TRAZOS Y SEGMENTOS: SIMPLEMENTE EL SILENCIO

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Amo las palabras, las amo mucho cuando dicen la verdad…y porque el verbo se hizo carne vibrando, las amo. Las palabras de los poetas son miel para el espíritu; pero por encima de las palabras amo la música, amo las flores, el agua, el viento, la luz del amanecer y el atardecer. Y nada de eso sería hermoso si no fuera acompañado del silencio.

Silencio entre las notas musicales, silencio en medio de un ocaso o contemplando el alba, silencio cuando dos corazones se comunican ajenos a todo menos a ellos, silencio que profundiza en sí y se hace absoluto obviando el ruido del mundo exterior para escuchar lo que el interior dice. Un poeta japonés, de cuyo nombre no me acuerdo, dijo y dice para siempre (porque los poetas nunca mueren): “El silencio es el capullo donde la oruga se transforma en mariposa y la nube se convierte en rayo”.

He sido siempre una gran charlatana; pero lo he sido conmigo misma y con mis muñecas, también he vertido casi convulsivamente mis palabras sobre un papel o, como ahora, sobre la pantalla de un ordenador; pero adoré, adoro y adoraré el silencio “por los siglos de los siglos…, amén”, porque él me lleva por caminos inexpugnables para la palabra, porque él me llena de notas musicales, de música interior, de paz y armonía.

El silencio, ¿qué decir de él que no se haya callado?…

Dijo también un sabio, que a veces “el silencio es la manera más sabia de responder…”. Así Sócrates, con su mayéutica, respondía a sus discípulos: “Como el oráculo de Delfos os digo: “Hombre conócete a ti mismo”.  La única manera de conocernos de verdad es a través del silencio, él y sólo él nos lleva hasta el fondo, hasta ese lugar donde habitan todos aquellos seres que nos configuran; lastrando unos nuestro aprendizaje y otros elevándonos. Conocer y saber reconocer a esos seres o “yoes” que se esconden en nuestro silencio es vital.

¿Por qué adentrarse en esos fosos de silencio a semejante profundidad?…; porque la verdadera vida está en lo profundo de nuestro silencio y también porque esos fosos esconden criaturas desconocidas que nos manejan y nos conducen, unas para nuestro bien y otras para nuestro mal. ¿Qué son el bien y el mal?; ésos son algo que te revelará tu silencio. Un filósofo chino dijo: “El silencio interno es el índice de evolución de los seres humanos, es la primera piedra del templo de la sabiduría”.

“El silencio es el elemento en el que las grandes cosas se unen”. ¿Quién lo dijo?, no lo sé, pero seguro que lo dedujo de su silencio. Por experiencia sé que nada habla tan alto como el silencio. Cuando mi madre se callaba y no me hablaba temblaba la tierra bajo mis pies; eso siempre me decía que algo muy inadecuado o poco bueno había hecho yo. La perseguía, como después a mí me han perseguido mis hijos, diciéndole: ¿Qué pasa, qué he hecho ahora…? Ella seguía en silencio. Yo acababa enterándome siempre y sin lugar a dudas de qué era lo que había hecho y me corregía sin necesidad de reprimenda. Nada tan duro de soportar como el silencio de los seres amados.

 Aun así, hay que distinguir entre “el silencio de los corderos” y “el silencio de los sabios”. También hay que distinguir entre el silencio de aquellos seres a los que hemos herido profundamente y el silencio de aquellos otros que nos quieren herir profundamente. El silencio es excelente siempre que no haya algo importante que decir, algo decisivo, trascendente, algo que levante el ánimo de quien nos escucha, algo que enriquezca la vida de los demás.

No hay que confundir la ausencia de réplica mediante la palabra, ante una acción o interpelación, con la ausencia de la voluntad de actuar como reacción a las mismas. Las palabras no suelen resolver los grandes conflictos, suelen ser los actos y muchas veces el silencio, quienes los resuelven; como en el caso de dos seres que se aman, pero que no quieren pelear por sus diferencias de opinión, para no herirse y es el silencio y un abrazo el que acaba haciéndoles comprender que el camino de la concordia y el entendimiento se haya justo en el medio de sus dos posturas.

