No puedo cambiar mi pasado; pero sí mi presente. No puedo cambiar al otro; pero sí a mí mismo. Yo soy yo, mi circunstancia y lo que hago con ella; soy el uso, el significado, el propósito que origino, gestiono y aplico desde mi circunstancia, plasmándolo en la social realidad material.
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“¿Qué narices hago con mi vida?”
Curso segundo de Psicología y me paso la mayoría de mis horas procrastinando. Me gusta la psicología, pero la docencia que recibo de esta deja bastante que desear, en mis carnes. Espero a que el Grial me encuentre cuando soy yo quien debe salir en su busca.
No me apetece trabajar de camarero o en una oficina. Son trabajos honrados que ya he probado y no me satisfacen. Tampoco lo está haciendo la carrera hasta ahora. Mi actitud vital ora me convence a regañadientes, ora me hastía y me agota.
Quiero sentirme pleno, abundante, rebosante, vivo y vivaz. Quisiera alcanzar un nivel de paz interior, amor, satisfacción y agradecimiento mayor al que la copa que conforma mi interioridad es capaz de contener; quisiera ser sabio a la hora de compartir el excedente para que ninguna gota de tales sustancias se derramase en vano, si tal destino me fuese concedido.
Dispongo de los medios necesarios, por goleada. Soy verdaderamente afortunado. Me falta actitud, y mucha. Requiero de autodisciplina y para ello he de visualizar un/os objetivo/s claro/s, idear un plan de acción y manifestarlo decididamente. El destino que dibujaba el cumplido con el que me obsequió Manolo frente a todo el equipo podría realizarse.
Para ello he de ser claro y conciso, después terco, que no obcecado. Me mentalizo en qué sí puedo hacer hoy y lo hago. Reconozco qué no está en mi mano hoy y lo descarto. Camino y avanzo; prosigo. Aunque la utopía se aleje a cada instante en que yo dé un paso, esta me sirve para recordarme la dirección en la que, quizá sabiamente, dar el siguiente.
Me gustan los niños, los animales y la naturaleza. Me gusta el deporte, la belleza y la autenticidad. Me gustan las sonrisas, el sol y la oscuridad. Me gusta bailar, saltar y abrazar. Sé hablar y escuchar; aunque preferiría saber escuchar y hablar. Sé ser detallista y soy un desastre. Sé sentirme, pero a veces no sé desentirme; es decir, me cuesta horrores desenrocarme de mis propias emociones, de mi ego victimista, de mi yo no ideal. Sé estar y quiero ser. Sé idear y quiero hacer. Sé esperar y quiero crear. Por tanto soy, hago y creo. Cuestiono, rectifico y crezco; evoluciono, trasciendo: doy un paso hacia adelante.
A colación de mi escrito del trece de noviembre: tripulación y ancla.