Definir el Bien de manera absoluta es tan imposible como definir el mal. ¿Por qué? Porque si razonamos sobre ello para llegar a una definición, a un concepto, se quedan en eso; en conceptos ideológicos y, por ello, relativos.
Todo lo que pertenece a la mente o al mundo de las ideas particulares (no me refiero al platónico), es subjetivo, carente de consistencia, refutable; se convierte en uno de los colores de un caleidoscopio sometido al ángulo de luz.
El bien y el mal han sido relativos, desde siempre, a las corrientes ideológicas imperantes; manipulados al antojo de quienes imponen la moral o la ética a través de: modas, políticas, opiniones prestigiosas, intereses particulares… Tanto el bien como el mal en este mundo carecen de sustancia absoluta; ya se sabe aquello de “Nada es verdad ni mentira, todo depende…” y aquello de Nietzsche: La moral tiene criterios estéticos.
Es por eso, que si examino correctamente mis ideas y trato de insertarlas en uno de los dos conjuntos imaginarios (el del bien y el del mal), me es muy difícil, aun haciendo un gran esfuerzo de “objetividad”, tener la certeza de que están bien insertadas. Suelo acabar siempre en la intersección de ambos conjuntos y fuera de ella me quedan “conjuntos casi vacíos”.
¿Puedo decir con total y absoluta certeza que matar es malo…; cuando como carne y elimino a los insectos de mis plantas; cuando sería capaz de matar a quien fuera para defender la vida de todos y cada uno de mis hijos; cuando firmaría la sentencia de muerte de crueles genocidas sin que me temblara el pulso…?
¿Puedo decir que defender a la naturaleza, a ultranza, a riesgo del deterioro del bienestar humano es bueno?, ¿puedo decir que defender los derechos de las mujeres, a ultranza, en detrimento de los derechos de los hombres es bueno?, ¿puedo decir que la igualdad es buena si pisotea a la meritocracia?, ¿puedo decir que la libertad debe estar restringida en esto, aquello y lo demás; sosteniendo que “mi libertad acaba donde comienza la del otro”, sin admitir matices para esa aseveración…sólo porque lo dijera Sartre?
Bueno yo tengo mis propias respuestas a esas preguntas, pero son buenas respuestas en un mundo imaginario, donde nada se explica con palabras porque todo se sabe a golpe de corazón. Ese mundo es mi mundo particular; cada uno tenemos el nuestro y tan válido es el mío como el tuyo.
Reconocer la infinita división de la mota de polvo que soy y eres, comparados con todos los universos, debe humildarnos; pero es también reconocer que somos infinitamente grandes por infinitamente pequeños…
Claro que “nada es verdad ni es mentira…”; salvo los sentimientos. Puedo no estar segura de qué es lo correcto si lo pienso, si lo medito, si lo razono, si lo consulto…; pero estoy siempre segura del pálpito de mi corazón. Sé cuando se acelera emocionado por miedo o amor; los dos contrarios.
Todos sabemos, en condiciones normales, la verdad de nuestros corazones, pero no todos tenemos la valentía de abrir los ojos y verla. Todos distinguimos perfectamente nuestro bien y nuestro mal; la conciencia es tajante avisándonos a golpe de latido, pero no todos tenemos una escucha atenta.
El bien y el mal existen y son ideas absolutas (platónicas). Por desgracia este mundo es bastante aristotélico; se basa en lo “objetivo” y en la “lógica”, que es sólo una convención no una realidad. Hay tantas realidades como universos y cada uno de nosotros somos un universo. Cada hormiga, cada mosca, cada ardilla, cada león; son un universo… El bien y el mal sólo son absolutos si se refieren al CREADOR no a lo CREADO.
En mi universo particular están mis “absolutos particulares” y lo “son” en un acto/idea de tiempo que, como infinitamente divisible, jamás se convierte en presente y, por lo tanto, no existen “mis absolutos particulares”.
Contradiciendo a Sartre, que consideraba que la ambigüedad no es relativismo sino una elección que se hace responsable de sus efectos, yo considero que mi ambigüedad sí es relativismo para mi razón; algo como un “sí o no de margarita”. Todos debemos lidiar con nuestras propias contradicciones y ser honestos abriendo los ojos del testigo-conciencia, quien a golpe de emoción distingue el camino correcto.
El Bien y el mal son perfectamente distinguibles si nos paramos a sentir que aquello que hacemos al otro es lo que nos gustaría o no nos gustaría que el otro nos hiciera a nosotros… lo dijo el Maestro Buda y tenía razón. Ahí creo que radica la diferencia de lo debido y lo no debido, de lo correcto y lo incorrecto…del bien y del mal.
- Haz bien y no mires a quién…(todos somos uno, como células de un mismo cuerpo).
- No critiques a tu hermano sin haber andado durante tres lunas con sus mocasines…(la moral y la ética deben ser una experiencia no una filosofía).
- Bien aventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados (la justicia llega cuando la conciencia está tranquila, en equilibrio).
- La primera y mejor victoria es conquistarse a sí mismo (eso es conocerse y regirse por la conciencia).
- El alma del hombre es la sede de la verdad (en compañía del alma todo es absoluto, allí las aguas están calmadas y se ve el fondo; la verdad).
Cuando quiero bucear en mí, la escafandra que uso es la de la naturaleza. Rodeada de árboles, hierba, flores y rocas estoy en casa. Desde las sierras, me siento libre; a la orilla del mar, humilde; tumbada en un limpio prado, reconfortada por el regazo de una madre.
No se trata de llevar razón hallando la diferencia entre el bien y el mal, entre aquello que nos beneficia o nos perjudica; se trata de, como dijo Unamuno: Sentir el pensamiento y pensar el sentimiento. Antes lo dijo Agustín de Hipona: De la cabeza al corazón y del corazón a la cabeza. Esa síntesis es la intersección de los conjuntos formados por el bien y el mal, a la que me refería al principio de esta pequeña reflexión.
Terminando ya, decir que sobre el bien y el mal dos cosas sostengo como ciertas:
- Aquella que dijo Buda: No trates a los demás de manera que a ti mismo te parezca dañina.
Y como broche, para cuando lleguemos a ser dueños de nosotros mismos y, por ende, Maestros; aquella que dijo Jesús ,“El Cristo”:
- Amarás a tu prójimo como a ti mismo.