Existe en la actualidad una corriente “ideológica” que no persigue fines humanos, sino interesados y propios. Esa corriente es a la que yo llamo “corriente simplista”; es decir: “cuanto menos sepa el rebaño de caminos, mejor para el pastor que los conduce por uno sólo”.
Bien, ahora me toca hacer una distinción obvia (pero me gusta regodearme a veces en lo obvio) entre lo que es simple y lo que es simplista:
- Simple es aquello que para todos se hace evidente, aquello que se mira, se observa, se siente y se entiende. Ejemplo: El sol sale al amanecer y se oculta al anochecer; si bebo agua apago mi sed; si duermo descanso… No hacen falta explicaciones para que el común de los mortales considere a las anteriores aseveraciones verdades incuestionables.
- Simplista, por el contrario, es aquello que se pretende hacer tragar como simple, pero que en su origen, transcurso y trascendencia es bastante complicado. Y no me refiero a que cuando se domina una materia con tres palabras no se pueda hablar de su atómica verdad; sino a que cuando se quiere reservar sólo para unos cuantos interesados una información, ésta se exponga al común de los mortales de una forma tan infantiloide (que no infantil en su pureza) que consiga que todas las ovejitas balen al mismo son.
En este sentido, critico en negativo la nueva tendencia de los poderes que manejan la educación y la información político-administrativa, que pretende hacer llegar los conocimientos o las causas y los efectos de las acciones o de las cosas, como si a nadie interesase saber :“cuánto trabaja la naturaleza para producir una manzana”; “por qué la libertad no está reñida con la justicia y el orden”…; “por qué se deroga una ley o se aprueba otra”; “por qué un acto administrativo debe ser transparente y argumentado en los párrafos anteriores a su parte dispositiva”; “por qué las leyes de educación son cada vez más lasas o más desfallecidas a la hora de sacar el genio que la mayoría lleva individualmente dentro”…
Bueno, a estas alturas de la lectura ya respondiste, lector, a todos esos porqués, no hace falta que yo te lo diga…
La comanda en los cursos de formación a profesionales que tienen que “reciclarse” y “encajar con los nuevos tiempos”, es que se usen pocas palabras, que de los adjetivos se escoja el más común para definir algo, que se vaya al “grano”, que no se den tantas explicaciones, que no se use lenguaje técnico (como si no existieran diccionarios o, mejor dicho, como si interesase que nadie quiera consultarlos)…; sobre todo, y me encanta usar aquí la ironía, porque si el “grano” al que hay que ir está infectado en su raíz, es mejor ponerle una tirita y tapar la pus (sí, es desagradable el ejemplo, pero más desagradable me resulta comprobar, a veces, como hasta la RAE cae en este vicio de la simplicidad y del todo vale).
Cuando algo es limpio, aséptico, higiénico, impecable, aseado, reluciente, ordenado…(me encanta regodearme con el rico castellano o español) da gusto mostrarlo de principio a fin, con todas sus connotaciones, sus andanzas y “des-andanzas” y no importa dar cuantas explicaciones sean necesarias para esclarecer el fondo del asunto; pero claro, es mejor redactar acuerdos o resoluciones, sobre todo si son relativas a la adjudicación de contratos públicos, que en su publicidad al administrado (administrado, que palabra más fea) no contengan todos los entresijos…
Asimismo, interesa ocultar la historia, la verdadera, la culta, la que investigan los “maravillosos ratones de biblioteca”; esa que es épica y valerosa no sólo en batallas defendiendo y conquistando, sino en arte, en ciencia, en filosofía…en cultura; esa que a un pueblo, como el nuestro, EL ESPAÑOL, nos haría saber dónde comenzó la decadencia y descubrir que: “de aquellos polvos vienen estos lodos”.
Por eso no me gusta la simplicidad, lo simplista, que muestra las cosas como si no tuvieran un por qué, o como si no importase el conocimiento; como si las personas, los habitantes de un territorio, de un PAÍS (con mayúsculas, carajo, llamado ESPAÑA) no tuvieran o hubieran tenido identidad, como si hasta lo que nos une tuviera que ponerse en tela de juicio, porque con “el divide y vencerás” se gobierna mejor; se pacta mejor teniendo más novios o más novias, aunque a veces se tenga que bailar con la más fea.
Yo bebí en mi ignorancia de fuentes equivocadas e interesadas, y tuvieron que pasar muchos años (esto es un ejercicio de auto-desahogo no de disculpas) para darme cuenta de que mi país no debe nada al mundo y en cambio el mundo le debe mucho a mi país…; ¿qué lo que digo es orgullo patrio desmedido y que suena a discurso populista de la ultraderecha?…me importa un bledo a qué suene; yo sé qué nacionalidad tengo y qué quiero para ESPAÑA.
Para España quiero lo mismo que un francés quiere para su patria, o un italiano, alemán, Ingles… (no digamos americano del norte: allí nacen amando su país, independientemente de que sean de Cansas o de Oklahoma) y si países con una historia reciente y de una etnia muy variada, como es el caso de Estados Unidos, consiguen que su población se sienta orgullosa de pertenecer a ese país, ¿por qué en el caso del nuestro tenemos que ser tan permisivos como para que nos dé casi vergüenza decir que somos españoles?
Me parecen estupendas las tradiciones regionales de España, sus distintas formas de hablar, su autóctona gastronomía, por no hablar de su variadísima climatología y paisajes…pero una cosa nos une y en esa cosa debemos estar todos a una (como los de Fuenteovejuna). Nos une nuestra historia común, nos une un país que lo es desde hace muchos siglos, nos une una raza, nos une una cultura, nos une un sentir común que no está muerto, aunque sí adormecido por tanto adoctrinamiento; ese sentir común se despierta cuando pisamos cualquier otro territorio del mundo.
Un español, un portugués, un francés…sabe que lo es cuando sale de su patria y eso es un sentimiento que deviene de lo cultural y hasta de lo genético, mal que les pese a los globalistas de mala voluntad y también a sus contrarios los nacionalistas; porque una cosa es QUERER HERMANAR A LA HUMANIDAD, con lo cual estoy totalmente de acuerdo, es una de mis utopías, y otra muy distinta es querer desposeer al humano de su identidad y sus raíces. También, por contra, una cosa es hablar con un acento particular y hasta usar de un dialecto erigido en lengua particular, o comer con unos gustos particulares…y otra muy distinta es negar la historia y la familia y decir que “tus padres no son tus padres”…
En fin, me he expresado con libertad, aunque me consta que muchos me lincharían o me llevarían al cadalso por decir lo que he dicho. Pero que tranquila me he quedado.
Todo comenzó, con lo simple y lo simplista. Las acciones políticas son simples en sus objetivos y simplistas en su presentación. La historia de este país es simple, yo la denominaría con una sola palabra, VALOR, y en esa palabra está tanto la valentía de sus guerreros y soldados, como la valía de todos sus personajes históricos en las distintas artes y materias. Al mismo tiempo las leyes de educación actuales son simplistas porque pretenden hacer de lo blanco, de lo rojo, de lo azul, de lo negro… un gris espantoso.
“Por España NO mataría, pero SÍ moriría”; Lo dice uno de mis hijos. Simple, no simplista.