El árbol de la filosofía aborda esta cuestión desde dos ramas: la gnoseología y la epistemología; la primera se ocupa del conocimiento en general, la segunda más específicamente del científico.
Partiendo de lo anterior, yo me pregunto: ¿Acaso se conoce aquello que ayer fue irrefutable, empírico, demostrado y que hoy no lo es; aquello que hoy es irrefutable, empírico, demostrado y que mañana puede no serlo? Ayer la “fuerza de la gravedad” era “Newtoniana”; hoy lo es “Einsteiniana”…mañana, ¿qué será?
Aun así la ciencia se esfuerza por encontrar la verdad desde la pureza más absoluta y la asepsia más imparcial de la investigación. Siempre está dispuesta a ponerse a disposición de la revisión de todos sus postulados, aunque esto pueda resquebrajar toda su estructura y derribar hasta el último de sus baluartes. La ciencia es la gran heroína en busca del verdadero conocimiento.
Sí, el párrafo anterior está escrito desde mi hemisferio izquierdo; pero poseo también un hemisferio derecho que se niega a someterse sólo a esa episteme y que se recrea en las percepciones que le llevan a la gnosis desde la doxa, ese otro conocimiento proveniente de los cinco sentidos; pero, para mí, sobre todo del sexto…ese que no se explica con palabras, no es medible, ni cuantificable, tampoco posee estructura “real”, corpórea…
La eterna lucha entre el ser y el no ser; entre si la vida es sueño o vigilia; entre la realidad “demostrada y positiva” y “la no demostrada y negativa”:
– ¿Por cuál de mis partes me decanto?
– ¿Quién debe llevar la batuta?
– ¿Existe la síntesis perfecta del verdadero conocimiento?
– ¿Se podrá algún día llegar a una conclusión sin mácula que aúne a “Episteme” y a “doxa” en una nueva gnosis que conozca y reconozca al instante lo verdadero, partiendo de un “a priori” evolutivo al que todavía no hemos llegado?
Creo que racionalmente NO, no se podría; dado que si la existencia y la no existencia componen un todo infinito y opuesto de dos ejes “x” que comparten “y”, la realidad se anula a sí misma al sintetizarse en el punto “0”.
Siempre llego ahí; al origen. ¿Qué misterio guarda?, ¿por qué se esconde y no me deja saber qué significa?, ¿debo rendirme?, ¿debemos rendirnos?; NO, claro que no.
Nunca debemos dejar de llamar a la puerta de la verdad aun a sabiendas de que quizás jamás nos abra; puede que un día se despiste el portero…
Nunca debemos tomar a nuestra doxa, a nuestra opinión, por aquello que es verdadero; siempre debemos someterla a la continua revisión que vaya constatando con humildad y sabiduría qué se acerca más a la verdad…
Mientras tanto, particularmente me queda consolarme con Sócrates, el más honrado de los sabios, el que admitió sin complejos: “Sólo sé que no sé nada…”. No le hicieron falta ni la epistemología, ni la gnoseología, ni ninguna otra “Gia” y tampoco usó de la doxa; para llegar a la conclusión más genial de todas las filosóficas acerca del conocimiento; sólo usó la razón.
Yo admiro a los filósofos y a los científicos, porque buscan la verdad sin tregua y sin rendirse. Navegando en corrientes y “subcorrientes”, se esfuerzan como olímpicos para llegar a conclusiones y conclusiones previamente desarrolladas en tesis y tesis, en tratados y tratados…en teoremas y teoremas; son titanes del pensamiento y la investigación, merecen el más grande de los aplausos.
¿Qué es conocer…? Para mí, desde mi doxa, conocer es ir conociendo, buscando, investigando, filosofando…