TRAZOS Y SEGMENTOS: EL VALOR Y EL PRECIO

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DEDICADO A QUIENES VENDEN LA PATRIA POR TREINTA MONEDAS DE PLATA; porque La patria no es sólo un territorio, es aquello que muchos nos legaron dejando sus vidas por defenderla en muchas batallas; porque es nuestro hogar; porque es nuestra idiosincrasia.

¡Qué hay quienes no tienen noción de patria!, ¡qué hay quienes se sienten del universo, de la galaxia, de Marte, Venus, o la luna…! pues que las defiendan como patrias. Yo defiendo la mía, que se llama España.

Existe una idea equivocada sobre el valor y el precio y hasta refranes que avalan este error, como ese tan desgastado por el uso, que irónicamente dice: “Tanto tienes tanto vales”; pero todos, sin excepción, en el fondo de nuestras conciencias sabemos perfectamente que nada tienen que ver el precio y el valor y que en la mayoría de los casos son antagónicos.

Nada tiene que ver venderle la conciencia (el alma para los que crean, como yo, en ella) a la oscuridad de la materia solida, a cambio de lo contante y sonante de poseer esas treinta monedas de plata, que van a tintinear para siempre en la conciencia, desmereciendo todo lo conseguido por lo perdido.

El valor, el verdadero valor de las cosas y la valía o valentía de las personas no se halla, por supuesto, sólo en lo visible, en lo tangible, en lo cuantificable y ni tan siquiera en lo imaginable. Se halla cuando esas personas y esas cosas demuestran que pueden servir de ayuda y bienestar a lo demás y, por ende, a los demás; en ocasiones, referido a las personas, aun a riesgo de sus vidas en los momentos más críticos, en los más necesarios.

Decía el más joven de mis hijos, haciendo broma de los lujos superfluos frente a un escaparate de relojes demasiado caros: “¡Qué pena, mamá, cuando todos los que se gasten tanto dinero en esos relojes descubran que el tiempo es relativo…!” .

Ya lo creo, es una verdadera pena, dependiendo del precio (y no me refiero al dinero) que se haya tenido que pagar…; pero que conste que no estoy en contra del lujo, ni mucho menos. Aunque para mí no sea una necesidad, me gusta el lujo; ya se traduzca en joyas, vestidos, mansiones, coches…

Aun lo anterior, existe un lujo al que considero un superlujo, el más grande de todos los lujos. Ese lujo es la paz interna, la que te da el saber que no has tenido que pagar un alto precio por algo que no lo merecía y, hasta a veces, cambiar lo que no tiene precio por algo que no lo valía.

¿Qué no debe ser vendido?, porque no tiene precio:

  • Un amigo, un camarada, un ser amado, no deben ser vendidos.
  • Aquello que conforma tu idiosincrasia no debe ser vendido, ejemplo: la patria.
  • La dignidad no debe ser vendida.
  • A lo que aspira o ama el corazón no debe ser vendido.
  • La vocación no debe ser vendida.
  • La honradez no debe ser vendida.
  • La conciencia, el alma, no deben ser vendidas

Todas estas cosas que menciono no están relacionadas de mayor a menor importancia, ni de menor a mayor; porque todas son igual de importantes, como para no ser vendidas.

Todos nosotros a lo largo de nuestras vidas hemos tenido que vender alguna de esas cosas que menciono, en mayor o menor medida; “quién esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Todos nosotros alguna vez portamos el peso de esas treinta monedas de plata, porque actuar en contra de aquello que creemos justo, cuando defenderlo haciendo lo correcto supone enfrentarse a la mayoría o a los que ostentan el poder, es muy difícil, es muy doloroso y puede costarnos el bienestar, el rechazo masivo, la libertad y hasta la vida.

Yo me pregunto: ¿la vida, o sea este cascaron que nos alberga, vale más que la tranquilidad de la conciencia, más que la paz del alma, más que la dignidad humana…más que el sentido del deber…?

Alguien podría pensar que aquellos que no creen en la trascendencia humana, en la otra vida, en la existencia del alma…deben ser, por tanto, seres egoistas que se agarran a esta vida como lo haría una “tenia a un intestino”; pero he comprobado que no es así, sino a veces todo lo contrario. He conocido personas que no creían trascender esta vida y sin embargo estaban dispuestas a darla por una idea, por una causa, por aquello que consideraban justo y también he conocido personas que creyendo en la trascendencia, o diciendo creer, hacían lo contrario.

Sin embargo, la verdadera fe en la trascendencia humana no es una creencia que nos hayan inculcado (a los que creemos en ello, aunque no lo creíamos hasta que lo experimentamos), sino una experiencia.  Igualmente creo que el verdadero sentido patriótico no te lo inculca nadie, yo misma no daba valor al himno, ni a la bandera, ni a la patria y hasta me gustaba llamar al idioma Español, idioma Castellano; y es que los seres humanos no valoramos lo que tenemos hasta que estamos a punto de perderlo o lo perdemos.

Todo comenzaba con el valor y el precio y quiero concluir esta pequeña reflexión diciendo estas cuantas cosas de mi cosecha:

 

  • El valor es la valentía de ser aquello que se es.
  • El valor es la valentía de hacer aquello que se considera deber.
  • El valor es la valentía de luchar por lo que se ama, por ejemplo: La patria.
  • El valor es la valentía de arriesgar el cuerpo para defender el alma.
  • El valor es la valentía de decir y defender lo que se piensa cuando es necesario.
fotocomposición plazabierta.com

Las anteriores definiciones de valor han sido un pentagrama para cada uno de los puntos cardinales humanos; mi particular pentagrama sobre el VALOR, SINONIMO DE VALENTÍA Y ANTÓNIMO  DEL  PRECIO DE TREINTA MONEDAS DE PLATA…,que no valen, por ejemplo, lo que vale ESPAÑA.

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