Siempre me pregunté, ¿qué son las mancias, por qué algunas son tan populares, tienen tanto existo y llaman tanto la atención?

Desde la adolescencia me fascinó el mundo de lo desconocido, esas experiencias que escapan, aparentemente, a la lógica y a las percepciones obtenidas a través de nuestros cinco sentidos…; pero existe también otro sentido al que solemos llamar “el sexto”.
Los primeros libros que leí sobre ese mundo de “más allá del velo”, me los regaló mi abuelo Manuel. Yo los elegí en un catálogo que un vendedor de enciclopedias, y otros libros, nos ofreció en una de aquellas visitas caseras, que estos “agentes” de editoriales realizaban puerta a puerta. Se titulaban y titulan, “El mundo de lo Ultrasensorial”, “Quiromancia”, “Universo prohibido”, “Alquimia” y “ El Mundo de los sueños” (a los que denomino de broma: “mi pentagrama iniciático”); todos de la editorial Plaza & Janés.
Desde aquella época nunca he dejado de leer libros “raros”, revistas y artículos relacionados con esos temas a los que yo llamo: “Temas del reverso de la lógica”. Los llamo así porque, según mi opinión, no son temas ilógicos o imposibles de entender por nuestras mentes racionales; sino que, simplemente, para entenderlos hay que darles la vuelta; es decir, hay que mirarlos desde la perspectiva de ese “sexto sentido” al que antes aludía.
Cómo mirar, si no es desde la lógica reversible, un mundo que nos muestra tiempos totalmente detenidos o sorprendentemente rápidos; seres que están a nuestro alrededor, pero a los que no podemos ver con los ojos de la cara; sonidos extraños que no proceden de una causa aparente, sincronicidades en forma de números capicúa… En fin, son incontables las experiencias que los humanos hayamos podido experimentar en nuestras vidas y, casi todas ellas, corresponden a ese tipo de recuerdos que, a veces, tratamos de olvidar o dejar en un oscuro rincón de nuestras mentes.
Volviendo a las mancias, decir que he practicado y practico, desde jovencita, el tarot (es mi mancia favorita); también me interesé por la escritura automática, el mundo de las runas, el de la numerología, el de la astrología, el de la quiromancia, el de los sueños…; eso que se suele llamar aprendiz de todo y maestra de nada.
Cuando sostengo entre mis manos una baraja de tarot y realizo una pregunta a mi alma, que responderé con una tirada, siento una sensación indescriptible; es un cóctel de sentimientos cuyos ingredientes son: miedo, atrevimiento, respeto, curiosidad, ansiedad, optimismo…; son tantas las emociones que se agolpan buscando protagonismo; tantos mis “yoes” compitiendo por dominarme.
Una vez las cartas sobre el tapete, hay que tener coraje y escuchar a esa parte verdadera que no nos miente; escucharla con valentía y aceptar su respuesta, sea la que sea… y, por supuesto, también sus consejos; porque el alma jamás dicta una sentencia sin dar un consejo, sin mostrar el mejor camino, sin hacerte ver las causas y sus efectos…
He preguntado, durante tantos años, tantas cosas; me he equivocado tanto por desoír los dictados de mi interior, que no me quedan años de vida para tratar de recordarlos todos y aprender. Sin embargo, también ha habido muchas veces que esas conversaciones, con lo más sagrado de mí, dieron su fruto y me salvaron de grandes peligros y errores que no me hubiera perdonado.
Todas y cada una de las mancias, conocidas y por conocer, no son más que el instrumento que nuestro subconsciente usa para hablar con nuestra alma. No hay nada raro, nada que sea antinatural. Todo pertenece al mundo de lo humano, sólo que es el mundo del reverso; ese que se encuentra una vez nos atrevemos a descorrer el velo del misterio para convertirlo en la entrada a una visión diferente, que nada tiene que ver con la que nos proporcionan nuestros cinco sentidos.
Por supuesto, sólo conozco una minimísima de minímisima… parte de lo que soy por dentro (todos por dentro somos inmensos; tanto como el infinito) y ni en un millón de vidas conseguiré conocerme; pero es un viaje tan apasionante, que estoy dispuesta a utilizar todas las mancias a mi alcance para tratar de seguir aumentando ese conocimiento.
El viaje de “las vidas” es muy corto y muy largo, depende de si queremos pedirle al alma que pare el tiempo o lo haga correr veloz. También está ese tiempo ralentizado en el que los pasos se sienten a cámara lenta y los sonidos e imágenes exteriores se distorsionan como si estuvieran hechos de una materia muy sensible al contacto con los simples átomos que danzan en “fuerzas opuestas”. Son tantas las sensaciones a las que nos transporta nuestro subconsciente…
Se pueden preguntar muchas cosas a nuestra “suma sacerdotisa”; pero esas cosas jamás deben perjudicar a nadie, ni tampoco desnudar la psiquis ajena sin permiso de su dueño. Nuestra alma no responde a cotilleos, lo sé por experiencia. Además, se “enfada” muchísimo si la curiosidad es malsana. Ella sólo responde a aquellas preguntas a las que yo llamo “de ley”; es decir, todo lo que nos incumbe particularmente, porque pueda llegar a ser un beneficio o un perjuicio propio y, como decía, jamás, jamás, jamás, nos dará una sola respuesta que pueda dañar a otro ser.
Por lo anterior, no creo en las “cabinas de feria” y demás lugares de similar calado, donde se echan las cartas o se leen las manos. Aun así, reconozco que, por curiosidad, en alguna ocasión, las he visitado y me han parecido un timo (el alma no da respuestas a cambio de beneficios materiales. Ella no se compra, ni se vende).

Para hablar con lo que realmente somos no necesitamos a otro ser que intermedie por nosotros, todos tenemos acceso a esa conversación y no hacen falta “mancias” (yo las uso porque me es más fácil la conexión a través del lenguaje arquetípico); es suficiente, por ejemplo, con sentarse tranquilos ante una puesta o salida de sol en medio de la naturaleza y comenzar el diálogo.
Esta conversación conmigo misma en forma de artículo, que comparto con quien me esté leyendo, comenzaba preguntando: ¿Qué son las mancias? y termina contestando:
Las mancias son una herramienta, que, si se sabe usar con conocimiento, respeto, valentía y amor, nos facilitan el diálogo más profundo, trascendente y necesario que podamo





