TRAZOS Y SEGMENTOS: LA MÁXIMA DEL DÍA; LA VIDA ES UN ECO

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Todos los días tengo por costumbre, desde que era una niña y nos hacían reflexionar en el colegio sobre la máxima del día (que la profesora escribía a primera hora de la mañana en la cabecera del encerado), meditar en mi máxima o mi reflexión del día. Suelo hacerlo, ahora, buscando en internet; pero durante muchos años lo hacía abriendo por una página, al azar, libros de aforismos.

ECO

La frase de hoy, buscada por internet, era: “La vida es un eco, si no te gusta lo que estás recibiendo, fíjate en lo que estás emitiendo”.

Desde luego, darse cuenta de que la vida nos da aquello que le entregamos es difícil de aceptar, muy, muy difícil; pero si desalojamos de nuestras ideas la culpa ajena, enseguida aparece la responsabilidad propia. Es cierto que los demás nos pueden hacer daño y de hecho nos hacen daño; aun así, no es menos cierto que, a esas personas bien nos hemos acercado nosotros o bien las hemos atraído de alguna forma.

Si paseas de noche por el callejón oscuro de un mal barrio, lo más seguro es que te suceda algo muy desagradable, en el mejor de los casos; si le prestas dinero a un ludópata tienes un 99% de posibilidades de que no te lo devuelva; si no sabes conducir y te atreves a conducir un coche por la autovía, lo más probable es que tengas un accidente…

Pero en esos ejemplos no está aquello a lo que yo me refiero cuando quiero transmitir la conclusión a la que llego al reflexionar sobre la frase que nos ocupa. Para mí la verdadera emisión al mundo es producida por el ánimo, por el pálpito vital, por los pensamientos…; más que por ninguna otra cosa. Somos energía y esa energía está hecha esencialmente de ideas; eso, pienso yo, son las “IDEAS PLATÓNICAS”.

Muchas veces he comprobado que, si me centro en la fealdad de mi entorno, éste se vuelve cada vez más oscuro y más irrespirable. Sin embargo, sucede todo lo contrario cuando desvío mi atención hacía la belleza.

Es nuestro foco y sólo él quien dirige nuestras vidas, como la flecha que sale del arco por la destreza del arquero que fija su vista en la diana. Hay piedras en el camino, arroyos sin pasarelas y tormentas sin refugio. Aun así, las piedras pueden rodearse o escalarse; los arroyos pueden atravesarse buscando zonas adecuadas o construyendo pasarelas y los refugios pueden idearse…

Todos en el fondo sabemos que lo que digo es cierto, porque todos, sin excepción, hemos experimentado cuánto nos facilita la vida tener una mente (a la que ahora se ha dado en llamar) “positiva”; pero que podemos llamarla mente optimista.

El optimismo está, por moda, mal visto y los que se consideran más racionales prefieren profesar devoción al realismo; pero digo yo: ¿hay algo más realista que, a sabiendas de que no sabemos nada, entre dos posibilidades de futuro incierto (previendo los problemas y sus soluciones) dirijamos nuestros pasos por “el camino de la Alegría”?

¿Qué cuál es el camino de la Alegría? Pues es el camino de quienes saben que pueden equivocarse, pero también saben que ya es un gran error no seguir el pálpito de los buenos deseos, por miedo al fracaso.

¿Hay algo más cobarde y menos conveniente que no hacer nada o seguir haciendo lo de siempre, aunque no nos guste, porque cabe la posibilidad de que no salga bien?; ¡pero si ya no está saliendo bien haciendo lo de siempre…!

Nunca me ha gustado eso de: “Vale más pájaro en mano que ciento volando”, que triste historia. Tampoco el cuento de la lechera; ¿qué habría sido del mundo si no hubiera habido seres humanos que, llevando ese cántaro a la cabeza, no hubieran imaginado prosperar por temor a tropezar?

La lechera puede derramar la leche por no mirar al suelo; pero el idealista, el optimista puede construir desde ese cántaro a la cabeza grandes vaquerías y acabar rico de paso eliminando el raquitismo de los niños del mundo; porque todo lo que nos beneficia también beneficia a los demás. Sí, pensadlo; no se trata del beneficio propio y egoísta que detrae lo ajeno para el lucro personal, se trata de producir lo bueno para nosotros y que redunde en los otros.

Yo no soy un ejemplo de persona arriesgada o de sobresaliente valor, pero conozco y conocí a personas que sí lo son o lo fueron. Al escribir estas líneas también hago un ejercicio de optimismo para mí misma, lo confieso. Sé que todo lo que estoy diciendo lo sabéis de sobra, porque os considero personas inteligentes; aunque sólo fuera por el hecho de que os guste leer.

El mundo está muy necesitado de soñadores y de idealistas que pongan su foco en hacer lo que puedan por mejorarse y de paso mejorarlo. No olvidemos que mejorando nosotros mejoramos nuestro entorno; porque:

Tal y como comenzaba esta pequeña reflexión: recibimos lo que emitimos. Nos embellecemos embelleciendo; simple y sencillo, aunque no fácil.

 

 

 

 

 

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