De Newton a Freud.
Todos sabemos que la primera Ley de Newton nos dice que un cuerpo u objeto no cambiará su movimiento o reposo a menos que actúe sobre él una fuerza. La Segunda Ley, que los objetos más pesados necesitan una fuerza mayor para moverlos. La tercera, que por cada acción se produce una reacción de la misma intensidad, pero de sentido contrario. Aún sin saber que Newton lo demostró científicamente cualquiera puede intuirlo.
En cuanto a la pulsión, es un término freudiano que pertenece a la teoría del psicoanálisis, que nos dice: “La pulsión es una fuerza que impulsa al sujeto a llevar a cabo una acción con el fin de satisfacer una tensión interna…”. También todos lo hemos experimentado.
Bueno, no voy a hablar de física clásica, ni de psicoanálisis freudiano, simplemente he querido resaltar la imbricación de estos tres factores, acción, reacción, pulsión; que intervienen en todo tipo de movimientos, ya sean de carácter físico, psicológico o, como en el caso del que voy a tratar en este artículo, sociales y políticos.
Cuando desde cualquier poder se ejecuta una acción de la que se deriva un beneficio o un perjuicio para aquellos a quienes va dirigida o la reciben, por lógica debería producirse una “reacción-eco” que devolviese al emisor por parte del receptor, en gracia o desgracia, bondad o maldad, ganancia o perjuicio…,la misma intensidad de fuerza que la recibida. Pero esto en el terreno de lo social y lo político no es así; sino a veces todo lo contrario.
Me explico con más claridad:
No entiendo qué nos lleva a los seres humanos a aguantar lo inaguantable, ya sea en lo personal, lo social o lo político y al mismo tiempo, en ocasiones, proceder de manera impulsiva y sin que aparentemente existan factores externos que nos conmuevan. Se me hace cuesta arriba engullir la pasividad con que en muchas circunstancias de nuestras vidas acogemos los “latigazos” o las “caricias” que en el camino se nos van dando. Además me duele intensamente la indiferencia con la que actuamos ante las dañinas acciones que otros reciben y a las que solos no pueden reaccionar sin nuestra ayuda.
Que el mundo de lo “humano” es un conglomerado de devenires diversos que se estructuran de forma aparentemente ilógica, es decir, “sin justicia de eco”, sin respuesta de reacción (que no es lo mismo que respuesta reaccionaria) es algo que siempre me ha preocupado. Hasta que con los años he ido aprendiendo que esa aparente falta de lógica, en realidad no es más que una fuerza oculta que está esperando hacerse material en una pulsión, tarde o temprano…
Cuando por fin me di cuenta de que todo tiende al orden a la justicia a la verdad y de que absolutamente ninguna fuerza se va de rositas sin recibir su “eco”, me tranquilicé; dejé de ver a Goliat tan grande y comprendí que en realidad con una simple honda se podía derribar (la paz interior es esa honda). Sí, me costó muchísimo admitir que todas esas injusticias que el mundo produce y que aparentemente no tienen defensa o respuesta, sólo están siendo sometidas al tiempo que todo lo pone en su lugar; ese ente abstracto (el tiempo) tiene el poder de la PULSIÓN. Llega un momento en que la válvula sale volando y expande todo su contenido con una virulencia tal que es igual a la acumulada como producto de muchas acciones recibidas de las que NO nos hemos hecho eco.
Es la forma que tiene la naturaleza, en general, tanto humana como terrena, de renovarse, de reconstruirse, de defenderse. Lo hacen las revoluciones de pensamiento, lo hacen las revoluciones políticas o sociales; lo hacen los volcanes, los terremotos, los huracanes… El tiempo acaba dando la razón a quienes la tienen. El tiempo, dice el refrán, lo pone todo en su lugar. Las pulsiones, sean del tipo que sean, en realidad son la sístole y la diástole del corazón del tiempo; ése que sin movimiento y espacio es un cero absoluto en la ecuación.
No es que me haya vuelto impasible o que me dé por no reaccionar a un “tortazo de la vida” o hasta “poner la otra mejilla”…;nada de eso. Es sólo que cuando veo venir a “Goliat” y sé que no dispongo en ese momento de “mi honda”, procuro esperar a tenerla en la mano para asestar el golpe certero. Ya he aprendido a ir siendo más paciente. Ahora comprendo que todo progreso viene, como dicen los taoístas, de observar al agua y darse cuenta de que ella, cuando fluye tranquila, nunca se enfrenta a un obstáculo; simplemente lo rodea. Al mismo tiempo si construyes presas que dificulten su camino, el agua aguanta; pero llegado el momento de la pulsión, de la tormenta, derriba la presa.
Sin embargo, aun todo lo dicho, las pulsiones no son buenas cuando se traducen en cualquier tipo de violencia. Por desgracia, casi siempre la pulsión suele ser así. Yo, en esta vida, nunca he padecido violencia física, ni la vi producirse directamente. Será por eso que no soporto ver documentales que recogen imágenes reales sobre los horrores de las guerras, ni películas que emulen cualquier sufrimiento físico. Quizás recojo también del “subconsciente colectivo” o de las reminiscencias de mis posibles “otras vidas” esas vivencias que me conmueven profundamente, como, supongo, a todos los demás.
Sé que en el alma de cualquier ser humano hay un reducto de paz que todo lo trasciende y existe un anhelo de bondad que quiere expandirse para llegar a mitigar los sufrimientos ajenos, porque empáticamente los sentimos como propios. Pero también veo en mí, y por ello en los demás, la cara oscura de la “luna interior”. Esa negra pulsión que espera su sístole para expulsar la sangre de la violencia…
A pesar de que todo acabe respondiendo a la acción impulsora, a pesar de que el tiempo lo ponga todo en su lugar…,yo no quiero más violencia para el mundo. Abogo, como la inmensísima mayoría de mis congéneres, por la paz. Quiero la paz y la quiero ¡YA! Me cuesta mucho trabajo ser paciente en esa espera. Sé de las tragedias de quienes son usurpados de lo más vital, siento en mí la pulsión que en ellos habita y sé que en todos nosotros se halla la misma.
¡Queremos revelarnos contra la injusticia, queremos “Un Mundo Feliz”, que no sea una “distopía Huxleyana”…!; lo sé.
¿Lo lograremos alguna vez, llegarán a ser nuestras pulsiones energías blancas, puras, relajantes, descontractivas; que nos llenen a golpe de diástole de sangre nueva? Todos queremos que así sea. Sólo unos pocos enfermos de falso poder, se afanan por controlar el mundo exterior, porque son incapaces de controlar su mundo interior. Beben del cáliz de la sangre ajena, porque carecen de sangre propia. Se creen en posesión de tesoros y no se dan cuenta de que esos “tesoros” son sólo hojalata que reluce, pero no brilla con su luz.
MI ECO, MI REACCIÓN, MI PULSIÓN:
¡QUE TODAS NUESTRAS ACCIONES, REACCIONES Y PULSIONES SEAN DE PAZ Y NO DE GUERRA. QUE QUIENES PROMUEVEN LA VIOLENCIA ABRAN LOS OJOS Y VEAN!