De todos es sabido que la estética, como rama filosófica estudia la belleza a través del arte en general y la expresión y percepción de agrado o desagrado tanto del artista como del observador.
De otro lado el pragmatismo, como también es por todos conocido, puede sintetizarse diciendo que, es la rama de la filosofía que se encarga de unir experiencia y teoría, para después volver de nuevo a llevar esta segunda a la práctica (aquello que se denomina práctica inteligente).
En cuanto a la estética, como en cualquier otra manifestación del saber, ha habido a lo largo de la historia distintas corrientes o tipos clasificatorios, que resumiendo mucho son:
- Estética clásica: época grecorromana.- Los criterios que se tenían en cuenta eran los de armonía, moderación, justicia, prudencia. Por ejemplo, aquello del justo medio aristotélico. También, por supuesto, el concepto de belleza platónico: la idea de belleza o manifestación del mundo inteligible en el mundo sensible, “idea de la que no es posible dudar”.
- Estética medieval: época que abarca desde la baja a la alta edad media.- La estética ligada a la belleza o a la armonía, se asociaban con lo natural y lo natural a su vez con la creación divina. Toda belleza emanaba del Altísimo.
- Estética moderna: épocas del renacimiento a la ilustración.- Por ejemplo, el humanismo del renacimiento resucita a los clásicos; pero con un matiz de belleza, en cuanto a que ésta debe ser aprendida, cultivada y planificada. “La belleza espontánea no es tanta belleza”.
- Estética contemporánea: Abarca desde el siglo XIX a nuestros días. Arranca con el sentido estético romántico y va acogiendo a todas las demás vanguardias de expresión artística que se han ido dando hasta el siglo XXI.
Pasando ya al pragmatismo, decir que, al igual que la estética ha ido evolucionando de época en época: desde Charles Sanders Peire, que fue su fundador a finales del XIX y, asimismo, las valiosas contribuciones de William James y Johm Dewey; hasta las contemporáneas Susan Haack y María Baghramian; sin dejar de mencionar a quienes entre ellos están, como son, por ejemplo: Richard J. Bernstein, Richar Rorty, Donald Davisón o Clarence Irving Lewis.
En esencia el pragmatismo abandona el racionalismo, el idealismo, el trascendentalismo…, para centrarse en el empirismo y rechazar todo lo que tenga que ver con el dogmatismo. La verdad del pragmático es una verdad constantemente contrastada o puesta en tela de juicio, jamás una verdad entera ya hecha y finalista.
Cuando yo estudiaba filosofía, y nos tocaba el tema del pragmatismo, leí a algunos de esos filósofos de ahí arriba (a unos con más entusiasmo que a otros. Confieso que de los menos agradables hice chuletas para los exámenes). De esas lecturas extraje muchas conclusiones y hasta hubo por mi parte un acercamiento ideológico, que aún hoy pervive, hacia esta filosofía.
A Pesar de lo anterior, aborrezco el rechazo que el pragmatismo hace del racionalismo, el idealismo y hasta del trascendentalismo, que tanto han contribuido, igualmente, a tejer mi pensamiento (aunque mis conocimientos no son ingentes, ni mi capacidad filosófica sobresaliente).
Yo creo, como decía Aristóteles, que a hacer se aprende haciendo; pero también creo, como decía Platón, que la verdad está hecha de Ideas.
Volviendo a la estética, y permitiéndome opinar, decir que, para mí, el concepto de belleza coincide plenamente con el clásico: donde hay armonía, simetría, conjunción de lo genial y lo natural existe belleza.
Creo que son válidas todas las corrientes artísticas (faltaría más…), porque responden a la más grande de todas las ideas, la libertad; pero eso no quiere decir que disfrute con la observación del cubismo, por ejemplo (cuando tuve delante el Guernica en el Museo de Reina Sofía, no sentí nada agradable, ni valoré genialidad alguna, opino que se trata de una obra hecha con desgano y sin motivo…).
Aun a pesar de toda la retahíla anterior, lo que de verdad quiero expresar en esta pequeña reflexión es la necesidad que tenemos los seres humanos tanto de buscar la belleza como de buscar la practicidad. Cuando se consigue integrar esas dos ideas en una misma idea se llega a la forma perfecta, la que es válida para que todo prospere según el designio primigenio (venga éste de donde venga).
Observando la naturaleza nos damos cuenta de que todo cuanto existe en el medio natural compendia lo bello con lo práctico. Una flor huele dulcemente y tiene atrayentes colores, porque debe ser polinizada. Igualmente, todo proceso de procreación animal atiende a la belleza y a la armonía para la consecución práctica de la supervivencia de la especie.
Si me dieran a elegir entre lo bello y lo práctico…, me sería muy difícil renunciar a lo bello; pero, al final…, mi instinto de supervivencia creo que se decidiría por lo práctico. No me veo muriendo por la belleza.
No obstante lo anterior, prefiero tomar una simple sopa, servida en un precioso plato de porcelana, que se asiente en un deslumbrante mantel blanco de lino sobre el que también hay un jarrón con una rosa fresca…, que tomar el más elaborado de mis manjares preferidos en un plato estallado y feo sobre un sucio y mal oliente mantel.
A veces es muy difícil la elección, aunque otras no tanto; pero qué sería del mundo sin la belleza; es decir, sin la armonía…¿Hay algo más práctico?