Sí, sursum corda (arriba los corazones); tal y como decían los antiguos sacerdotes que se ponían de espaldas a sus feligreses y de cara al Altísimo que se encontraba en el Sagrario.
Levantemos los corazones y no nos rindamos. La verdad está siempre del lado de los justos, aunque cueste redimirla de las ataduras y de las cadenas que la obligan a estar velada a los ojos más neófitos. Es sólo la verdad la que nos hará libres, como dijo el Maestro de Maestros.
No, no pretendo hablar de religión, pero sí de religare; ese del cristianismo (hijo del platonismo) que es para mí un referente paradigmático, en la practica totalidad de mi pensamiento.
Una de las sentencias más firmes a la hora de levantar los corazones, es aquella que dijo el primer gran filósofo de la historia (porque todos los demás fueron “pre” con respecto a él): hombre conócete a ti mismo; fueron las palabras que Platón puso en boca de Sócrates, al referirse al Oráculo de Delfos. Ése que dejó su mensaje esculpido en piedra de dintel.
Cuando un ser humano emprende la tarea de conocerse a sí mismo, eleva su corazón, lo pone por encima del mundo, pero al servicio del mundo. Al aludir a esa sentencia de Delfos quiero referirme a aquello que está impreso en el alma humana, esa mayéutica con la que todos contamos.
Un alma cautiva por el mundo y su codiciada materia produce un corazón pesado que no puede elevarse. Cuando se van soltando las cadenas de lo superfluo y perecedero, comienzan a brotar las alas a la espalda. Sí, la alegoría de los ángeles caídos…; pues bendita alegoría que resucita la esperanza del vuelo; de la verdadera libertad, ésa que observa desde lo más alto.
Conocerse es buscarse en la profunda fosa y comenzar el camino de la escalera, agarrándose a cada peldaño como el niño que gatea, pero sube. La tarea más difícil y fructífera que un ser humano realiza es ese buceo interno que extrae valiosas perlas para engastarlas en el collar de la superficie, cual rosario del verdadero rezo.
Todos hemos escuchado decir: De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero…; también una sentencia repetida hasta la saciedad, pero comprendida de verdad por muy pocos que la extrajeron de su alma como a una de esas perlas.
A pesar de que no solo de pan vive el hombre; estamos obligados a alimentar la máquina biológica que nos contiene y para ello hacen falta pies y manos que caminen por la tierra y la cultiven. Las alas son al alma como las extremidades al cuerpo.
Por eso la razón debe ser también compañera, se basa en aquello que se puede cuantificar, sigue “El Método”. Las coordenadas sagradas de tres ejes: uno perpendicular que se eleva entre dos que permanecen paralelos y se subyugan a la fuerza de atracción. Lo que está fuera de esa trilogía queda también fuera de la lógica y la razón; pertenece al mundo de detrás del velo.
Vagar por las sombras te hace vagabundo que busca sin encontrar, como electrón errante; pero mirar fijamente al sol te deja ciego. De la caverna hay que salir sabiendo “las cuatro reglas”; esas que unas veces dividen tu vida entre la luz y la oscuridad, otras veces suman sueños, demasiadas veces los restan y pocas los multiplican.
No hay que pertenecer al mundo, ni que el mundo nos pertenezca; sólo comprender el mundo aunque él no comprenda.
Existen la vida y la muerte, pero ambas a pesar de existir son quimera. Existen la luz y la oscuridad, como también existen el bien y el mal…, los mundos paralelos; pero lo curioso es que infinitamente se buscan y nunca consiguen encontrarse.
No interesa “compañía de viaje” que no converja con nuestra línea en algún punto, para después dar la vuelta en bucle y converger de nuevo; en un baile que no nos separa sino que sigue marcando al compás los pasos.
No se espera sembrar semillas fructíferas en tierras baldías. Tampoco podemos obligarnos a comprender sin primero entender. Antes de intentar el vuelo aprendamos a caminar.
Ese “hasta luego” que hay que decirle al mundo, de vez en cuando, para retirarse a estancias interiores, también hay que decírselo a nuestras bailonas neuronas, cuando piden rock can roll, o lo que es lo mismo, evasión de lo real y fiesta loca que acaba en la resaca de haber pensado demasiado sin dirección.
la resaca por haber bebido demasiado pensamiento, no se alivia fácilmente, porque se negó la Noche Oscura del Alma a dejar que descansaras. No se pude “soñar” y barrer las estancias interiores. Todo permanece lleno de diminutas partículas de polvo, todo huele a humedad y moho, si no estás limpiando despierto.
Las preguntas más comunes con las que comienza el camino del desperezo son:
¿Por qué llegué hasta aquí? ¿Qué es fundamental aprender en este camino? ¿Algún día sabré qué es lo que necesito?
Son tantas preguntas y tantas respuestas grabadas en los dinteles de cualquier oráculo que si no fuera por el alma no reconoceríamos lo verdadero de lo falso. Sí, el alma dispone de bolita mágica, de péndulo, de báscula al fiel equilibrada…
Ese dicho tan trillado: Cuando no sepas que hacer sigue el camino del corazón. El corazón no se equivoca, pero necesita la herramienta de la razón.
De todas formas, un corazón ligero es un corazón sano y como a la cesta del globo que pretende elevarse hay sacarle lastre. Que hermoso es decir SURSUM CORDA.