UN MUNDO FRANQUISTA

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Dice Amenabar que la España actual es la que ideó Franco. Yo no tenía suficiente confianza con el dictador para saber qué es lo que ideó para España, pero Amenabar, el celebrado director, tampoco.

 

 

Dicen algunos historiadores que su película adolece de bastantes inexactitudes, me temo que su discurso tampoco se ajusta excesivamente a la realidad. Eso sí, le garantiza el aplauso de un colectivo que, al menos parcialmente, considera que el ser populares, y estar ligados al mundo del arte, les permite opinar sobre cualquier tema, especialmente el político, con una fundamentación intelectual que no siempre se acomoda a la realidad. Saber actuar, o dirigir, o escribir, o pintar o cualquier otra actividad artística no permite suponer una espacial habilidad para interpretar la historia, ni da carta blanca para analizar una sociedad instalado en una verdad última.

Como bien decía al principio, yo no sé qué idea tenía Franco sobre la España que pretendía dejar “atada y bien atada” para el futuro, ni siquiera sé si su frase no era algo más que una frase para la posteridad. No sé si lo sabrán sus descendientes, dada su fama de hermético, pero lo que si tengo claro es que no creo que Amenabar disponga de información privilegiada sobre el tema.

Así que hay que suponer que lo que deslizó en su comentario no es otra cosa que un análisis personal, tal vez entornal (de entorno), sobre la situación política actual del país. Y si es así, que casi seguro que lo es, me voy a permitir discrepar de la forma de expresarlo y, fundamentalmente, del fondo interpretable de su declaración.

Establezcamos las bases de la discrepancia: el origen de la información. Yo viví el franquismo, a él se lo han contado. Yo conviví con sus hechos, sus maneras y sus consecuencias durante 22 años, a él se lo han contado. Yo viví las cargas bestiales de los “grises” en la universidad, a él se las han contado. Yo comenté, como tantos otros, que los obreros y los estudiantes volaban, ya que cualquier disparo al aire acababa con un muerto por arma de fuego, a él se lo han contado. Así que cuando hablo del franquismo, sin ninguna autoridad conocida ni pretendida sobre el tema, hablo de lo que he vivido, a él se lo han contado.

Y una vez establecida la base de la discrepancia ya estoy en condiciones de decir que dudo mucho que la España actual fuera la que Franco había soñado, ideado, diseñado. Dudo que Franco, en realidad en mi interior se agita una soberbia seguridad, preparara una España en la que hubiera elecciones, separatismo consentido, comunismo, socialismo y tantas otras cosas a las que él era refractario. Dudo que él ideara una monarquía parlamentaria con un parlamento con diferentes ideologías. Dudo, con una duda profunda y sentida, que Franco viera con ningún tipo de agrado o complicidad la España que hoy vivimos. Es más, estoy convencido de que fusilaría sin esperar al amanecer a todos los miembros de las cortes que permitieron la transición.

Otra cosa diferente es que se sonriera, lo de reír, al menos en público, parece que le era ajeno, viendo la trampa político-oligárquica en la que nos hemos metido, en este maremágnum de mediocres ideológicos, de justicia incapaz, de libertad formal, de partidocracia castrante, de garantismo lesivo, de sueños, al fin y la postre, rotos.

Porque si tengo claro que esta no puede ser la España que ideó Franco, también tengo muy claro, más claro aún que lo anterior, que esta no es la España que soñamos durante la transición, la España que alborozados saludamos con las primeras elecciones, la que abrazamos convencidos cuando votamos la Constitución.

Desgraciadamente, de alguna manera que no soy capaz de discernir ahora mismo, nosotros mismos hemos sido cómplices de nuestra propia frustración. De alguna manera vimos como escalaban los mediocres valiéndose de unas escalas ideológicas que no sustentaban ninguna base de compromiso, de afán de servir, de interés que no fuera personal, y los hemos legitimado.

También hemos asistido, unos de una forma distante, otros de una forma interesada, a la utilización sistemática y pertinaz de los fantasmas del pasado para intereses presentes. Hasta la saciedad, hasta el vómito, hasta la insensibilidad.

Supongo que lo que quería decir Amenabar, aunque no tengo más base para pensarlo que la que él tiene para opinar sobre lo que quería Franco, es que la España actual está muy distante de lo que muchos españoles quisiéramos, de lo que muchos españoles habíamos esperado, y que el fantasma del dictador se pasea de un lado para otro, según conveniencia, con una sonrisa soto bigote que diría: “¿No queríais caldo? Pues ahí tenéis dos tazas”.

Y es que Franco ya vale para todo, y franquista acaba pareciendo todo. Tanto que estoy convencido de que, aunque aún no lo han dicho, Trump, Salvini, Bolsonaro y Boris Jhonson, entre otros,  son franquistas, de la Europa y el Mundo que ideó Franco, franquistas de toda la vida.

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