TRAZOS Y SEGMENTOS: EL TESTIGO QUE NOS IGUALA

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¿Quién es el Testigo?, ¿de dónde nace el Testigo?, ¿para qué sirve el Testigo?, ¿qué constata el Testigo?; y, sobre todo, ¿ante quién declara?

Casi siempre me pregunto en pentagrama e igualmente contesto; no sé por qué, pero así, de forma natural, sucede.

Las cinco respuestas a las cinco preguntas con las que comienzo esta conversación contigo que me lees y conmigo que previamente escribo, podrían ser :

  • El Testigo es “El Despierto” que abre los ojos a todo cuanto está pasando en el tiempo “sucesivo” (el presente no existe, el tiempo es infinitamente divisible).
  • El Testigo nace de la voluntad.
  • El Testigo sirve para SER.
  • El Testigo constata aquello que percibe.
  • El Testigo, curiosamente, declara ante sí mismo.

Somos un punto en una línea de tiempo, es decir, algo abstracto, no corpóreo…

Aunque con apariencia sólida, por aquello de la interacción subatómica de nuestras infinitamente divisibles partículas (según lo imagino yo), en realidad me parece que somos sin terminar de ser, continuamente siendo, transformándonos sin dilación a una velocidad tan aterradora que la de la luz se nos queda enana. Esa velocidad contradice todo lo dicho hasta ahora por la ciencia, esa velocidad desbarata todo cuanto existe convirtiéndolo en quimera, en MENTE; algo que imagina SER, sin SER concreto.

 

El Testigo se da cuenta, constata que duerme aquí y allí, constata que puede despertar en apariencia aquí y allí; pero se trata sólo de otro sueño…

El Testigo toca y comprueba lo “tangible” lo observable, aquí y allí; pero luego se pregunta ¿dónde estoy?, ¿quién soy?; y, sobre todo, ¿dónde SOY?

Más y más preguntas sin respuestas, más y más incertidumbre. Pero el Testigo impasible, insobornable, y atento, registra la apariencia y la convierte en acto.

Acto; ¿qué es un acto?: ¿algo que mueve o inmoviliza algo?, ¿algo que se acerca o se aleja de algo?, ¿algo que sólo observa lo previamente imaginado?; y, eso previamente imaginado, ¿es algo?

Ya sé que mis preguntas son tan antiguas como la consciencia de SER, como El Testigo. Soy consciente de que con palabras no pueden contestarse; pero lo intento, porque necesito saber dónde ESTOY y quién realmente SOY.

Ahora mismo soy el Testigo que se pregunta, la voluntad que no se rinde, que imagina…; sí, eso sí que SOY; y, aunque no se terminaran nunca mis preguntas, al menos esas son buenas respuestas para mí. Calman, no ya mi curiosidad, sino la angustia por creerme en una búsqueda infructuosa e interminable.

Todos los que nos hemos adentrado en ese vacío, y somos el común de los mortales (nada especiales), al final salimos corriendo porque asusta tanta oscuridad, tanta profundidad; a la vez que, paradójicamente, tanta altura…

Las palabras no son la declaración del Testigo, las palabras no pueden expresar lo observado, lo sentido. Las palabras son un simple y rudimentario vehículo para intercambiar lo “a-pre-hendido”; es decir: aquello que negamos previamente, por ilógico, aquello que hallamos hendido en nuestro “SER” y que es la única sustancia que nos define; siendo ella misma indefinible.

Todo lo anterior pertenece al mundo de la observación meditativa, al abandono de la “lógica”…; a abrirse sin tabúes de par en par a mundos diferentes, fuera de esta apariencia, dejando  a la “razón” de lado, considerándola una mera herramienta para esta sola “realidad”; que no sirve en otras “realidades”, ya sean paralelas, tangentes, perpendiculares o como quiera que se muestren con respecto a este “vector” en el que nuestro punto se mueve.

Hablar de movimiento, hablar de tiempo, hablar de espacio, hablar de materia…es hablar de lo mismo; mera QUIMERA, “energía sutil” por llamarle algo, sin que lo sea.

En ese caso, ¿vale la pena seguir siendo Testigos?: SÍ, claro que vale la pena, porque si algo somos es TESTIGOS o lo que es lo mismo VOLUNTAD DE SER.

Sé que muchísimos llegaron a esa misma conclusión antes que yo y también sé que muchísimos más llegarán después que yo. Pero eso no resta importancia a mis preguntas, ni a sus preguntas; a mis respuestas, ni a sus respuestas . Y no se trata de una importancia que encumbre; todo lo contrario, es una importancia que humilda; como me humildan las montañas, los océanos, las extensas llanuras y el cielo estrellado; si los contemplo.

Curiosamente, cuando me siento humilde, pequeña, ni siquiera mota de polvo en el basto universo. Cuando soy Testigo de que mi energía concentrada no llega ni a ser un punto, es cuando comprendo que no importa estar aquí, ni allí…,más allá o más acá, más arriba o más abajo. Todo carece de importancia, todo es igual a todo…

Decía Krishnamurti:

“Sostengo que la verdad es una tierra sin caminos, y que no se puede llegar a ella por ninguna senda, por ninguna religión, por ninguna secta. Ese es mi punto de vista y me adhiero al él de forma absoluta e incondicional”.

Antes lo dijo Sócrates:

“Solo sé que no sé nada”.

Para mí:

SÓLO EL TESTIGO ES REAL Y ÉL NO TIENE DIMENSIÓN. ESA ES NUESTRA GRANDEZA; AQUELLO QUE NOS IGUALA.

 

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