TIRAR CON PÓLVORA DEL REY

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Lo dicen los entendidos en historia militar, y los hechos parecen ratificarlo, los tercios españoles han sido una de las mejores, si no la mejor, infantería de la historia. Aquellos hombres, envilecidos por las circunstancias de su patria, que luchaban por su honor, por su paga y en nombre de un rey queni siquiera sabía que existían, cuanto menos de sus penurias o necesidades, desde sus valores, ajenos a lo que hoy podamos comprender, ni admitir, eran capaces de gestas militares inconcebibles en el mundo actual.

Y de la historia de esas tropas nace esta frase, ya convertida en dicho popular. Los soldados de los tercios, no solo luchaban en condiciones imposibles, no solo cobraban sus salarios tarde y mal, además tenían que pagar de su bolsillo los disparos de sus armas de fuego, algo así como poner el material de oficina para hacer tu trabajo actual, pero con la muerte por en medio.

Así que, cuando estos soldados, la mayoría veteranos resabiados de mil batallas, duros, cínicos, altaneros y bravucones, tomaban alguna ciudad, su primer objetivo era el saqueo del polvorín enemigo; saqueo que les permitía hacerse con lo necesario para que los disparos no saliesen de su paga, y, a partir de ese momento, y mientras el botín durase, disparaban con pólvora ajena, con pólvora del rey, y, dicen las crónicas, que yo no estaba allí para ratificarlo, que en esos momentos la frecuencia de disparo de las tropas crecía exponencialmente. Es de entender.

Pues con pólvora del rey trabaja el gobierno actual, con pólvora del rey ha llegado a la conclusión de que una sociedad subvencionada es mucho más interesante para sus fines electoralistas, que una sociedad  capaz de crecer por sus propios medios. Con pólvora del rey circulan, a día de hoy, y parece ser que hasta junio, miles de conductores portugueses y franceses que cruzan sus fronteras para repostar en las gasolineras españolas y recibir, pagados con pólvora del rey, los veinte céntimos que generosamente paga el gobierno español por cada litro repostado, seas de la nacionalidad que seas, hayas pagado en España tus impuestos, o no, con los que comprar la pólvora del rey.

Así que los autónomos portugueses que viven cerca de la frontera, y que pagan entre 20 y 1138 euros al mes de cuota, o los autónomos franceses, que pagan entre un 14% y un 48% de sus ingresos, reciben del gobierno español, con dinero recaudado a sus ciudadnos, una generosa contribución de veinte céntimos por litro repostado. Dinero, que entre otros, han puesto en las arcas del rey, en sus polvorines, los autónomos españoles, que, ganen o pierdan, tienen que poner como mínimo, en esas arcas, entre 294 y 1266 euros al mes.

E igual que los autónomos, veinte céntimos del rey de España, de su pólvora, reciben los jubilados, los funcionarios, los administrativos, los parados, y cualquier ciudadano francés o portugués que viva cerca de la frontera y que se acerque a recibir su subvención de veinte céntimos de litro pagados por los jubilados, los funcionarios, los administrativos o los parados, cualquiera de sus homólogos españoles, que sí han contribuido a pagar la pólvora real.

Es lo que tiene la pólvora del rey. Es lo que tiene el dinero que no es de nadie. Es lo que tiene la pólvora que crece en los árboles, que el primero que llega y la recoge, que el primer populista, inconsciente, desahogado, soberbio, que la coge, se considera con derecho y potestad para hacer con ella lo que le dé la gana. Incluso a regalársela a los que nada tienen que ver con ellos, ni con la pólvora.

Luego, cuando la pólvora escasee, cuando haga falta dinero para una nueva subvención con la que cubrir los estragos de un planteamiento económico perverso, cuando las clases más desfavorecidas entren en estado de necesidad, que ya lo están, por la voracidad recaudatoria de un gobierno necesitado, con subir los impuestos para aumentar las subvenciones, y así sucesivamente hasta que solo la clase más alta resista el tirón, estará todo solucionado.

Bueno, eso, o reclamarle a los favorecidos portugueses, franceses, que contribuyan, con veinte céntimos por litro de combustible, con los colectivos españoles más desfavorecidos. Lo mismo, hasta les hace gracia, hasta se rien.

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