Existen pocas cosas en el mundo que nos acerquen más a la calma que la contemplación de la naturaleza; ella es siempre generadora de la voluntad del SER; del verdadero, Ése que se encuentra sólo cuando caminas por la fina cuerda del funambulista, con el equilibrio necesario para no caer al abismo, intuyendo que ese abismo está sólo a un centímetro de distancia; sabiendo que, aun así, todo está bien y que se puede controlar cualquier acontecimiento que suceda; porque lo importante es seguir en equilibrio sin dejarse abstraer por nada más que por aquello que rellena todo tu ser desde la última a la primera de tus células.
¿Qué es la calma?, ¿qué es la contemplación? ¿Cómo conseguir ambas cosas?…: La calma es la certeza de que todo está bien, tanto dentro como fuera; es la paz que todo lo llena sutilmente, fijando la mirada en el abismo sin mirar; pero viendo. Las visiones de la calma suelen ser tan efímeras como una pompa de jabón; pero mientras duran, al igual que esa pompa de colores infinitos, te maravillan. Esas visiones de la calma son la contemplación. Definir la contemplación con una palabra que exprese su profundidad y grandeza sería, tal vez, decir: comprendo.
Comprender es muy distinto a entender. Se entiende un teorema matemático, se entiende la complejidad del lenguaje, se entiende que hay que regar una planta para que no se seque…; pero la contemplación no se entiende; sólo se comprende. Esto es así porque no se usa de la razón cuando contemplas; todo lo contrario. En la contemplación La razón se halla adormecida y sólo estamos atentos a percibir profundamente a través de nuestros sentidos, de nuestras vísceras y músculos relajados, de nuestra respiración sosegadamente dulce, de nuestro corazón que late casi sin latir…; es de ahí, de donde surge la contemplación que, por un instante, sabe que sabe.
Hay también cosas muy importantes a la hora de contemplar calmadamente; esas cosas tienen que ver con los sonidos, la temperatura y principalmente con los aromas. En mi caso los aromas son fundamentales par hallar la calma. El simple olor a ropa recién tendida, a hierva recién segada, a tierra caliente recién mojada…; el olor a jazmín, azahar, hierbabuena, lilas…Todo eso me transforma de inmediato, es como si cruzase una puerta hacia un universo paralelo.
Buscar la calma y encontrarla debería ser nuestro principal objetivo. El mundo que se asienta sobre el asfalto está muy necesitado de esa calma. Sé que sin ciudades el “progreso” no existiría, soy consciente de que este ordenador sobre el que ahora mismo deposito palabras no estaría a mi disposición, ni todo el resto de objetos que hacen de nuestras vidas unas vidas “cómodas”. Aun así, me pregunto: ¿qué es la comodidad en esencia, sino esa calma a la que me refiero? Para conseguir esa esencia de la comodidad, hay que conseguir primero la calma.
La vida sin la calma se transforma en agobio, en prisas, en estrés; en dolores de estómago, de cabeza, de articulaciones…La vida no es una buena vida sufriendo de todas esas dolencias y teniendo esos sentimientos. Vivir es sentirse y sentir desde lo profundo a lo exterior, instante a instante. Es dar importancia a lo que la tiene; es soltar la calma, por un momento, sólo si va a ser sustituida por la pasión, por la efervescencia de las lágrimas y las risas que brotan de un espíritu feliz, alegre contento…
En ocasiones hay que actuar partiendo de la calma, pero con contundencia, y ser tajantes en la lucha por aquello que consideramos justo. No usando de la violencia, pero sí defendiéndonos de los ataques ajenos.
Sí claro, la vida también es sufrir por las pérdidas, por sentirnos receptores de actos agresivos, por padecer enfermedades o carencias afectivas y económicas…Tantas son las dolorosas circunstancias que pueden llegar a asediar nuestras vidas; pero si previamente nos hemos fortalecido con la calma, estaremos mucho mejor preparados para superar todos estos acontecimientos.
Dijo Jacinto Benavente: “La vida es como un viaje por la mar: hay días de calma y días de borrasca; lo importante es ser un buen capitán de nuestro barco”.
A nuestro alrededor y en nuestro interior siempre hay belleza, la cuestión es saber encontrarla. Hasta en la más amarga de las calamidades se puede encontrar un reducto de paz y calma que nos haga contemplar esa belleza; sólo es cuestión de no rendirse a la desesperación, sino de rendirse al Todo que albergamos a la vez que nos alberga. No son palabras vacuas; son experiencias que cualquier ser humano ha tenido alguna vez en su vida. Hay que recordar al niño/a que fuimos, recrear en la memoria los juegos de ese niño/a, la capacidad de emocionarse con las pequeñas grandes cosas que lo/a rodeaban.
Una simple piedrecita con distintas vetas de color, una hormiga que titánicamente cargaba una hoja, las hondas en el agua que un pez dejaba después de su salto en el río, el arbusto a reventar de flores que caían sobre el pilón de agua…, la música sonando en el tocadiscos del abuelo; de niña todo eso me emocionaba y no me cuesta ningún trabajo traer al presente esas emociones; porque todas ellas están ahí, habitan vivamente en estancias de mi memoria.
Qué son las emociones sino energías…; ya se sabe, ni se crean ni se destruyen…son imperecederas y pueden volver transformadas desde sus capsulas de tiempo hacia nuestro presente. Resucitar la belleza es traerla a los lugares donde no se encuentra. Resucitar las lindas emociones es llenarnos de energías renovadas. Siempre se puede; porque el poder está a nuestra disposición. El poder es una barita mágica depositada en el fondo de nuestra memoria, esperando que la portemos en nuestra mano derecha y que con la izquierda, cual mago/a, señalemos a la Tierra que nos regalará gustosa aquello que le pidamos.
Sí, la magia habita en nosotros y no es nada raro ni fantasioso; es simplemente fantástico. Tiene el poder de transformar las cosas usando el tiempo a nuestro antojo, desde delante hacia atrás y desde atrás hacia delante. Así, en un instante, los sucesos imaginarios del futuro pueden ser disfrutados en el presente y los que se vivieron en el pasado pueden ser traídos al ahora. ¿Qué necesitamos para que eso sea posible? Necesitamos de dos cosas: de la voluntad, primero, y de la memoria e imaginación, seguidamente (la memoria y la imaginación son lo mismo, pero en distintos tiempos).
Cada ser humano tiene sus herramientas anímicas y su forma de procesar las emociones. Buscar la calma de la contemplación para hallar la certeza de la comprensión debe ser el objetivo.
Dice un viejo proverbio: “Allí donde el agua alcanza su mayor profundidad, se mantiene más en calma”.
Que yo sepa, hasta ahora, y pese a todas las contradicciones que todos los seres humanos llevamos dentro, en el Universo caben todas las posibilidades que podamos imaginar; y mantenerse en paz con uno mismo, navegando en medio de todas ellas, quizá sea la tarea más importante, que traemos a esta vida.
Así que la calma y la contemplación, son nuestras aliadas, en dicha tarea.
Un cariñoso saludo Cati.