Hablar por uno mismo y, sobre todo, desde uno mismo es un producto de haber permanecido previamente en silencio. La verdad no aflora con la charlatanería de los sofistas, que pueden defender tanto una opinión como su contraria; la verdad es patrimonio del silencio que estuvo expectante a todo cuanto sucedía en la realidad y no en el mundo imaginario que nos muestran nuestros cinco sentidos.

“El silencio interior es la capacidad de pensar sin cabeza, de volar sin alas, de caminar sin pies”; otro sabio sin nombre en mi memoria lo dijo, pero me caló hasta los huesos cuando, por la Gracia, lo practiqué. ¿Hay algo más hermoso que hacer música interior sin instrumentos?, ¿hay algo más vehemente que gritar sin grito de la garganta?, ¿hay algo más enriquecedor que verse sin espejo? y…¿más conmovedor que sentirse, no a través de la piel, sino de la carne, de las vísceras, de la sangre?

Sólo el silencio nos acerca a la verdad, sólo él puede abrir la puerta que nos aparta de ese mundo a donde debemos regresar. Un mundo de colores, olores, sabores, texturas y sonidos que reconocemos a lomos de un caballo alado, que posee un cuerno en la frente y que es blanco;  ese caballo del género fantástico, síntesis entre Unicornio y Pegaso.

Observando a los silenciosos se aprende tanto…Yo amo a los silenciosos, me inspiran, me conmueven. He conocido muy pocos seres así; pero sé que son enteros, sé que emplean pocas palabras, pero que por el contrario conocen muchos conceptos, entienden muchas imágenes y traducen todos los idiomas de corazones foráneos.

Conozco a un sabio que pasa por “loco”; camina siempre acompañado de uno o varios libros, a veces hasta con poca luz lo veo leyendo sin dejar de caminar. Es un hombre de biblioteca, un bello hombre. Un ser que parece de otro mundo…Un hombre de otro tiempo en este tiempo… ¡Es tan hermoso!

 “Silencio quiere decir que has puesto a un lado las fantasías, las memorias y los sueños…”, “El silencio es la explosión de la inteligencia. Me emocionan estos pensamientos y aunque se le atribuyen a Osho, creo que él sólo los copió.

 “Hay dos tipos de silencio, uno es el que cultivas y otro es el que llega”. Sí, así me parece; el silencio que cultivas es como estar sentado sobre el cráter de un volcán aparentemente muerto, pero que en cualquier momento puede saltar en erupción; el  silencio que llega es aquel con el que se recompensa a los que han llegado a culminar una de las metas más importantes del camino de la perfección. Cultivando el silencio, se cosecha el verdadero silencio, ese que puede escuchar la música de todas las constelaciones interiores bailando al compás de las que muestra la noche oscura.

CUANDO TENGAMOS ALGO QUE DECIR PARA ALIVIAR EL SUFRIMIENTO O  IGNORANCIA AJENOS, PARA DEFENDERNOS O DEFENDER JUSTAMENTE A NOSOTROS O A LOS DEMÁS; ¡HABLEMOS!, HABLEMOS ALTO, CLARO Y SIN DILACIÓN; PERO COMO DIJO UN SABIO, “ SI TUS PALABRAS SON MENOS SANAS QUE TU SILENCIO, ¡CALLA!”

USA BIEN EL SILENCIO, EL PROFUNDO Y SIMPLE SILENCIO.

1 COMENTARIO

  1. “El silencio me llena de notas musicales”.
    Que bella expresión Catalina.

    De una lectura reciente sobre los indios pieles rojas de Norteamérica, aporto esta frase de ‘Alce negro’, indio sioux oglala: ‘Solo en el silencio encuentra uno la plenitud’

    Ahí es nada.
    Me gusta la pasión con que escribes.

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