TRAZOS Y SEGMENTOS: “LO POLÍTICAMENTE CORRECTO…” ¡VIVA QUEVEDO!

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Según la RAE, la política es:  1.- “ El arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los estados”. Y también: 2.- “Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos”.

De otro lado, la RAE define como correcto: 1.- “Aquello que no tiene ninguna falta, error o defecto”. Y también: 2.- “ Aquello que es acertado o adecuado a determinadas condiciones o circunstancias”.

Con las anteriores definiciones efectuadas por el “Templo de la Lengua”, yo he llegado a la conclusión de que lo políticamente correcto es: Aquella actividad que ejercen los que tienen o aspiran a tener el mando en sus manos y que siempre hacen aquello que se adecua a sus circunstancias.

En otras palabras, lo políticamente correcto es lo que le interesa al político y sus circunstancias…quizá por eso yo sea tan poco dada a que me guste lo “políticamente correcto” y tan dada a rebelarme contra todo aquello donde NO SE HALLEN la verdad, la libertad y la justicia…, no hablo ya de la fraternidad, la igualdad o el amor al prójimo, porque no quiero situarme en un púlpito; pero sí hablo de la MERITOCRACIA, ese sistema de gobierno, dentro de un estado, una empresa, una familia…donde según la RAE: “…los puestos de responsabilidad se adjudican en función de los méritos personales”.

Por supuesto, ahora voy a hablar de un país imaginario, que ninguno de vosotros, los lectores de este artículo, podría suponer o deducir cuál es:

En este país imaginario, al frente de su gobierno, han existido desde hace algunos siglos una serie de incompetentes y de secuaces que los acompañaban de tan vil calaña que seguramente habría que inventar palabras malsonantes para definirlos, dados los frutos de su política. En este país imaginario existe una casta gobernante, dirigida y vendida a intereses extranacionales y, por supuesto, personales; casta, a la que no le importa cargarse, no sólo ya, al propio país como territorio que es, sino a los ciudadanos que conviven en ese territorio; enfrentando a los unos contra los otros de manera radical…,ya se sabe aquello tan viejo que practica la sucia política del “DIVIDE Y VENCERÁS”.

Pues sí, es un país imaginario de cuyo nombre para qué acordarme, si la mayoría de sus habitantes están siendo adoctrinados para que lo olviden…¡¡¡ Ayyyy…Don Alonso Quijano…, esta “Iglesia y compañía” con la que hemos topado son todavía peores que aquella a la que tú te referías…!!!

Mi imaginario país tiene de todo, no le falta de nada para comenzar a ser como fue el más grande. Pero un país, una patria, no puede vivir sólo de las glorias pasadas, tiene que defenderse continuamente de quienes quieren borrarla del mapa. Yo amo inmensamente a este país imaginario. Cuanto más lo recorro, ¡en mi mente, claro!, más y más me maravillo de lo mucho que posee y de lo mucho que tratan de desposeerle…

Cada una de las provincias de este país imaginario posee bellezas arquitectónicas, naturales y, sobre todo, humanas, tan, tan, pero que tan…tremendas que sólo con que en el mundo existiera este sólo país imaginario ya habría merecido la pena la “Creación Divina…”; es más, estoy segura de que este país de mi imaginación fue el paraíso bíblico ¿AMOR A LA PATRIA IMAGINARIA…?, SÍ, Y MUCHO.

Cuando yo tenía diecisiete años y, como ahora, hablaba de un país imaginario, al que amaba y amo, sin entender de política, pero sufriéndola, escribí: “Piel de toro campesina, piel de toro bandolera, abrigo de panzas gordas, mal albergue de plumas y trabucos, reina de opresión y tiranía. ¡Qué pena me das…! (país imaginario), el valor, en mayoría, no va más allá del ruedo. A nosotros, bandoleros del siglo XX, corresponde cepillar el pelo de nuestra patria de pulgas y garrapatas. ¡No durmamos en la pajas!”.

Perdonad los versos panfletarios que escribí para ese país imaginario, en mi más tierna juventud,  pero que imaginariamente ahora también suscribo.

