Tengo que reconocer que esto de “todos y todas” me chirría mucho, además de ir contra los criterios de la Real Academia Española.
La RAE lanza manual de idioma español: Rechaza expresiones como “todos y todas” y “todes”
También jefe y jefa, presidente y presidenta. Pero, ¿hasta cuándo? Quizá en breve cambie, como cambian tantas cosas. Pero ¿es bueno que cambien? Da lo mismo lo que uno piense o quiera, todo evoluciona porque nada permanece. Es ley de vida.
Hace poco vi, por segunda o tercera vez, la película “Los santos inocentes”; no es de extrañar que sea un clásico, porque simplemente hace pensar. Los hijos de los protagonistas no quieren establecerse en el campo, buscan trabajo en la ciudad para no acabar limpiando la casa de nadie, ni ser el galgo de cacerías del señorito. Esta pantalla nos muestra otro cambio.
Me gustó la actitud de Paco cuando el señorito le dio quejas porque su hijo no aceptaba su dinero: no se enfada con él. Suaves con los hijos, a pesar de la vida tan dura llevada, eran personas fuertes de voluntad pero suaves de corazón. Una vida llevada con dignidad, más natural y más sana emocionalmente que la de los “Señores”, a quienes nada parece llegarles a contentar del todo.
Quirce y Nieves, los hijos de Paco, al mismo tiempo que faenan en el cortijo tienen su mente en otros trabajos. La fábrica de conservas ella y el taller de reparaciones él. Quieren huir de una casa con tejado de paja y del “tú: oír, ver y callar”. Otro mundo se abría ante ellos, un mundo con mayores oportunidades, más comodidades y más justo. Aunque lo de más justo nunca se sabe. La ciudad muchas veces hace al campo bien bueno.
En la película, el cambio del campo a la ciudad me recuerda el movimiento de ideas que se está volviendo a producir. Cada nueva generación empuja con fuerza a la anterior. Yo lo noto, con apenas pasados los cuarenta años, ya los veo delante. Esta nueva oleada de personas hacen lo mismo que han hecho los hijos de Paco, nuestros padres, nosotros detrás de ellos y ahora, los de veinte y treinta, están haciendolo también.
Desde principios de este siglo las mujeres se están empoderando, vienen con la fuerza que la modernidad imrimió también a las ciudades españolas de los 60. Pero, como suele suceder, lo nuevo no aparta lo anterior, o “rompe con todo” sin mirar ni escuchar a nadie ni a nada. Lo sé porque yo también lo hice cuando era joven.
Volviendo la mirada atrás, podemos saber lo que los 80 y 90 trajeron y se llevaron: los recursos y la educación eran muy necesarios y el país precisaba un cambio de cara. Una cara que llevaba mucho sin lavarse. Lo malo fueron las drogas, que al principio cogieron a todo el mundo de sorpresa, y el terrorismo también sembró el dolor y la muerte allá donde actuaba.
Han pasado veinte años y otra generación totalmente nueva ignora qué pasó, al igual que nosotros desconocimos los 60 y 70. No se paran a pensar porque miran al futuro, “los viejos”, por nosotros los padres y los abuelos, son el pasado. La sangre no les corre, les vuela por la venas y absorben el mundo con la energía tal que actúan como un tsunami.
Cambian el lenguaje, tíos y troncos son sustituidos por todxs y tod@s. Nosotros apartábamos de nuestro lado casi todo lo que nos recordaba a religión, curas y comulgaciones y ell@s apartan todo lo que les suena a patriarcado y machismo. Preferíamos el agnosticismo o directamente el ateísmo para dejar atrás esas sotanas enclaustradas y arcaicas, mientras que ellos necesitan la tecnología de la imagen y el respirar la esencia de libertad de la naturaleza más pura.
Lo que intento reflejar no tiene porqué ser válido para todos, pero espero se me entienda, cuando digo que a todos nos toca empezar a cambiar. El machismo y micro machismo se enfrentan lo que para nosotors fue en su momento luchar contra la mentalidad de la dictadura; antes eran las ONGs que ayudaban al tercer mundo y ahora es el tercer mundo el que nos visita a nosotros. El destape de las películas de … Alfredo Landa, ese macho ibérico en “Un curita cañón” son ahora las de “La Veneno”, la historia de una persona que nació en el cuerpo equivocado y equivocado fue también su final.
Éste es el mundo en el tenemos que vivir. Internet con sus webs, sus blogs, sus apps son para nosotros las grandes avenidas, la gran cantidad de luces y los semáforos donde se perdían nuestros abuelos de provincias.
Así lo veo, y que ¡Dios reparta suerte!
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