacionalistas, y lo que para ellos un día fue normal y entraba dentro del juego democrático, también por ellos utilizado por conveniencia, hoy día no lo es. Dicho de otra manera, lo que en un tiempo les sirvió hoy no les sirve, amparándose en un Derecho Internacional que no sustenta de ninguna manera su pretensión de independencia, manipulando, por no decir engañando, a un pueblo sediento de cambios en un país donde la insatisfacción democrática ha sido el denominador común, sobre todo en el momento actual donde la crisis, no sólo económica ha dado al traste con el estado de bienestar, sino también la crisis de valores que nuestros representantes políticos han potenciado con una corrupción galopante permitida no sólo por los dos partidos políticos que se han sucedido en el gobierno estatal y en los autonómicos, sino por los propios ciudadanos que, inexplicablemente vuelven a votarlos fruto de una desidia o apatía social, donde la resignación en vez de la indignación y la lucha por nuestros derechos, es el máximo exponente de la falta de formación democrática que hace que no nos impliquemos en los asuntos que a todos nos conciernen.
“En definitiva, el chantaje siempre ha sido el arma utilizada por los nacionalistas, y lo que para ellos un día fue normal y entraba dentro del juego democrático, también por ellos utilizado por conveniencia, hoy día no lo es.”
La vacuna democrática del 78 parece haber perdido su eficacia ante un virus que a medida que ha pasado el tiempo se ha hecho inmune, y todo porque ni los gobernantes ni el pueblo han sabido y siguen sin saber estar a la altura de los valores y principios que rigen la convivencia plural en nuestro país, convirtiéndose y convirtiéndonos en demócratas de pacotilla incapaces de sentarnos a la misma mesa y hablar de nuestro futuro, de nuestras necesidades y diferencias. Pero esto es España, y así somos los españoles, lo mismo da donde hayamos nacido, vivido o estemos haciendo nuestra vida.