No me gusta hablar de la política que se ejerce en países imaginarios, porque sufro y sufro profundamente. No me gusta, repito, y hace mucho tiempo que no conectaba con las voces de los voceros de ese país imaginario (unos, voceros afines, y otros, de la otra afinidad), por salud mental y, sobre todo, porque más pronto que tarde aprendí que la política de los países imaginarios es el arte de la traición y la mentira y, lo peor de todo, el arte del beneficio propio a costa del ajeno. Además, aprendí que el “poder es corrupto por naturaleza”; y eso no es una frase hecha, es una tautología.

Yo no me considero en posesión de la verdad, tampoco tengo idea de como se podrían arreglar las economías y la vida social de los países imaginarios que, como el descrito, están pésimamente gobernados; pero sé que existen personas que sí están preparadas para, usando de la meritocracia, levantar a esos países y elevarlos a la altura que merecen.

De todas formas, leí hace mucho a Moro y su Utopía y, aunque esa utopía me pareció más una distopía; comparada con mi concepto de la libertad, la justicia, la igualdad de oportunidades, y el premio al mérito que defiendo; creo que supe ponerla en su contexto histórico y, por ello, admiro a Moro y su utopía… esa isla imaginaria. Igualmente, o más, admiro a Campanella y su Ciudad del Sol. ¡Qué decir de  Agustín de Hipona y su Ciudad de Dios…! Todos ellos imaginaron, igual que yo…

En fin, no quiero irme más por las ramas de este árbol de mi imaginación al que me he subido; pero a veces es necesario hablar hipotéticamente y no hablar de lo real; sobre todo, porque ciertos personajillos no merecen ser tratados como personajes, y no merecen, al menos por mi parte, ni que los nombre. Además, a buen entendedor… y seguro que los que estáis leyendo sois todos buenos entendedores, no porque me leáis a mí, sino simplemente por el hecho de que os gusta leer.

Comenzaba con lo políticamente correcto y resumo este artículo diciendo:

Para mí, no hay cosa más incorrecta, que lo “políticamente correcto”; por ello aborrezco todos los credos que se insertan en las cabezas dominadas y siento admiración por aquellos a los que se ha dado en llamar “conspiranóicos”, porque, al menos, ellos se molestan en querer averiguar la verdad. Por el contrario, repito, aborrezco a los que yo   LLAMO “COLABORACIONISTAS” PORQUE CALLAN Y OTORGAN…HASTA LO IMPENSABLE…para mí ellos son “LOS POLITICAMENTE CORRECTOS”, ES DECIR, SUMISOS Y COBARDES CIUDADANOS DE UN PAÍS IMAGINARIO.

Pido mil perdones, por haber sido tan dura; por eso no me gusta hablar de política imaginaria en países imaginarios, donde no hay libertad de expresión, ni democracia y  que están a años luz de la meritocracia. Lo siento… AH, NO SE ME OLVIDA, ¡VIVA QUEVEDO! Ojalá yo supiera hablar de mi país imaginario con la sublime sátira que usó Quevedo cuando habló de España.

4 COMENTARIOS

  1. Hola Catalina. Interesante artículo. Solamente una cosa: si por conspiranoicos te refieres a los antivacunas, a los terraplanistas, a los Q’Anon o a los revisionistas, ahí no vamos a estar de acuerdo. Si hablas de Ganivet, Larra, Joan Fuster o quienes, en general, no quieren comprar el discurso oficial, ahí sí nos vamos a encontrar.
    Y desde luego ¡viva Quevedo! El poeta digo… Y el cantante también.

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  2. Hola , Ignacio: como te respondí al correo que me has escrito, por “conspiranoico” me refiero a cualquier libre pensador que se atreve a cuestionar “verdades oficiales”, de las que, por lógica o hasta intuición, duda.

    La verdad absoluta sólo existe en el “Mundo de las Ideas”, por eso en nuestro mundo debe ser un derecho buscar la propia usando de la libertad; aunque esta libertad, también por naturaleza terrena, sea relativa…

    Muchas gracias.

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